Jorquera suele estar a menudo incluido entre los 10 pueblos más bellos de Albacete, y no nos extraña. Solo por su ubicación, asomado a lo más alto de una imponente atalaya, a cuyo alrededor se retuerce el cauce del Júcar, es suficiente para entenderlo. Sus aguas azul turquesa, de un tono tan intenso que llega a parecernos incluso sobrenatural, atrapan de la misma manera que lo hace el paisaje salvaje de alrededor.
Pero la primera impresión de este pueblo llega mucho antes incluso de que pongamos los pies en él. La carretera AB-880 se pierde en curvas y más curvas al amparo de estampas sobrecogedoras cuando de repente, sin esperarlo, aparece el mirador de Jorquera. Allí deberemos abrir bien los ojos, inspirar fuerte el aire puro y esforzarnos por capturar en la retina la inigualable imagen que ofrece.
CASAS ROZANDO EL ABISMO
Con poco más de 350 habitantes, Jorquera invita a recorrer sus coquetas calles, tranquilas y solitarias, sin rumbo, perdiéndonos entre los recovecos que desprenden el encanto de esas villas con mucho que contar, de esos pueblos cuyas calles son pura historia. Su época de esplendor se remonta, en este caso, al periodo musulmán, y para comprobarlo tan solo hay que fijarse en su estructura.
La imponente fortaleza amurallada que rodea Jorquera, con varios recintos defensivos de la época almohade, fue levantada en el siglo XII y entrelaza con la zona inferior, donde en torno a la Torre de Doña Blanca se halló la zona cristiana. Según se cuenta, en los aposentos del histórico castillo llegó a hospedarse el mismísimo Cid Campeador cuando se dirigía a Valencia.
Da cierto vértigo comprobar cómo las casas fueron edificándose en el límite de la atalaya, hasta el punto de rozar el abismo. Algunas zonas del cañón alcanzan los 200 metros de altura, y, sin embargo, todo parece estar en perfecta comunión con el entorno. Entre callejuelas descubrimos uno de los emblemas monumentales de la localidad, la iglesia de la Asunción, de estilo gótico, aunque con algunos elementos renacentistas. No logramos contenernos y nos adentramos a curiosear sus entrañas, parándonos en detalles como el techo de la capilla lateral o el altar mayor.
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De nuevo en el exterior, y a solo unos pasos, nos topamos con el ayuntamiento, seguido de la Casa del Corregidor, un edificio barroco con el escudo del marqués de Villena en su fachada, buena muestra de las labras heráldicas que lucen otras muchas casas: la de los Tomás-Alarcón, la de los Ortega….
Más abajo, dirigiendo nuestros pasos hacia la ribera del Júcar, una última parada de esas que marcan el viaje: el santuario de la Virgen de Cubas, dedicado a la patrona de Jorquera y singular porque está excavado en parte en la roca. ¿Una curiosidad? La higuera en la que, según cuenta la leyenda, la Virgen se le apareció a un pastor local, aún existe.
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PARADA Y FONDA
Como no hay mejor manera de conocer las tradiciones culinarias de un destino, que saboreándolas. En Jorquera, el restaurante La Playa concentra todo lo que necesitamos para ser felices: un ambiente familiar, una carta que destaca por sus deliciosos arroces y pulpo, y vistas a la playa de Jorquera (esto es, a la zona de baño del Júcar).
Y como tanto el comer como los baños en sus frescas aguas dan sueño, lo siguiente que hacemos es check-in en uno de los alojamientos más exclusivos y singulares de la zona. Para ello ponemos rumbo al corazón del Espacio Natural Protegido Hoces del Río Júcar, donde, a apenas 12 minutos en coche por una carretera que avanza en paralelo a los meandros del río, se halla el Resort XUQ Lomas de Ruvira (xuq.es).
Este «refugio para las personas, el mobiliario, el diseño y el arte», como ellos mismos se definen, es el proyecto de los jóvenes Víctor Pinedo y Fernando Monteagudo, que apostaron hace años por dar forma a un conjunto de milenarias casas-cueva cuyo diseño interior deja sin palabras. Lo exclusivo, en este espacio, no solo se da por lo inusual de su ubicación, pues las habitaciones están excavadas en la roca, sino también por el estudiado diseño presente en cada rincón, en cada detalle.
Bioclimáticas y acogedoras, pintorescas y repletas de sorpresas en cada habitación, cada una de las siete casas-cueva es única y especial. En todas tiene cabida el arte y la magia, que se disfrutan siguiendo una filosofía eco-slow fundamental para sentir la experiencia de verdad. ¿Lo mejor de todo? El universo exterior de XUQ, XUQ Landscape Club, que cuenta también con espacios comunes en los que disfrutar del contacto con la naturaleza. Ya sea con un chapuzón en las aguas del Júcar en su particular XUQ Beach, nadando entre nenúfares en su piscina natural, o tumbados con un libro en cualquiera de las camas balinesas repartidas por sus exóticos jardines, querremos quedarnos a vivir aquí.
EN PIRAGUA POR EL JÚCAR
Con un paisaje y un paraíso natural de este calibre, la práctica de deportes de aventura es de lo más variada. Aunque con base en la cercana Alcalá del Júcar, la empresa Turiaventura (turiaventura.es) ofrece todo tipo de experiencias también en torno a Jorquera, empezando por rutas a caballo por el Valle del Júcar y abarcando hasta paddle surf o piragua por el río. Aunque, si lo que queremos es una experiencia más adrenalítica, nada como enfundarnos el casco y el neopreno y animarnos con rafting en las aguas bravas del río Cabriel.
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Para los aficionados al senderismo, Jorquera y sus alrededores significa el absoluto paraíso. Nosotros apostamos por una opción sencilla y apta para todo tipo de perfiles: la ruta circular que, durante 4 horas (o lo que es lo mismo, 12 kilómetros), comienza y finaliza en la localidad. En su mayor parte discurre en paralelo al Júcar y atraviesa paisajes de lo más diversos: calzadas romanas, huertas, impresionantes cortados e incluso La Recueja, un coqueto pueblo de la comarca de La Manchuela. Para coronar la experiencia, eso sí, un merecido chapuzón (sí, otro más) en las apetecibles aguas del Júcar. Un final de lo más gratificante (¡y natural!) para nuestra escapada. ¿Qué más se puede pedir?