Una lápida con unos versos grabados de El Libro del Buen Amor ante la iglesia de Sotosalbos sirve para recordar la especial vinculación de Juan Ruiz, poeta español del siglo xiv, conocido popularmente como el Arcipreste de Hita, con esta localidad –de la que se cree que llegó a ser párroco– y otros lugares de la sierra segoviana. También sirve para arrancar un viaje que discurre, entre lo literario, lo gastronómico y lo paisajístico, por algunos de los rincones más auténticos de la provincia, Sotosalbos entre ellos. Su iglesia, por ejemplo, es uno de los edificios románicos más antiguos. Desde luego, estampa tiene, y, en cualquier caso, basta echar un vistazo a la colección de capiteles que rematan las columnas de su atrio para no olvidarse de ella nunca más. También merece atención la visita a su interior, con un pequeño museo en el que se han reunido interesantes piezas románicas de la zona.
Hace ya muchas décadas que los buscadores de escenarios de película descubrieron en Pedraza un filón. La estampa de su plaza Mayor, a la que se abren recios soportales y grandes balconadas, vale igual para una cinta ambientada en la Edad Media que para un anuncio de la lotería de Navidad. Y no es el único rincón fotogénico del pueblo. El secreto está en el magnífico estado de conservación de su arquitectura y en el esmero que le ponen sus vecinos. Es así como consiguieron, en 1996, poner en marcha los Conciertos de las Velas que acabaron inscritos en el Libro Guinness de los Récords. Hoy son un acontecimiento ineludible cada verano, cuando el pueblo se ilumina con 26.000 velas. Durante un paseo por él también hay que descubrir la Cárcel de la Villa –museo y sede de la oficina de turismo–, el castillo que enamoró a Zuloaga o la Casa del Águila Imperial, en la antigua iglesia de San Miguel.
Antes de alcanzar Prádena merece la pena tomar el desvío que acerca hasta Navafría. En cualquier época del año, los frondosos pinares que se extienden por esta zona del piedemonte serrano brindan la posibilidad de mil y un paseos por sus caminos. Pero Navafría es famosa, sobre todo, por poseer uno de sus rincones más espectaculares y visitados, mucho más cuando aprieta el calor: el Chorro, un largo tobogán de aguas frescas en torno al que se localiza un área recreativa con piscinas naturales y otros servicios. También por haber conservado un martinete (o martillo pilón), ese ingenio hidráulico dedicado a batir el cobre.
Prádena, por su parte, de lo que presume es de una joya botánica también superviviente de tiempos pasados. En este caso, un bosque de acebos hasta el que se llega sin problemas por un sendero señalizado a la entrada del pueblo. Su otro gran secreto se esconde bajo la tierra: la Cueva de los Enebralejos, una espectacular cavidad cuya gran particularidad, además de la belleza de sus formaciones, es que sirvió como lugar de enterramiento y ofrendas para pobladores de hace 4000 años.
El camino hasta Sepúlveda pide una inevitable parada, al menos para hacer una foto, al llegar al cruce de la carretera que preside el majestuoso castillo de Castilnovo. El mirador de Zuloaga es otro alto inevitable. Y es que no puede haber mejor balcón para contemplar el laberinto de calles escalonadas y el despuntar de iglesias en Sepúlveda. El detalle pormenorizado de lo que puede hacerse en esta hermosa población encajada entre los ríos Duratón y Caslilla es prolijo, pero, baste como nota, que solo lo que se cocina en sus figones ya sirve de excusa para acudir a la villa. Las otras delicatessen de su rico menú son acercarse a la ermita de Nuestra Señora de la Peña y asomarse a los balcones de su entorno, la iglesia de Santiago, el Museo de los Fueros o el recorrido senderista de los Dos Ríos.
De postre, no puede concebirse nada mejor que disfrutar de un hermoso atardecer en una de las curvas más enrevesadas de cuantas dibuja el Duratón en Segovia: la que preside, en un paraje envuelto por la magia y el continuo vuelo de los buitres, la ermita de San Frutos, el rincón más visitado del Parque Natural de las Hoces del Duratón.
No dejes de...
Navegar en piragua por las Hoces del Duratón. Es una de las mejores maneras y más apetecibles de apreciar la auténtica dimensión de este cañón de paredes calizas, que en algunos puntos alcanzan los 100 metros. Se pueden alquilar con empresas como Bocanada (duratonaventura.com) o Situral Aventura (situral.com). Esta actividad tranquila permite, por ejemplo, acercarse hasta las ruinas del monasterio de la Hoz, en lo más profundo del cañón.
Guía práctica
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