Como Ulises en su eterna Odisea, descubrir hoy este archipiélago es viajar en busca del mito. Parte de las peripecias del poema épico tuvieron lugar en esas islas posadas sobre el azul cobalto del mar Jónico, a las que los versos de Homero situaron por primera vez en el mapa. Tres milenios después, la Grecia más auténtica pervive aquí, donde el héroe emprendió su última aventura, mientras la sufrida Penélope tejía y destejía en su espera.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Por sus aguas casi siempre en calma, por el viento mistral que las azota y por la cercanía a la península, las islas Jónicas son ideales para navegar en velero, si no se opta por ajustarse a los barcos de línea que enlazan entre ellas. Para ello existen compañías que ofrecen travesías con o sin patrón y que permiten diseñar un viaje a la medida.
El puerto de Preveza, en el oeste de la costa continental, suele ser el lugar de embarque para estos trayectos que arrancan en Corfú, donde cuentan que Ulises, antes de regresar a su patria, encontró asilo tras un naufragio. No pudo elegir un lugar mejor, puesto que esta isla, una de las mayores del conjunto, es un auténtico vergel: olivares, bosques de cipreses y huertas compiten con bahías en las que toman asiento playas de ensueño. Es también el rincón en el que aspirar una armoniosa mezcla italiana, francesa y británica, fruto de sus años de ocupación. Especialmente en la capital, apodada Kastropolis, donde la actividad estrella es disfrutar de la gastronomía.
En Corfú no hay que perderse el monte Pantokrator, en el norte, y las pintorescas aldeas que salen al paso mientras se accede al convento del mismo nombre, erigido en la cima. Tampoco Paleokastritsa, en la costa occidental, con altos barrancos, pequeñas calas y un pueblo delicioso. Ni el palacio de Achilleion, en el sur, que fue la residencia estival de la emperatriz Sisi . De nuevo en el barco, merece la pena acercarse al cabo Drastis para admirar las formaciones rocosas que dibuja el litoral.
Otra idea muy recomendable es realizar una bonita caminata, pues las islas que conforman el archipiélago de las Jónicas son las más verdes de todo el territorio griego y esto favorece la práctica del senderismo por sus interiores frondosos. Aunque en todas ellas se pueden emprender agradables recorridos, el más destacado es The Corfu Trail, que cruza la isla de punta a punta en un trayecto que lleva entre ocho y doce días abarcarlo y va atravesando magníficos paisajes.
Así ponemos rumbo a Cefalonia, previo paso por Paxos y Antipaxos, dos joyas de pura esencia mediterránea repletas de cuevas marinas donde el agua nunca fue tan azul y por las que es posible adentrarse navegando. Con apenas tres pueblos marineros –Gaios, que hace de capital, Lakka y Loggos–, algunas buenas playas de aguas transparentes, como las de Harami, Kanoni o Voutoumi, la calma en estas diminutas hermanas está más que asegurada. También es así en Lefkada, la siguiente isla en aparecer, cuyos fértiles campos se extienden a los pies de picos que rebasan los mil metros de altitud, mientras las playas de postal tapizan la costa oeste. Apetece explorar su espina dorsal, con sus típicas poblaciones entre viñedos, pero aguarda cerca otra de las islas mayores del archipiélago: la que debe su nombre a Céfalo, que, según la mitología, fue el bisabuelo de Ulises.
Cefalonia tiene los ingredientes de todo territorio inolvidable. Playas espectaculares como Myrtos, enmarcada por acantilados blancos, un rico patrimonio cultural e histórico con ruinas romanas sin excavar, una cordillera majestuosa tapizada de vegetación y pueblos resplandecientes como Fiskardo, al que se conoce como el ‘Portofino griego’.
Si el viento es favorable, podemos navegar directamente hacia Zante, la más meridional de las Jónicas, famosa por ser el hábitat de la tortuga boba en la bahía de Laganas, que es un parque marítimo nacional. Una isla más urbanizada, pero que posee algunos rincones salvajes, como la playa de Navagio, que confirma las palabras del poeta Solomós: “Estos parajes son capaces de hacerte olvidar los Campos Elíseos”.
No dejes de...
Rematar el viaje en Ítaca . Así lo hizo también el héroe homérico después de 20 largos años. Aquí se cierra la leyenda entre acantilados cortados a pico, calas de guijarros, escarpados pasos de montañas y pueblos de pescadores con monasterios bizantinos. La fuente de Aretusa, la cueva de las Ninfas o la bahía de Dexa (escenarios de La Odisea) ponen el colofón mítico a esta isla que, para muchos, simboliza el camino de la propia vida.
Guía práctica
Guía práctica