Para abordar la Sierra de Gata como se merece será necesario dedicar un mínimo de tres días. Es lo que pasa con los territorios que, como este, han sabido conservar tanto y tan bueno. De hecho, cada uno de sus pueblos –y son 19–, por lo que posee y lo que podemos ver a su alrededor, da para una parada tan larga que casi siempre dejará corta cualquier previsión. Este territorio norteño es el final del Sistema Central, que va diluyéndose a medida que se acerca a tierras portuguesas por el oeste. Por esa esquina, limítrofe con el país vecino, comienza este viaje que nos va a deparar un descubrimiento sorprendente: a fala, la manera particular de comunicarse que comparten, con sus propias diferencias, las localidades de Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo. Un dialecto que guarda grandes similitudes con el gallego y el asturiano y está considerado bien de interés cultural.
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De los tres, San Martón de Trevejo es el pueblu que presume del cascu urbanu con mayor personalidad serrana. Y eso se traduce en calles estrechas, empinadas y empedradas, con regueras por las que corre el agua que baja de la sierra, y casas con entramados de adobe y madera, balconadas y grandes escalones de granito. Desde esta localidad parte el sendero señalizado, conocido como A Fala (PR-CC 184), que discurre por la falda de la sierra enlazando las tres localidades y por el que se llega también al castañar de Ojesto o de O Soitu, al que muchos señalan como el más extenso de Extremadura.
Uno de los lugares de la sierra donde todavía se palpan aquellos tiempos de la Reconquista y repoblación es Trevejo, minúscula alquería ubicada a los pies de los restos de un castillo medieval, desde el que se contempla la extensa llanada extremeña salpicada por toda su extensión de encinares, carreteras y pueblecitos.
En el viaje hacia el este, otros lugares de parada imprescindible son Acebo, famoso por la labor artesanal de sus encajeras de bolillos y sus piscinas naturales; Torre de Don Miguel, donde se localiza el Centro de Interpretación de la sierra, con muchas de las claves que nos ayudarán a desentrañar los secretos del paisaje y los usos ancestrales de la comarca; o Santibáñez el Alto, con las espectaculares panorámicas de las montañas y la llanura extremeña que brindan las ruinas de su castillo.
Ya en el extremo occidental de la sierra, dos localidades destacan por la belleza y personalidad de sus cascos urbanos: Gata y Robledillo de Gata. El de la primera, con la categoría de conjunto histórico, impacta por la mezcla de arquitectura tradicional y algunas construcciones de cierta alcurnia. Robledillo de Gata, por su parte, es la población que mejor ha conservado la tipología constructiva de la sierra. Trazadas siguiendo las curvas de nivel de la montaña, sus calles son de piedra, pizarra y barro y forman un laberinto de callejones empinados y sinuosos en los que llama la atención el uso abundante de pasadizos.
Ya sea como punto de inicio o como remate final de este itinerario, Coria, en la antesala de la sierra que articula la vega del río Alagón, posee uno de los conjuntos monumentales más destacados de Extremadura. De él sobresale el emblemático edificio de su catedral, con un magnífico museo repleto de obras de arte y la peculiaridad de albergar la reliquia del mantel utilizado en la Última Cena.
Otros rincones que debemos buscar en esta ciudad son el castillo, las murallas, que conservan aún muchos restos romanos, con estupendas vistas de la ciudad y las vegas del Alagón; el palacio Episcopal y el de los duques de Alba, el puente medieval, la plaza de España o la cárcel Real. La visita a la antigua prisión de Coria es especialmente recomendable y muy ilustrativa, pues las paredes de la celda de castigo aún conservan anotaciones anónimas realizadas por los prisioneros que durante siglos pasaron por ella.
No dejes de...
Visitar el Molino del Medio. Uno de los rincones más sorprendentes de Robledillo de Gata es este molino de aceite, uno de los cuatro con los que contó la localidad, que permite conocer cómo se realizaba el laborioso proceso de elaboración del fruto de la aceituna, que tanta importancia tuvo hasta mediados del siglo XX para muchas familias del pueblo. La visita se adereza con una más que recomendable cata de aceites en la que podemos aprender a diferenciar los matices que caracterizan cada una de las variedades de la zona (molinodelmedio.com).
Guía práctica
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