El Camino Portugués entra en España por Tui, después de salvar el ancho Miño por un hermoso puente de hierro decimonónico que no fue obra de Eiffel, como repiten todas las guías, sino del ingeniero riojano Pelayo Mancebo y Ágreda. Este estupendo mirador sobre el río une la localidad con la portuguesa Valença do Minho. En Tui es un placer antiguo pasear por las rúas, callejas y pasadizos (todos peatonales) del casco histórico, que conserva restos de las murallas medievales. Y ver su catedral, un imponente templo que semeja un castillo, en el que deslumbra la portada, el claustro y las vistas desde la torre de Soutomaior y desde el mirador ajardinado.
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GRANITO Y ROSQUILLAS EN PORRIÑO
Porriño es el final de la primera etapa. Este municipio es famoso por su granito (alberga las mayores canteras del planeta) y, en particular, por su variedad rosa, que se exporta a todo el mundo. Lo que no sabe mucha gente es que es la cuna del arquitecto Antonio Palacios, el autor del Casino y del Palacio de Comunicaciones de Madrid. En Porriño dejó varias muestras de su genio: el Palacio Municipal, el templete de la Red de San Luis, la fuente de O Cristo y la farmacia Palacios, diseñada en 1912 para su hermano. De esta población, lo mejor para llevarse de recuerdo en la mochila son unas rosquillas de la confitería Porriño (Ramón González, 53), que pesan menos que el granito y están deliciosas.
CAMINO DE PONTEVEDRA
Después de pasar por Redondela y por el puerto ostrero de Arcade, la ruta jacobea atraviesa Pontevedra. Pocos lugares tan evocadores a lo largo del Camino Portugués como el casco antiguo de la capital, con sus plazas de reminiscencias gremiales: la de la Verdura, la de la Leña, la de Ferrería... Parada obligada de todos los caminantes es la iglesia de la Virgen Peregrina, patrona de la ciudad, que tiene planta en forma de vieira y, como pila de agua bendita, una enorme concha. Aunque el mejor ejemplo de arquitectura religiosa de la ciudad es la basílica de Santa María. De la ciudad se sale por el puente del Burgo, cerca del cual se ven las ruinas de una mansión romana y un miliario de la vía XIX, la calzada que sirvió a los primeros peregrinos portugueses para ir a Santiago.
LA FUENTE DE AS BURGAS
En Caldas de Reis (la Aquis Celenis de los romanos), los peregrinos, que llevan ya 75 kilómetros de camino, sumergen sus pies en la fuente pública de As Burgas, cuyas aguas hipertermales que manan a 48 grados dicen que son mano de santo. Además de un lavadero tradicional, de agua caliente y medicinal, también manan en dos históricos balnearios: el Dávila (balneariodavila.com) y el Acuña (balnearioacuna.com). A la entrada de la población se alza la iglesia románica de Santa María de Caldas y al final de la Rúa Real, el precioso puente medieval Bermaña.
PADRÓN
El penúltimo hito del Camino Portugués tomó su nombre del Pedrón al que la tradición asegura que fue amarrada la barca (también de piedra) que trajo el cuerpo del apóstol tras su martirio en Jerusalén y que hoy se custodia en la iglesia de Santiago. Padrón es también el recuerdo de la poetisa Rosalía de Castro, cuya casa se debe visitar en la aldea de A Matanza; y de Camilo José Cela, que está enterrado en el precioso cementerio de la parroquia de Iria Flavia, a la sombra de los olivos milenarios y las torres de la colegiata románica. De Padrón a Santiago hay un último trecho de 25 kilómetros. En total, desde Tui, son 118 kilómetros de camino, que se recorren cómodamente en seis etapas.
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POR LA COSTA
Unos cuantos kilómetros más (159) tiene el denominado Camino Portugués de la Costa, que en lugar de arrancar en Tui, lo hace en A Guarda, en la desembocadura del Miño, y discurre pegado al mar por los municipios de O Rosal, Oia, Baiona, Nigrán, Vigo y Redondela, donde se junta con la ruta tradicional para seguir por ella hasta Compostela. Exige invertir dos días más (8 etapas), pero el paisaje es infinitamente bello y cuando uno se cansa de andar, se puede dar un chapuzón en el salvaje Atlántico.
Algunos de los lugares por los que pasa el camino costero, como Baiona o Vigo, son destinos turísticos famosos. Otros, en cambio, conservan el aire agreste y morriñoso de la Galicia de antaño. Es el caso del monasterio de Oia, un cenobio cisterciense cuyas ruinas miran melancólicas al mar junto a un puertecito donde los pescadores secan capazas (pequeños tiburones) al sol. Y es el caso del cabo Silleiro, cerca de Baiona, cuyo faro blanquirrojo domina un inmenso panorama: desde las islas Cíes, en la boca de la ría de Vigo, hasta el monte de Santa Trega, a tiro de piedra de Portugal.
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CASTRO SANTA TEGRA
Al monte de Santa Trega (Santa Tecla), en A Guarda, hay que subir para visitar el castro homónimo, que es el mejor y más impresionante testimonio de la cultura galaico-romana. Un poblado amurallado de 700 x 300 metros, salpicado de ruinas circulares, donde vivieron unas 4000 personas entre los siglos I antes de Cristo y I después. En la cima hay un pequeño museo y unas vistas de escándalo, sobre todo al atardecer.
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ALOJAMIENTOS EN EL CAMINO
En Tui, A Torre do Xudeu (atorredoxudeo.es) es un encantador hotel que ocupa una casona del siglo XVIII del casco histórico, con jardín. La antigua residencia de los Condes de Maceda acoge el Parador de Pontevedra (parador.es), un palacio en pleno casco antiguo, con restaurante de cocina tradicional. A las afueras de Padrón, en A Casa Antiga do Monte (acasaantigadomonte.com), un hotel rural con piscina, jardín y restaurante de cocina casera.
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LA BUENA MESA
Con vistas al Miño, la Tapería La de Manu (Calvo Sotelo, 40), en Tui, ofrece tapeo abundante y de calidad a buen precio: tortilla con chorizo, zamburiñas, postres caseros… Sencilla y célebre desde hace más de medio siglo por su pulpo,
Casa Fidel-O Pulpeiro (opulpeiro.es), en Pontevedra. En Padrón, A Casa dos Martínez (Longa, 7) es un pequeño y acogedor local donde se sirve una excelente cocina gallega de mercado, mucho más elaborada de lo que es habitual en la zona. En temporada, claro, no faltan los pimientos de Padrón.
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