Asistir al amanecer en la cresta de un cráter es algo excepcional, pero mucho más hacerlo en el del volcán Seongsan Ilchulbong, surgido de las entrañas del fondo marino hace más de 5000 años. Apodado ‘el Pico del Sol Naciente’, es la postal más conocida de Jeju, la isla más grande de Corea del Sur. Tras este prodigioso arranque de viaje, quizá pueda pensarse que las bondades de esta isla solo pueden ir a menos. Nada más lejos de la realidad, porque el origen volcánico de Jeju es precisamente el responsable de que todo el territorio esté repleto de tesoros naturales que esperan a ser descubiertos en una interesante ruta que nos llevará varios días.
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Una de las paradas indiscutibles está en Manjanggul, donde hay que visitar las laberínticas cuevas de lava que dan forma al tubo volcánico más grande del mundo. Si lo que se quiere es sentir de verdad que se está a punto de viajar al centro de la tierra, habrá que ir hasta Geomunoreum, más al norte. Se trata del sistema de tubos de lava más espectacular del planeta, sin duda, uno de los grandes activos de Jeju, que la Unesco ha incluido en su lista del Patrimonio Mundial.
Si se pasea por alguna paradisíaca playa de la isla, existe la posibilidad de cruzarse con las haenyeo, buceadoras que llevan desempeñando el duro oficio de la pesca por inmersión desde el siglo xvii. Sin bombona de oxígeno, sin tubo de snorkel, únicamente con el aire almacenado en los pulmones, unas gafas de buceo y un neopreno, las mujeres –solo ellas realizan esta labor– pasan horas en el mar capturando moluscos, crustáceos y algas que después se sirven en restaurantes y puestos callejeros.
También son un icono isleño los famosos dolharubang, esas pequeñas estatuas de piedra volcánica que representan a hombres ancianos y que en el pasado solían colocarse en las entradas de las aldeas como deidades guardianas. Hoy siguen presentes en muchos rincones de Jeju, por ejemplo, junto a las cataratas de Cheonjiyeon, en la zona sur. Las mejores vistas de este salto de agua de 22 metros de altura se obtienen desde un mirador, al que se llega tras recorrer un sendero envuelto por una naturaleza exuberante. La humedad se hace notar también al llegar a Jeongbang, otra cascada cuya peculiaridad es que da directamente al mar.
Los acantilados de Jungmun Daepo, a solo unos kilómetros, son un derroche de belleza, debido a las espectaculares columnas basálticas de formas hexagonales que surgen del mar y recuerdan a la famosa Calzada de los Gigantes de Irlanda del Norte.
Pero los amantes de la naturaleza alcanzan el punto culminante del viaje en cualquiera de las rutas que forman parte del Jeju Olle Trail, 426 kilómetros de sendas a través de los paisajes más asombrosos. La que más atrae es la que lleva a la cima del volcán Hallasan (1950 metros), la más alta de Corea del Sur. Situada en el epicentro de la isla, regala una de las estampas más hermosas del viaje, un paisaje cuajado de abetos coreanos y el hermoso lago escondido en su cráter que, según la leyenda, posee el elixir de la larga vida.
No dejes de...
Recorrer la vecina Isla de Udo en bicicleta. Un ferri conecta en apenas 15 minutos los 3,5 kilómetros que separan el puerto de Jeju, en el noreste de la isla, de la pequeña y hermosa Udo. Media jornada será suficiente para explorarla sobre dos ruedas. Las bicicletas se pueden alquilar en cualquier negocio junto al muelle. Hermosas playas de arena volcánica y aguas paradisíacas, senderos que se adentran en el interior de la isla, aldeas tradicionales y diversas esculturas –una de ellas dedicada a las mujeres buceadoras (en la imagen)– son solo algunos de sus mayores atractivos.
Guía práctica
Guía práctica