Nada más dejar atrás Dublín y poner un pie en el verde condado de Wicklow (“el jardín de Irlanda” lo llaman), se empieza a tomar conciencia de que para estar en plena naturaleza no hay que alejarse mucho de la ciudad. Conduciendo hacia el sur, muy pronto aparece el pequeño pueblo de Enniskenny, que hace de puerta de entrada al Parque Nacional de los Montes de Wicklow, el más grande de los seis que posee Irlanda.
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POWERSCOUT HOUSE, LOS JARDINES MÁS BONITOS DE IRLANDA
A pocos minutos de la entrada, en mitad de la campiña, hacemos la primera parada de la ruta: Powerscourt House (powerscourt.com). Donde antes había un castillo normando, Lord Powerscourt, propietario de estas tierras, mandó levantar, en un alarde de poderío, una mansión neoclásica imponente. Lo es, se mire como se mire. En sus 400 hectáreas se puede pasar todo el día y hasta unas vacaciones, porque acoge un hotel de lujo, tiendas de diseño, un pub irlandés, un restaurante, campos de golf y unos espectaculares jardines.
Después de pasear por este auténtico laberinto vegetal, a seis kilómetros de aquí, espera la cascada de Powerscourt, la más alta del país, donde las aguas del río Dargle se despeñan desde una altura de 120 metros. Y un poco más adelante, la cumbre del Great Sugar Loaf, una montaña asequible hasta para ir con niños y con unas vistas de la costa que compensan el esfuerzo.
La carretera que se adentra en los montes de Wicklow sortea un paisaje que va ganando en altura, aunque sus cumbres apenas rozan los 1.000 metros. Es un paraíso para los senderistas, pero también una escenografía que ha servido de telón de fondo a películas como Braveheart o El Conde de Montecristo. De cine son, además, los cercanos lagos de aguas oscuras de Lough Tay y Lough Dan, donde se ha rodado la serie televisiva Vikingos.
EL CONJUNTO MONACAL DE GLENDALOUGH
Enseguida se alcanza Laragh y, un poco más allá, el monasterio de Glendalough. Para situarse, lo más acertado es comenzar la visita en el moderno centro de interpretación, donde conocer la historia del lugar y de su protagonista, San Kevin, el apuesto noble irlandés que renunció a su acomodada vida para refugiarse en una cueva en las montañas de Wicklow. Al monje y futuro santo le rondaron mujeres, le rodearon leyendas y, tras la fundación del monasterio en el tranquilo valle de los “dos lagos” (eso significa Glendalough en gaélico), le siguieron un gran número de fieles que, con el tiempo, formarían una gran comunidad eclesiástica.
Caminar hoy entre las ruinas del cenobio, catorce siglos después de su fundación, permite hacerse una idea de lo que fue y el entorno natural en el que se enmarca. Tras cruzar un arco de piedra se accede al conjunto monástico, en el que despunta su torre redonda elevada a 33 metros del suelo, que servía de puesto de vigilancia y refugio para los monjes.
En pie quedan también la iglesia de San Kevin y la catedral, porque del resto de los edificios apenas se adivinan los cimientos, repartidos entre las decenas de tumbas, cruces celtas y lápidas de piedra gris cubierta de musgo de su cementerio y que añade aún más misticismo al lugar.
Desde el monasterio hay que seguir hasta el fondo del valle para tomar el sendero que lleva a los dos lagos cercanos surgidos hace miles de años: el más pequeño, Lower Lake, y, un poco más allá, Upper Lake, el más grande y profundo. Entre uno y otro, numerosos caminos para perderse en busca de la soledad.
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¿UNA CIUDAD MEDIEVAL O A LA PLAYA?
Para los que quieren continuar el itinerario unos cuantos kilómetros al sur se llega a la histórica ciudad de Kilkenny y apenas nos habremos alejado hora y media de Dublín. Aquí hay que recorrer su casco antiguo de estrechas calles medievales, entrar en su castillo normando a orillas del río Nore, admirar las vidrieras de la catedral de St. Canice, conocer la historia de la Abadía Negra y acabar en otro escenario monacal, la abadía de St. Francis, que fue la cervecería más antigua del país.
Para los que prefieren playa, a media hora al sur de Glendalough encontramos Brittas Bay, el tramo costero más impresionante del condado. Cinco kilómetros de arena escoltados por extensas dunas y vegetación a los que los dublineses les gusta escaparse cuando sale el sol para caminar, bañarse o navegar. También recomendable es seguir el Cliff Walk, el sendero de seis kilómetros que une las ciudades costeras de Bray y Greystones a lo largo del acantilado, con unas vistas al mar insuperables.
MUY PRÁCTICO
Desde Dublín hay excursiones organizadas de un día a las montañas de Wicklow y al monasterio de Glendalough, como las que organizan Civitatis (civitatis.com), con guías en español, o Get Your Guide (getyourguide.es) o Excursiones Irlanda (excursionesirlanda.com), que también incluyen la ciudad medieval de Kilkenny.
Si queremos alargar la ruta y hacer noche en la zona, en una excelente ubicación, junto al centro de visitantes del conjunto monástico, se encuentra The Glendalough Hotel (glendaloughhotel.com). Otras opciones, rodeados de naturaleza, con todo tipo de instalaciones y habitaciones elegantes, Glenview Hotel (glenviewhotel.com) y Druids Glen Resort (druidsglenresort.com). Y para una estancia más espiritual, Glendalough Hermitage (glendaloughhermitage.ie).
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¿Dónde comer en la ruta?
En el pintoresco pueblo de Laragh, muy próximo a Glendalough, en Wicklow Heather Restaurant (wicklowheather.ie), un espacio acogedor en el que se degusta una combinación de cocina tradicional irlandesa y continental a base de productos orgánicos locales. También en el galardonado Bates Restaurant (batesrestaurant.com) de Rathdrum, donde probar su cocina imaginativa en un antiguo comedor de piedra. En Kilkenny, la moderna cocina francesa e irlandesa de Campagne (campagne.ie) ha sido reconocida con una estrella Michelin. Impecable también la moderna propuesta gastronómica del restaurante Anoch (anochtrestaurant.ie) situado en el Centro del Diseño de Kilkenny.
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