Comparado con el resto del Mediterráneo español, donde no queda un centímetro de litoral sin urbanizar, el parque natural del Cabo de Gata, con sus 63 kilómetros de costa intacta, es un paraíso en el que, por suerte, hay muchas playas (alrededor de 50) pero algunas carecen de acceso rodado, lo que las libra de los coches y del ajetreo de otras playas más accesibles. Merece la pena el esfuerzo de llegar a ellas para descubrir el lado más recóndito de esta costa intacta modelada por volcanes.
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CALA DEL LANCE DEL PERRO
Cerca de San José, que es la capital turística del parque, se hallan las dos más famosas y frecuentadas del mismo: la de los Genoveses y la de Mónsul. Hay que acercarse en coche al aparcamiento de la playa de los Genoveses, a tres kilómetros de San José, y echarse a andar hacia el sur por el sendero que bordea los acantilados. En 45 minutos se llega a la solitaria cala del Lance del Perro inconfundible por las columnas de basalto que afloran en mitad de la arena, como un órgano de viento petrificado. En ningún otro sitio es tan evidente el pasado volcánico de esta costa. Es buena idea prolongar el paseo media hora más para ver las playas del Barronal y de Mónsul. Es lo más bello y agreste del Cabo de Gata.
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CALA DE LOS TOROS
Yendo de San José a Rodalquilar, en el kilómetro 7,9 de la carretera ALP-826, entre La Isleta del Moro y el mirador de la Amatista hay un ensanchamiento donde se puede aparcar para, en un cuarto de hora, bajar caminando por un sendero evidente hasta encontrar otra cala para devotos de la soledad, la de los Toros. Es una playa de arenas negras, como recién escupidas por los volcanes que reventaron la zona hace 10 millones de años, y de ricos fondos marinos poblados por enormes meros y praderas de posidonias y será el lugar perfecto para sacar las gafas y hacer snorkel. Lo más llamativo de esta cala es el bosque de palmeras y pinos carrascos que hay detrás de ella y que alegra los últimos metros del barranco y del camino de acceso. Un bosque en esta esquina desértica del mapa es algo muy extraño, casi un expediente X.
ACANTILADOS DE LA MOLATA
La ruta en busca de las calas más recónditas del Cabo de Gata lleva a continuación hasta el Playazo de Rodalquilar, que no es precisamente una de ellas, sino de las más accesibles y concurridas. Pero a poca distancia, siguiendo el sendero de la Molata (que se dirige hacia el camping La Caleta en Las Negras, bordeando el litoral) y a tan solo 10 minutos andando se descubren unos alucinantes acantilados de roca amarilla salpicados de fósiles marinos, que abrazan una ensenada esmeralda. Aquí, con unas gafas y un tubito, se pasa un día memorable buceando entre picachos sumergidos, cuevas llenas de erizos y grandes bancos de peces que indican la riqueza de este litoral.
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CALA SAN PEDRO
Desde la vecina localidad de La Negras, otra senda litoral que nace al final de la calle Águilas permite acercarse caminando en una hora (4,5 km) hasta la cala de San Pedro, hermosa ensenada de aguas turquesas frecuentada antaño por piratas berberiscos hoy. Para espantar a los corsarios se construyó a finales del siglo XVI un castillo. Quizá no sea la cala más solitaria del Cabo de Gata, pero a curiosa no la gana ninguna. Si se quiere ahorrar la caminata, las empresas Los Barqueros (losbarqueros.com) y Al Abordaje del Cabo (alabordajedelcabo.com) lleva en barco por 25 €, 20 € los niños, incluida la vuelta.
CALA DE ENMEDIO
La quinta y última cala de la ruta es de una belleza serena y luminosa, todo lo contrario que la del Lance del Perro, tan dramática y postapocalíptica ella. Está a media hora de paseo desde Agua Amarga (subiendo por la calle del Depósito y luego por el cerro del Cuartel), encajada entre acantilados blancos como la nieve, antiguos arrecifes coralinos en los que el viento y el oleaje han esculpido fantásticas formas. Sus fondos, que son de la misma roca deslumbrante, hacen que el mar se vea de los colores más deseables: turquesa, esmeralda, verde botella… Nada que envidiar a las calas menorquinas. El camino que lleva hasta ella es una senda colorida bordada de tomillos en flor, lirios y siemprevivas que disfrutarán los que se acerquen (y repitan) en la primavera, cuando el desierto concede una tregua.
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UN PLUS… EL PUEBLECITO DE AGUA AMARGA
El pueblo más deseado de la costa de Almería con hoteles boutique de diseño, spas, clubes de buceo y casitas bajas encaladas con geranios y buganvillas. Frente al pueblo una magnífica playa de arena fina y dorada. Paseando por sus calles descubrimos pequeñas tiendas de moda de aire chic, y unos cuantos restaurantes donde probar el pescado fresco frente al mar como el chiringuito Costamarga, el restaurante Los Tarahis (restaurantelostarahis.com) donde comer un arroz con bogavante con el que chuparse los dedos o La chumbera (asadorlachumbera.com) algo más alejado y de ambiente tranquilo, con una vistosa terraza. Sus fuertes son las carnes a la brasa y los pescados frescos de la zona, hay que probar el calamar de potera.
Son pocos vecinos los que disfrutan de la tranquilidad, eso sí fuera de temporada, de esta villa de pescadores (apenas unos 400), pero unos cuantos podrían contar cómo por allí han pasado y pasan cada año famosos y realeza de todo Europa a esconderse y disfrutar unos días de los encantos de esta joya del Mediterráneo.
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