Según Google Maps la ruta en coche que nos lleva a Belém, Estoril, Cascais, Cabo da Roca, Sintra, Mafra y Queluz es un itinerario de poco más de 100 kilómetros que puede completarse tranquilamente en un par de horas. La tozuda realidad es que solo para visitar los dos monumentos más importantes del barrio lisboeta de Belém (la torre de Belém y el monasterio de los Jerónimos) se puede echar la mañana entera. O más, porque como no se madrugue para estar allí cuando abran la torre (a las 10:00), podemos encontrarnos con que la cola llega hasta el monumento a los Descubrimientos, que está a un kilómetro de distancia, río arriba.
Se comprende que la torre de Belém (torrebelem.pt/) la visiten más de medio millón de personas cada año porque es preciosa, una perla del estilo manuelino. Fue torre de defensa, prisión, faro y aduana, y ahora es el más bello recuerdo de los días audaces y venturosos en que los navegantes portugueses zarpaban de esta ribera para descubrir exóticas tierras. Del mismo estilo que la torre, y de la misma época dichosa, es el cercano monasterio de los Jerónimos (mosteirojeronimos.pt), en cuya iglesia están enterrados Vasco de Gama y Luis de Camões, y en cuyo claustro (el cielo, hecho patio) descansa Fernando Pessoa.
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EN RUTA HACIA ESTORIL Y CASCAIS
Ya en coche, la ruta lleva hacia Estoril sin apartarse de la costa, dejando atrás los antiguos fuertes que defendían con su fuego cruzado la boca del Tajo y playazos como el de Carcavelos, que en verano se pone a tope de lisboetas. En Estoril, hay que darse un chapuzón en la elegante playa de Tamariz. Y en Cascais, que está solo dos kilómetros más allá, visitar el primoroso barrio de los museos, el faro de Santa Marta (también museo) y la Boca do Inferno, donde el mar ha organizado un lío del diablo, haciendo trizas la costa calcárea y abriendo una tremenda gruta.
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LA PUNTA MÁS OCCIDENTAL DE EUROPA
Al dejar atrás Cascais, sus urbanizaciones de lujo y sus campos de golf, es como si el mundo se reseteara y esta costa volviese a ser lo salvaje y solitaria que era antes de que el rey Luis I el Popular la eligiera para veranear a finales del siglo XIX y la pusiese de moda. La playa de Guincho, con sus altas dunas y sus olas poderosas, que chiflan a los surfistas, es el recibidor del Parque Natural de Sintra-Cascais, cuyos acantilados de más de cien metros de altura forman, en el cabo da Roca, la proa del continente europeo, su punta más occidental. Cuando el sol se pone aquí, en el otro extremo de la Península ibérica, el cabo de Creus, hace ya 20 minutos que se fue a la cama.
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SINTRA, EL PUEBLO MÁS BONITO DEL MUNDO
Atravesando la boscosa sierra de Sintra, de dulce microclima, se llega a la famosa población que le da nombre y que fue la favorita de los reyes lusos precisamente por eso, porque hace fresquito en verano. No es de extrañar que a Byron le pirrase Sintra, “puede que sea el pueblo más bonito del mundo”, decía, porque es un lugar romántico a más no poder, de calçadas verdinosas que culebrean monte arriba entre palacios de fantasía, jardines selváticos y quintas misteriosas (la que más, la de Regaleira). En lo más alto está el palacio da Pena, un castillo de cuento que se hizo construir en 1836 Fernando II, el Rey Artista, escogiendo los más llamativos estilos (neomanuelino, neo-gótico y neoárabe) y colores (morado, burdeos y mostaza).
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LOS PALACIOS DE MAFRA Y QUELUZ
Mafra, será la penúltima parada de nuestra ruta. A juzgar por el tamaño del palacio, que también era monasterio, el rey se volvió aquí loco de alegría: 52.000 obreros trabajaron durante 13 años para edificar este casoplón de 800 estancias; entre ellas, una biblioteca del tamaño de un campo de fútbol, que atesora 40.000 libros raros y que es simplemente espectacular.
Para hacer la ruta redonda, desde Mafra podemos volver hacia abajo en dirección a Queluz y visitar este palacio dieciochesco, otra de las residencias predilectas de la antigua realeza lusa, a 42 kilómetros de Mapfra y a apenas 12 km de la torre de Belém, nuestro punto de partida. Si Mafra es el Escorial de Portugal, éste es su Versalles, un palacio de estilo rococó y unos jardines llenos de canales, fuentes y esculturas de asunto mitológico donde los Braganza emulaban los fastos de otras cortes europeas de la época. Desde aquí aún nos queda dejar el coche y recorrer Lisboa, la capital de los hermosos atardeceres sobre el río Tajo. Pero eso, es otra historia.
GUÍA PRÁCTICA
¿Cómo llegar a Lisboa?
Hay vuelos regulares a Lisboa desde distintos aeropuertos españoles, con precios a partir de 36 € por trayecto. El trenhotel Lusitania (renfe.com) lleva de Madrid a Lisboa en un viaje nocturno de 10 horas y 41 minutos.
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¿Cuándo es la mejor época para ir?
Si se quiere evitar que haya demasiada gente mejor que no sea en pleno verano ya que las playas de Estoril y Cascais son muy frecuentadas. A partir de septiembre es una época perfecta así como la primavera. Para ver monumentos tan frecuentados como la torre de Belém, en Lisboa, y el palacio da Pena, en Sintra, que registran siempre una gran afluencia de visitantes es mejor madrugar.
¿Dónde dormir en la ruta?
En Estoril, en el Hotel Palácio (palacioestorilhotel.com), un histórico alojamiento que fue la ‘sala de estar’ de las familias reales exiliadas y lugar de rodaje de la película de James Bond Al servicio secreto de su majestad. En Cascais, en Faro Hotel (farol.com.pt), un cinco estrellas de moderno diseño junto al faro de Santa Marta y la costa quebrada de la Boca do Inferno. Tiene piscina al borde del mar y dos restaurantes para alternar: The Mix (cocina de fusión mediterránea) y Sushi Design (japonés). Por último, en Sintra, en el Tivoli Palácio de Seteais (minorhotels.com), un palacio del siglo XVIII, de estilo neoclásico, transformado en hotel.
¿Y a la hora de comer?
A la hora de comer en Lisboa una buena elección es Feitoria (restaurantefeitoria.com), a pocos pasos de la torre de Belém, donde se hace una cocina creativa con productos de innegable calidad, como el camarão del Algarve o el choco de Setúbal. Avalado por una estrella Michelin. En Estoril, la legendaria Pastelaria Garrett (garrettestoril.pt/menu/), fundada en 1934, era frecuentada por la familia real española durante su exilio en Portugal. De su obrador no paran de salir deliciosos pasteles de nata, cruasanes, bolas de berlim, palmiers, pratas y, en Navidad, bolos rei (roscones). También se puede comer a base de ensaladas, quiches y tostas. Está al lado de la playa de Tamariz. En Cascais, Fortaleza do Guincho (fortalezadoguincho.pt) se ubica en una fortaleza del siglo XVII, con una estrella Michelin y formidables vistas al océano y al cabo da Roca. Es también un espléndido hotel, miembro de Relais & Châteaux. En Lab By Sergi Arola (penhalonga.com), el chef español deslumbra con su cocina inventiva elaborada con productos frescos en el resort Penha Longa, dentro del Parque Natural de Sintra-Cascais. Exclusivo e intimista (solo hay sitio para 22 comensales), el restaurante tiene una espectacular bodega acristalada, fogones a la vista y ventanal abierto al campo de golf. Para alojarse, el resort también es un diez. En Mafra, Adega do Convento (adegadoconvento.pt) propone una cocina tradicional abundante y nada cara en un edificio centenario a cinco minutos del palacio de Mafra. Hay que probar la sopa rica do mar y cualquiera de los platos de pulpo y bacalao.