Tarifa es una bonita localidad amurallada de fachadas blancas donde podemos entretenernos con las vistas desde su castillo medieval de Guzmán el Bueno y saliendo a avistar cetáceos en las aguas del estrecho. La bañan las aguas de un mar y un océano y la acarician dos vientos, poniente y levante, que soplan con fuerza en el extremo más al sur de la península. Por eso, este mítico enclave es el paraíso de los aficionados al windsurf y al kitesurf. Viento, agua y adrenalina se confabulan en la playa de Los Lances, un ancho arco de arena blanca pintado por el color de las velas y cometas que vuelan sobre sus aguas, como también en las de Valdevaqueros, Punta Paloma y Bolonia, las preferidas por estos deportistas de espíritu libre. Abierta a una gran ensenada, esta última, además de para todo tipo de giros y movimientos sobre la tabla, también regala un paseo interminable por sus más de 3 kilómetros de longitud.
UN BAÑO DE CULTURA
A la altura del kilómetro 70 de la N-340 se toma el desvío que, 8 kilómetros después, lleva al conjunto arqueológico de Baelo Claudia. Lo primero, antes de pisar la fina arena de este arenal gaditano, es darnos un baño de cultura en la ciudad romana que alcanzó gran prosperidad gracias al comercio con las colonias del norte de África. Lo descubrimos tras pasar por el centro de visitantes y el museo, y después in situ, siguiendo el itinerario señalizado con paneles informativos por las ruinas (museosdeandalucia.es/web/conjuntoarqueologicobaeloclaudia).
En paralelo a las murallas podemos observar su configuración arquitectónica y la necrópolis, y tras cruzar la puerta Este o de Carteia, sus dos calles principales, el decumanus maximus y el cardo máximo, nos conducen a los espacios más singulares: el foro, la basílica, los templos dedicados a los dioses Juno, Júpiter y Minerva y a la diosa egipcia Isis, el mercado, el teatro, las termas y, sobre todo, las fábricas de salazones, la principal riqueza industrial de esta ciudad marítima.
UNA DUNA DE 30 METROS DE ALTURA
Rivalizando en belleza con las ruinas, la playa de Bolonia, en la que confluyen el azul intenso del océano con el color dorado del arenal, parece inabarcable a simple vista. Caminando en dirección a uno de sus extremos, el más próximo a la punta Camarinal, vemos una enorme duna que ronda los 30 metros de altura y 200 de ancho formada por el ímpetu del viento de levante y que avanza hacia el pinar de pino piñonero repoblado que la rodea, de alto valor ecológico.
Compensa el esfuerzo de subir hasta lo alto y no solo por bajar luego rodando por ella, sino porque cuando llegas a la cima, las vistas sobre el estrecho de Gibraltar y África no tienen precio. Los romanos, que eran unos visionarios, no pudieron elegir mejor zona de baño.
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LA PLAYA DEL CAÑUELO
Un poco más allá, pero cerca, entre la punta Camarinal y los acantilados de Gracia, está la playa del Cañuelo, a la que solo podemos llegar a pie desde el faro Camarinal –originalmente una torre construida por encargo de Felipe II en el siglo XVI–, después de media hora de descenso por un sendero natural entre un mar de pinos, sabinas, lentiscos y enebros costeros. Por eso y porque no se ve a simple vista, esta bella playa, que se extiende a lo largo de 800 metros, resulta casi un secreto que no conviene desvelar.
Aquí está uno de los límites del Parque Natural del Estrecho, que se extiende hasta la ensenada de Getares, en Algeciras. Pero si queremos alargar el recorrido por la costa, desde el Cañuelo seguiremos hacia el norte en busca de esos también largos arenales donde es fácil mantener la distancia. En torno a la bahía de la Plata, están las playas Entre Dos Torres, la de los Alemanes (o Cabo de Plata) y Atlanterra, ya en Zahara de los Atunes, un pueblo con apenas un puñado de calles donde los días se pasan disfrutando del sol, del mar y, claro, cómo no, del atún. Más allá todavía todavía nos aguardan los acantilados de Barbate y Caños de Meca, antes de llegar al faro de Trafalgar, un buen punto y final para rematar una ruta relajada por este tramo de la costa gaditana.
VEJER DE LA FRONTERA
Imprescindible en la ruta visitar este bonito pueblo de casas blancas, calles estrechas y empinadas, con castillo árabe en lo alto y rodeado por una muralla. En su laberíntico trazado urbano también hay iglesias mudéjares, como la del Divino Salvador, y palacios y casonas con cuidados patios. La plaza de España es el principal punto de encuentro de la localidad, siempre animada por sus numerosas tabernas y restaurantes. Otros lugares con encanto son el arco de la Segur, el paseo de la Corredera o la Plazuela. Vejer está en el interior, pero tiene playa, la de El Palmar, con nada menos que de 7 kilómetros de largo y rodeada de naturaleza.
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DÓNDE DORMIR
En Tarifa, en La Sacristía (lasacristia.net), un antiguo edificio del siglo XVII en el corazón de la ciudad reconvertido en una confortable posada que ofrece además un programa de terapias para rejuvenecer cuerpo y mente. En la misma localidad está The Riad Tarifa (theriadtarifa.com), un hotel boutique con un marcado estilo mozárabe en cada una de sus estancias. Los bungalós del cortijo Dos Mares (dosmareshotel.com), en la playa de Los Lances gustan a deportistas del viento o quienes quieres independencia. Y a un paseo de la playa de Bahía de la Plata, en Zahara de los Atunes, está El Cortijo de Zahara (elcortijodezahara.com), con muros encalados, patio empedrado con jazmines y buganvillas y estancias a rebosar de tipismo gaditano. Con piscina y jardines.
DÓNDE COMER
La apuesta de Dani García en la playa de Valdevaqueros se llama BiBo Tarifa (Tarifa, grupodanigarcia.com) y aúna cocina viajera y verano. Cocina tradicional con un toque diferente, parte asiática, parte sudamericana, la encontraremos en La Bonita Tarifa (labonitatarifa.com), en el centro histórico, cerca del castillo. Para cenar de tapeo o en mesa. En Zahara de los atunes está Antonio (restauranteantoniozahara.com), donde comer atún de almadraba preparado de multitud de formas diferentes y lo mejor del mar en primera línea de mar. Otra buena elección es La Breña (hotelbrena.com), un hotel-gastronómico en Los Caños de Meca, que ofrece platos de la zona con un toque de autor.
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