Al dejar atrás Marrakech, el rojo de la capital del sur se transforma en el ocre del adobe de las alcazabas y pueblos fortificados que defendían en otro tiempo la antesala del desierto. Antes de alcanzarla se deberán atravesar las cimas del Gran Atlas. En ese constante sube y baja por los pliegues de sus montañas se descuelgan los poblados de los bereberes. Ellos ya habitaban el Magreb antes de la llegada de los árabes, pero tras su invasión, a partir del siglo VII, fueron retrocediendo hacia zonas tan inaccesibles como esta para seguir siendo libres. Y allí siguen, con sus huertos, sus rebaños y un sentido del honor y la hospitalidad que no son de este mundo.
Telouet, la primera gran kasbah tras los 2260 metros del paso de Tizzi-n-Tichka, fue residencia oficial de Thami el Glaoui, Pachá de Marrakech, Señor del Atlas y hábil camarada de los franceses durante el Protectorado, que construyó edificios ricos en artesonados y revestimientos de estuco y mármol. Medio en ruinas hoy, este palacio de barro, que parece sostenerse por el orgullo de su pasado esplendor, no podría regalarnos mejor arranque para nuestra ruta.
Imposible precisar dónde empieza y acaba exactamente la ruta y cuántas de estas ciudadelas atesora el sur de Marruecos. Dicen que más de mil. A primera vista, todas se parecen: una planta cuadrada ocre rojizo, con su ornamentada torre vigía en cada esquina y hasta cinco pisos que, salvo en las más palaciegas, solía habitar una única familia. Sin embargo, ni siquiera Telouet se asemeja a otras kasbahs vecinas también de la familia El Glaoui, como Tifoultoute, Tamdakht o la muy rehabilitada de Taourirt.
Muy distintas también, la media docena de ciudadelas de la aldea de adobe de Aït Ben Haddou, a la que llegar desde Telouet siguiendo una antigua ruta caravanera, si el estado de la pista lo permite y se cuenta con un vehículo todoterreno. En el ksar más fotografiado del sur marroquí, Ridley Scott rodó parte de Gladiator, Oliver Stone hizo lo propio en Alejandro Magno, y en Juego de Tronos fue la ciudad de Yunkai. En este fantasmal decorado apenas resisten un puñado de familias, pues el adobe exige continuas reparaciones, por lo que los bereberes, como en tantas esquinas de estas geografías, hace tiempo que se construyeron una casa nueva al otro lado del río.
Aunque antes de Ouarzazate se avistan algunas de las kasbahs y los ksour más monumentales, lo mejor está por llegar. En este pueblo, reactivado por sus hoteles, su aeropuerto y sus dos estudios de cine, se alza la mencionada y muy visitada Taourirt. Con menos nombre, muchas otras arquitecturas de adobe aguardan en los siguientes 250 kilómetros rumbo a las dunas de Merzouga, avanzando entre secarrales moteados por el verdor de los oasis, los dentados perfiles nevados del Gran Atlas a la izquierda y los más suaves del macizo Djebel Saghro a la derecha.
En Skoura es muy recomendable visitar la restaurada ciudadela de Amridil, aunque su palmeral esconda un centenar más. Otra parada obligada, los campos de rosas de El Kelaa, antes de tomar el desvío a las gargantas del Dadés, cuyos pueblos fortificados se asoman a los riscos en un paisaje rojo y marciano realmente espectacular. Como también lo es el cañón del Todra, que encontraremos poco después, con sus paredes como un rascacielos a la vera de un riachuelo alimentado por los deshielos del Atlas, y, muy cerca, la estampa bíblica del palmeral de Tineghir, coronada por las ruinas de otra de las ciudadelas de El Glaoui.
Ya después de ksour preciosos como El Khorbat o Goulmina, vuelven a imperar los pedregales desnudos de la hammada o desierto de piedra. Más allá atraen las dunas de Merzouga o, de haber enfilado desde Ouarzazate al sur por el valle del Draa, las de Zagora, donde un cartel reza amenazante: A Tombuctú, 52 días en camello.
No dejes de...
Hacer noche en el desierto. Tras los pueblos saharianos de Erfoud y Rissani, las dunas de Merzouga o Erg Chebbi pasan del dorado al rosa cuando, al atardecer, se avanza sobre ellas a lomos de un dromedario, un quad, un todoterreno e incluso una tabla de surf. Por aquí dan cobijo los campamentos beduinos con sus jaimas y el calor de sus hogueras. Desde Ouarzazate rumbo al sur, cerca de Zagora, también hay dunas próximas a Marrakech, pero más pequeñas.
Guía práctica
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