Cumbres altísimas, glaciares, bosques, ríos y uno de los conjuntos más importantes conjuntos de ibones (lagos) del Pirineo. Con este panorama, el valle del Tena, en pleno corazón del Pirineo aragonés, es un paraíso para amantes de la naturaleza y el turismo activo. Desde Sabiñánigo hasta el puerto de El Portalet, en la frontera con Francia, este entorno que recorre el río Gállego ofrece infinidad de opciones.
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Aparte de su lado natural, el valle también reúne un singular patrimonio arquitectónico y cultural que sus habitantes han sabido conservar intacto a lo largo de los años. Ahí están sus grandes casonas de piedra, con empinados tejados de pizarra y escudos tallados en las fachadas, pero también puentes romanos y medievales y un excepcional conjunto de pequeñas iglesias de estilo mozárabe (también conocido como románico-lombardo), que conforman la llamada Ruta del Serrablo.
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Tomando Biescas como punto de partida, una desviación nos irá descubriendo esos 15 valiosos templos levantados desde mediados del siglo X y hasta finales del XI en la margen izquierda del río Gállego. En todos veremos unas características de construcción especiales y únicas: arcos de herradura y marcos a modo de alfices en puertas y ventanas, airosas torres y unos singulares ábsides decorados.
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Por la N-260 llegamos a la ermita de San Bartolomé de Gavín, la primera de la ruta, que descubrimos en medio del monte y con una de las mejores torres del conjunto, decorada en su parte alta por motivos circulares y rosetas decorativas. En esta misma localidad están los restos del antiguo monasterio de San Pelay, aunque otros, como el ábside, los podemos ver en el parque de Sabiñánigo. Más allá está la de San Miguel de Otal, que sobresale por su proximidad a las fórmulas constructivas lombardas.
De Gavín parte una pequeña carretera que lleva hasta el pequeño pueblo de Espierre, grande en arte, porque además de su iglesia románica conserva dos ermitas mozárabes, aunque en ruinas, son las de Santa María y la de San Juan. Muy próximas se encuentras la de Santa Eulalia de Orós Bajo –donde destaca su ábside de arquillos ciegos– y la de San Martín de Oliván, en el centro del pueblo, que pese a sus posteriores transformaciones sigue siendo otro de los ejemplos más destacados del conjunto.
Tras pasar por Susín para admirar en un hermoso paraje su iglesia de Santa Eulalia –más allá está Basarán, donde se levantaba otra iglesia del conjunto que fue trasladada a Formigal–, la ruta hace parada en San Juan de Busa, que posiblemente fue la iglesia parroquial de un poblado medieval desaparecido y que llama la atención porque no tiene torre y los motivos ornamentales de su portada están sin rematar. A poco más de 1 kilómetro de esta, San Pedro de Lárrede pasa por ser el ejemplo más representativo del grupo de iglesias, con una esbelta torre, ábside arquetipo, con ventanas geminadas con arcos de herradura y, en su intrior, planta de cruz latina y bóveda de cañón.
El itinerario nos llevará después a las de San Andrés de Satué, San Martín de Latas –casi a las puertas de Sabiñánigo–, Nuestra Señora del Pilar de Sardas, Santa María de Isún de Basa, con otro buen testimonio de este arte del primer románico en el Pirineo oscense. San Juan de Orús, San Martín de Arto, San Miguel de Latre y San Pedro de Lasieso, perteneciente a un conjunto monacal fundado a mediados del siglo XI es la penúltima parada antes de ir a parar a Guarguera, donde admiraremos la solitaria y pequeña iglesia de San Martín de Ordovés.
LA VISITA
Las iglesias se pueden visitar por libre, porque lo más singular de ellas está en el exterior, pero todos los sábados se organizan visitas guiadas a algunas de las más sobresalientes, tomando como punto de partida el Centro de Interpretación de Lárrede. Reservas en: iglesiasdeserrablo@gmail.com. Precio: 3 €.
Y MÁS ROMÁNICO
Más arte románico descubriremos en Jaca y en su catedral, cuyo museo diocesano alberga una amplia colección de pinturas románicas y góticas (diocesisdejaca.org); y también en el monasterio románico de San Juan de la Peña, excavado en roca. En el camino a este, el monasterio de Santa Cruz de la Serós y la iglesia de San Caprasio, excelente ejemplo de la arquitectura lombarda.
Pero el arte no acaba aquí, pero ahora en dos museos próximos imprescindibles: el de Dibujo, situado en el castillo de Larrés (muddi.es), y el de Artes Populares del Serrablo (museo-orensanz-serrablo.blogspot.com), en Sabiñánigo.
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DÓNDE DESCANSAR EN LA RUTA
En Biescas, en Tierra de Biescas (hoteltierradebiescas.com) es un moderno complejo hotelero con jardines, piscina, spa y restaurante de cocina creativa. Otra buena elección es Villa Virginia (hotelvillavirginia.com), un cuatro estrellas de habitaciones acogedoras y funcionales con spa.
DISFRUTAR A LA MESA
La gastronomía es parte importante de la cultura del valle de Tena. Una mezcla de la cocina de montaña y la tradicional aragonesa, con un toque propio de la zona. En las mesas de sus restaurantes podemos probar las migas con uva y tomate, el pastel de setas, patatas encebolladas, los espárragos montañeses o el melocotón con vino viejo. En Gavín está Casa Diego (asadorcasadiego.com), cuya especialidad son los guisos y las carnes a la brasa, y en Biescas, Casa Ruba (casaruba.com), un hotel-restaurante centenario de cocina tradicional.
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