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MEDITERRÁNEO

De norte a sur por la costa levantina haciendo parada en sus imprescindibles


Actualizado 29 de julio de 2021 - 16:47 CEST
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LA CIUDADELA DE PEÑÍSCOLA

Más allá de disfrutar de la playa, que también, en esta localidad castellonense lo primero es recorrer su ciudadela medieval, esparcida entre las peñas de un islote y coronada por una fortaleza cuya historia está íntimamente ligada al Papa Luna. Cruzando alguno de los portales de la muralla comenzamos a subir por las estrechas y serpenteantes calles del casco antiguo descubriendo en el camino casonas señoriales, plazoletas perfumadas por jardines y madreselvas, el gran templo de Santa María y el «bufador», la brecha por la que el Mediterráneo «respira» en días de tempestad. El premio espera en lo alto, donde además del faro, el castillo y la ermita de la patrona se disfruta de unas vistas espectaculares.

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VÍA VERDE DEL MAR

Y llegamos a Benicàssim, donde aparcaremos el coche para seguir la ruta de las villas, un conjunto de medio centenar de palacetes modernistas que son auténticas joyas arquitectónicas de estilo francés. Otro plan saludable es subirnos a una bicicleta y pedalear por la senda litoral que une Benicàssim con Oropesa. Son 11 kilómetros (ida y vuelta) por un agreste entorno, que se recorren sin prisas. En el camino, iremos descubriendo torres vigía, túneles o acantilados mientras se admiran unas vistas excepcionales al Mediterráneo.

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ISLAS COLUMBRETES

Navegando desde Oropesa despuntan a 30 millas en el horizonte los oscuros perfiles de las islas más desconocidas del Mediterráneo. Las Columbretes son un grupo de islotes y escollos volcánicos en torno a una tranquila ensenada, entre los que sobresale la isla Grosa, donde se alza el faro, la única edificación del archipiélago. Su riqueza terrestre no logra ocultar el gran atractivo submarino que se esconde bajo sus aguas cristalinas y que las hace ser un paraíso para los buceadores.

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LA ALBUFERA

La cara más natural de Valencia está a solo unos pocos kilómetros de la ciudad. Un humedal de agua dulce a dos pasos del mar, unidos ambos por golas o canales y separados por una zona de dunas. Con sensibilidad medioambiental, en este entorno podemos podemos dar un paseo en bicicleta por la Devesa del Saler observando a las numerosas aves que nidifican o pasar el invierno en ella, conocer el ciclo del arroz que se cultiva en esta agua, subirnos a una barca en El Saler o El Palmar para navegar por los canales y rematar con un buen arroz en una barraca tradicional.

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PLAYAS DE OLIVA

Pasar el día en las playas de arena fina y dorada, de aguas poco profundas que se extienden a lo largo de más de 8 kilómetros de Oliva es una parada muy tentadora. Las hay casi vírgenes, como la de Rabdells; otras para practicar windsurf, como Les Deveses: bordeadas por una duna, como la de Aigua Morta. Si se quiere alargar la estancia, ahí al lado está el Parque Natural del Marjal Pego-Oliva, el manantial natural de La Font Salada y, en lo alto de una montaña, el castillo-fortaleza de Oliva.

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JÁVEA

La costa de Jávea da para múltiples paradas, especialmente si queremos ir deteniéndonos en cada uno de sus miradores, pues son 15 los puntos estratégicos que regalan vistas maravillosas de este tramo del litoral alicantino. Estamos en pleno Parque Natural del Montgó, donde también se ven antiguos molinos de viento. El mirador del Portixol, el Cap Negre, el cabo de la Nao y el mirador de la Granadella, asomado a una de las playas más hermosas del litoral levantino (en la imagen) son algunos de los más estratégicos.

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CALPE Y PEÑÓN DE IFACH

El peñón de Ifach, el acantilado más alto del Mediterráneo, vigila esta localidad que ha ido creciendo a ambos lados de la gran roca que es una de las imágenes más conocidas de la Costa Blanca. Las vistas desde el peñón, las playas y calas de arena fina, los restaurantes del puerto pesquero y los vestigios del pasado en el casco antiguo son algunos de los motivos para una parada con tiempo en la ruta.

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ALTEA

Desde siempre, artistas y artesanos han sentido atracción por este pueblo entre el mar y la montaña. Altea deslumbra desde mucho antes de llegar a ella, porque está abierta a una bahía y por la icónica cúpula azul y blanca de su iglesia parroquial brillando en lo alto. Desde esta atalaya sobre el Mediterráneo se vislumbran las pequeñas y hermosas calas y playas que se suceden por un litoral plagado del mismo encanto blanco que guarda su casco antiguo, de sabor morisco, con callejuelas empinadas, coquetos restaurantes y mil perspectivas.

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VILLAJOYOSA

Y llegamos a este pueblo de la comarca de la Marina Baixa alicantina que todo el mundo como La Vila. Abierto al mar, de tradición pesquera y chocolatera, tiene su imagen más conocida en el barrio del Arsenal, con las fachadas de las casas del antiguo barrio de pescadores pintadas de colores.

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LAGUNA SALADA DE LA MATA Y TORREVIEJA

El Parque Natural de la Mata-Torrevieja es un espacio protegido alicantino poco conocido que merece una parada. Tiene dos lagunas saladas, la de Torrevieja y la de la Mata, con aguas de colores llamativos gracias a su marcada salinidad. Podemos empezar el recorrido por él en el Centro de Interpretación, en la localidad de La Mata, donde recoger información sobre las diferentes rutas, bien señalizadas, que pueden hacerse. Para pasar una jornada en la naturaleza hay zonas de pícnic, miradores desde los que observar las aves acuáticas y la vegetación de la zona y una de las mayores poblaciones de flamencos de España.

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