Islandia es un libro abierto de geología. Todos los fenómenos de la Tierra están ocurriendo aquí en vivo y en directo. Las fallas se abren, los volcanes erupcionan, los continentes se separan… Y eso lo hace ser un destino único en el mundo por su espectacularidad y su accesibilidad. La mayoría de vuelos desde España llegan al aeropuerto de Keflavík a altas horas de la madrugada, lo que regala el primer guiño amable de la isla: a esas horas de la noche ártica estival la luz que envuelve los campos de lava petrificada adquiere una coloración azul grisácea y un tono tan espectral que crees haber llegado a un planeta en formación. A lo lejos se divisan columnas de vapor procedentes de fuentes geotermales, como las de Blue Lagoon, y siluetas de volcanes dormidos. Una puesta en escena perfecta para que, a los pocos minutos, el viajero se enamore de Islandia sin remedio.
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Reikiavik, la capital más septentrional de Europa, es el inicio obligado de cualquier ruta por el país. Una ciudad moderna y joven, con casas de colores, grandes espacios abiertos y rodeada de una naturaleza que se cuela por sus calles. De hecho, el centro urbano es un lago, el Tjörnin, en torno al cual está el ayuntamiento y la Galería Nacional de Arte. El otro gran espacio urbano es la plaza Austurvöllur, que en realidad es una gran pradera de césped en la que tumbarse en cuanto sale un rayo de sol estival o durante los numerosos conciertos al aire libre que se celebran en ella. Otro sitio por el que se pasará una y otra vez es la calle Laugavegur, peatonal y comercial, donde están la mayoría de tiendas, bares y restaurantes.
La excursión clásica desde Reikiavik es la del Círculo Dorado. Una ruta fácil, de un solo día, que lleva a tres hitos de la naturaleza isleña. El primero es la catarata Gullfoss, de gran impacto visual. Desde allí se sigue al Parque Nacional Thingvellir, importante geográficamente porque está lleno de fisuras producidas por la separación de las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia, y también históricamente, pues aquí tenía lugar, desde el año 930, la reunión anual de los clanes islandeses, el Parlamento vikingo. La ruta termina en Geysir, el lugar que dio nombre a todos los géiseres del mundo.
El tour clásico que rodea la isla discurre por la N1, la única carretera asfaltada que circunvala Islandia. Saliendo por ella desde Reikiavik, la primera parada obligatoria es la catarata de Seljalandsfoss. Posiblemente, Islandia es el lugar con más cataratas espectaculares por kilómetro cuadrado. Muy cerca de Seljalandsfoss aparece Skógafoss, para muchos, la más bella del país. Está junto al pueblo de Skogar y la cortina de agua que cae es tan brutal y continua que nadie ha podido situarse detrás de ella para comprobar si es cierta la leyenda de que un jefe vikingo escondió allí un tesoro.
Luego llega Vik, con sus impresionantes acantilados de Dyrhólaey y sus playas negras, un paisaje soberbio, sobre todo en días grises y ventosos. Y de allí, por un tramo de carretera espectacular y solitario, 141 kilómetros de paisaje volcánico como recién creado, llegamos al Parque Nacional Skaftafell, el mejor lugar de la isla para ver glaciares, hacer senderismo sobre hielo, admirar cascadas y observar a la fauna local. El grueso del parque lo ocupa el glaciar Vatnajökull, el más voluminoso de Islandia y de toda Europa. Lo más recomendable es empezar la visita en el centro de interpretación, donde informan sobre actividades y excursiones.
La carretera N1 continúa rodeando el glaciar Vatnajökull hasta la laguna del Breiðamerkurjökull, el paraje más bello del sur de la isla, pues los bloques de hielo que se desprenden del frente glaciar quedan varados durante meses en esta impresionante laguna. Varias empresas organizan paseos en zódiac entre los icebergs, aunque solo con sentarse en la orilla a disfrutar de la fuerza creadora de la naturaleza justifica el viaje hasta aquí.
No dejes de...
Extender la visita al lejano norte. La mayoría de viajeros se quedan en la costa sur, pero la zona septentrional de la isla también ofrece muchos atractivos que visitar. Por ejemplo, el Parque Nacional Jökulsargljúfur, con otras dos soberbias cataratas: Selfoss y Dettifoss. O el lago Myvatn, con su mágico entorno de fenómenos vulcanológicos: el cráter Viti, la cueva de Grjótagjá –de donde brota agua caliente–, las formaciones de lava de Dímmuborgir y las solfataras de azufre de Námafjall Hverir. También hay que parar en el pueblo más famoso del norte, Húsavík, donde se organizan salidas en lanchas neumáticas para ver ballenas jorobadas y azules, el lugar de Europa en el que hay más probabilidades de poder observar a estos grandes cetáceos.
Guía práctica
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