Envueltos en la leyenda, los cátaros eran unos hombres buenos que querían vivir un ascético cristianismo de inspiración oriental, alejado de los dogmas y de la ostentación de la jerarquía católica, lo que hizo que fueran declarados herejes y perseguidos por reyes y papas. Sus vestigios más señalados se relacionan con las distintas fortalezas en las que se refugiaron para huir de las dos cruzadas decretadas contra ellos durante el siglo XIII. Los castillos, que tienen nombres tan llamativos como Montségur, Puivert, Puilaurens, Peyrepertuse y Quéribus, son auténticos nidos de águila desde los que se dominan unos paisajes de verdadero ensueño.
Un buen lugar para iniciar el recorrido es Foix, a 87 kilómetros de la frontera con España por el paso de Puigcerdá. Además de visitar la ciudad, con su famoso castillo de los condes, merece la pena acercarse, a seis kilómetros de ella, al espectacular río subterráneo de Labouiche (labouiche.com), con varios kilómetros de galerías inundadas navegables.
No te lo pierdas: Una ruta por castillos de Bretaña ‘congelados’ en otra época
DE CASTILLO EN CASTILLO
Desde allí es muy sencillo llegar hasta Lavelanet, localidad situada estratégicamente en el acceso más occidental a la ruta de los castillos cátaros. En total, 115 kilómetros que discurren por espectaculares y tranquilas carreteras de montaña que invitan a pararnos tras cada recodo del camino.
A 20 minutos de Lavelanet se encuentra la primera parada imprescindible de nuestra ruta: el castillo de Montségur. Encaramado en la cumbre de un escarpado montículo rocoso, que se divisa desde muchos kilómetros de distancia, esta casi inaccesible fortaleza se convirtió en el último refugio de la iglesia cátara y en el símbolo de la libertad e independencia de sus seguidores. Las maravillosas panorámicas que se descubren desde lo alto del castillo compensan con creces el esfuerzo de la subida. Desde lo más alto y sobre las ruinas de la pentagonal fortaleza cátara, muchos visitantes se emocionan al contemplar el paisaje que desde allí se divisa.
Continuamos la ruta atravesando el bello paisaje natural sembrado de abetos, praderas y surgencias de aguas cristalinas que jalona la carretera en dirección a Bélesta y Quillan. En medio de estas dos localidades queda el castillo de Puivert.
No te lo pierdas: La primera ruta por el sur de Francia que deberías hacer cuando todo pase
Desde Quillan, la D-117 remonta las bravas aguas del recién nacido río Aude y se interna en las estribaciones occidentales de la alineación montañosa de los Corbières. Paralela a los no muy lejanos Pirineos, entre sus elevados y llamativos crestones calizos se descubre una inusual abundancia de gargantas fluviales. La carretera atraviesa el desfiladero de Pierre-Lys y pasa muy cerca, un breve desvío por la D-118 desde Axat, de los altos y cerrados acantilados rocosos que forman la garganta de Saint-Georges.
Volviendo a la D-117 hay que tomar el cruce que alcanza el castillo de Puilaurens. Emplazado en un inolvidable enclave paisajístico, la fortaleza se alza sobre un elevado espolón rocoso tapizado por un bosquete. Unas zigzagueantes y empinadas rampas permiten acceder a su alargada y estrecha silueta fortificada.
La siguiente localidad que nos espera en nuestra ruta es Saint-Paul-de-Fenouillet donde es preciso desviarse por la D-7, que remonta el río Agly y se interna por la sombría garganta de Galamus, repleta de estrechos túneles e intimidantes precipicios.
Justo a la salida del desfiladero se localiza la D-14, que con trazado más relajado enfila al encuentro del castillo de Peyrepertuse. Visible desde muchos kilómetros de distancia, mantiene en pie una sobrecogedora y aún desafiante silueta. Compuesta por dos recintos amurallados situados a diferentes alturas y con cerca de 300 metros de longitud, es una de las fortalezas medievales más grandes de Europa.
No te lo pierdas: Los castillos más impresionantes de Europa
Una estrecha rampa protegida por muralla y barbacana es el único acceso al vieux chàteau románico, siglo XII, desde donde parte la empinada escalera que permite llegar hasta lo alto del castillo de Saint-Georges. Esta segunda fortaleza es un audaz nido de águilas colgado de las rocas a más de 800 metros de altura. Es obligado visitar su torre del homenaje, considerada un prodigio de la arquitectura militar gótica, para extasiarse con las vistas de las fortificaciones inferiores, del perfil montañoso de los Corbières y, sí el día está claro, del mar Mediterráneo.
Desde lo alto de Peyrepertuse también se distingue en la distancia el perfil del castillo de Quéribus, principal rival del anterior y última parada dentro de esta intensa ruta cátara. Un corto desvío desde Cucugnan por la D-123 alcanza el grau de Maury, el collado donde parte el, como siempre, empinado sendero que asciende al castillo. Contemplando su inverosímil ubicación, en la cumbre de un asilado y puntiagudo alcor, se comprende que fuese Quéribus el reducto de la resistencia cátara. Entre sus restos destaca una maciza torre del homenaje protegida por tres recintos amurallados y que conserva una sala gótica cubierta por bóvedas apoyadas en un único pilar circular.
EL DESCANSO Y LA MESA
Ya que Foix es el punto de partida, una buena elección puede ser alojarse en el hotel Lons (hotel-lons-foix.com). Y para encontrar un alojamiento inolvidable merece la pena desviarse unos kilómetros hasta Gincla y alojarse en la señorial Hostellerie du Grand Duc (hostelleriedugrandduc.com). Muy recomendable también su restaurante, especializado en cocina provenzal.
No te lo pierdas:
Maravillas de Francia Patrimonio de la Humanidad