Más allá de Bratislava, su vibrante capital, y de las encantadoras poblaciones que guardan las huellas de su pasado, lo más cautivador de Eslovaquia es su privilegiada naturaleza, con el fluir del Danubio a lo largo de más de 170 kilómetros y los majestuosos Cárpatos al norte. Montes por los que discurren innumerables rutas, enmarcadas siempre por unos picos que alcanzan su cota más abrupta en Los Tatras, la cordillera compartida con Polonia.
Spis despertó hace no mucho como foco turístico, impulsada por sus parques nacionales y por sus pintorescos entramados urbanos, como el de Levoca, declarado Patrimonio Cultural, que encierra un interesante conjunto gótico, barroco y neoclásico articulado en torno a una gran plaza.
Cerca, y siguiendo el rastro a los monumentos de la zona, no hay que perderse el castillo de Spis, también en la lista de la Unesco, cuyas ruinas en la cresta de un promontorio le convierten en una de las fortalezas más impactantes de Centroeuropa. Nada que ver con el de Stará L’Ubovna, al norte de la región, que está concebido como un museo (sus salas acogen una exposición sobre la historia eslovaca) y exhibe una torre cilíndrica al más puro estilo de los cuentos de hadas.
Después de visitar estas joyas es hora de sumergirse de lleno en la naturaleza. Para eso está el Parque Nacional de Pieniny, el menor de los nueve que existen en el país, pero no por ello menos valioso. Emplazado en el extremo norte, su inalterado paisaje es toda una lección terapéutica para el cuerpo y el alma. Aquí encontramos múltiples opciones de senderismo, aunque la ruta más frecuentada es la que acompaña el cañón del río Dunajec, frontera natural con el país vecino. En este camino de 7,5 kilómetros de largo no solo saldrán al paso valiosos ejemplares de flora autóctona, también, con un poco de suerte, muchas de sus especies de fauna, con 766 tipos de mariposas y más de 200 vertebrados, entre los que destacan los linces y las nutrias.
Pero lo que nadie debe perderse en una visita a este parque es un paseo en balsa por las apacibles aguas del río. Nada de adrenalina ni de velocidad arriesgada. A cambio, y a lo largo de nueve kilómetros, un maravilloso despliegue natural al ritmo que marcan alegres balseros, ataviados con trajes tradicionales (camisas blancas, chalecos bordados), en la que se irán descubriendo rocas de formas diversas, saltos moderados como el de Lanoski y vistas a la montaña de las Tres Coronas, la más espectacular del parque, a la que se puede subir en apenas una hora y media.
Visitar alguna de las iglesias de madera de los Cárpatos es otro de los imprescindibles en una ruta por este país centro europeo. Se trata de un conjunto de nueve templos construidos entre los siglos XVI y XVIII y desperdigados por los montes que la Unesco ha incluido en su lista del Patrimonio de la Humanidad. Son los de San Francisco de Asís en Hervartov (el más antiguo), el de Todos los Santos de Tvrdosin, el de Kezmarok, Lestiny... cuya particularidad radica en estar construidas completamente con troncos (y sin clavos) y en sus coloridos interiores decorados con iconos y murales.
MUY PRÁCTICO
Aunque Ryanair tiene vuelos directos desde Madrid a Bratislava, una opción muy común para acceder a Eslovaquia es hacerlo a través de Budapest, a donde Wizzair vuela sin escalas a precios muy interesantes. Una vez en la capital húngara se puede llegar por carretera en apenas un par de horas, para lo que habrá que alquilar un coche en el mismo aeropuerto. Otra posibilidad es volar a Viena y llegar a Bratislava en barco por el Danubio en un trayecto de 75 minutos. Para ello existe la línea de catamaranes Twin City Liner (twincityliner.com), que parten del puerto fluvial Wien City. Desde Bratislava hasta la región de Spis habrá que tomar la autopista que parte de la capital y que discurre por el norte hasta Poprad, cerca de la villa histórica de Levoca.
DÓNDE DORMIR
Si se decide pasar al menos una noche en la capital, el hotel Bratislava (hotelbratislava.sk) es una buena opción; un alojamiento céntrico, funcional y confortable. Levoca es una excelente base para esta ruta y el hotel Stela (hotelstela.sk), en un edificio del siglo XIV, está ubicado en la plaza que ocupa el corazón de la ciudad, muy cerca de la iglesia de San Jacobo, que alberga el mayor altar de madera del mundo, y dispone, además, de un recomendable restaurante.
DÓNDE COMER
La gastronomía en esta parte de Eslovaquia está relacionada con su orografía montañosa, que implica inviernos largos y fríos. Por eso, las sopas son un básico en su carta, como la carne de cerdo. En Bratislava, la escena culinaria es más amplia, con encantadores restaurantes como Modrá Hviezda (modrahviezda.sk/en), cerca del castillo, instalado en una especie de cuevas donde se sirve cocina tradicional con un toque creativo. En Levoca, el restaurante 3 Apostolov (restauraciau3apostolov.sk/levoca) dispone de un menú contundente para armarse de energía.
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