Australia esconde en sus profundidades marinas una de las Siete Maravillas Naturales del mundo. La Gran Barrera de Coral no solo es la mayor red de arrecifes del mundo sino también la estructura viva más grande del planeta. Millones de años se esconden en los 2300 kilómetros que se extienden en una larguísima franja paralela al litoral del estado de Queensland, desde donde arranca la Costa de Capricornio hasta tocar el sur de Nueva Guinea.
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Descubrir este caleidoscopio, en el que se oculta una biodiversidad de ecosistemas mucho más rica que la de la selva tropical, implica avanzar hacia el norte a lo largo de la Bruce Highway, la carretera que va de Brisbane hasta Cairns siguiendo el arrecife. Un trayecto con ciertas paradas obligadas que son trampolines hacia el paraíso de coral. La más espectacular: las Islas Whitsunday, conocidas como ‘el Tahití australiano’.
Hay que llegar hasta Airlie Beach para acceder a este idílico archipiélago, que no es el primero (las islas de Lady Elliot y Lady Musgrave inauguran el arrecife) ni tampoco el más cercano a la Gran Barrera. Un centenar de islas escarpadas, que antaño fueron montañas continentales y que se formaron por la subida del mar tras la última glaciación. Por eso hoy exhiben pequeñas colinas tapizadas de vegetación y playas con exóticas palmeras.
En las Whitsunday, que apenas han cambiado desde que, en 1770, el capitán Cook pisara su arena inmaculada, lo suyo es emplear el tiempo en una experiencia memorable: la de navegar en velero o lancha motora por los pliegues secretos de este laberinto de aguas turquesas, cuyos fondos son realmente sorprendentes. Es, además, la mejor manera de descubrir la joya de la corona: la llamada Whitehaven Beach, elegida en varias ocasiones como ‘la playa más bonita del mundo’. Aquí un mar esmeralda acaricia un arenal de seis kilómetros, que, al estar formado de sílice, exhibe la textura del polvo del talco.
Quienes quieran disfrutar del otro gran reclamo de estas islas tendrán que aventurarse en un paseo en helicóptero o hidroavión para divisar Heart Reef, el arrecife corazón, icono del archipiélago. Una curiosa formación que algunas parejas de enamorados sobrevuelan para celebrar San Valentín.
El aperitivo perfecto a la experiencia del buceo en la Gran Barrera son las Whitsunday, pero hay una localidad dedicada en exclusiva a este arrecife: Cairns. Su consagración a los tours que propician las inmersiones se explica por la cercanía de su costa a esta maravilla natural. Por ello, es uno de los puntos de submarinismo más populares del mundo.
Green Island, Fitzroy o Frankland Islands National Park son algunos de los lugares más recomendables desde Cairns, en cuyas profundidades aguardan ballenas, delfines y manatíes, pero también 1500 especies de peces, 400 tipos de coral y 4000 clases de moluscos. Todo en una dimensión tan caleidoscópica que bucear aquí es como sumergirse en una película de dibujos animados.
Buscar el tiburón ballena
Ribbon es el lugar más recomendable para las inmersiones más expertas. Para ello hay que tomar un barco desde Cairns y navegar nada menos que ocho horas. La recompensa será enorme: en esta cadena de diez arrecifes se pueden ver tiburones, barracudas y grandes cardúmenes. Algo similar a lo que ocurre en Osprey, en medio del océano, en un jardín formado alrededor de un viejo volcán. Se trata de palabras mayores, puesto que tanto la profundidad como la dificultad son máximas. Aquí sí está garantizado el encuentro con el tiburón ballena. Pro Dive Cairns (prodivecairns.com) proporciona estas excursiones.
Guía Práctica