Madeira se disfruta desde muchas perspectivas, pero, sobre todo, tomando altura. Cerca de Funchal, los impresionantes acantilados que bordean la costa sur, entre cabo Girão y Ponta do Sol, ofrecen panorámicas asombrosas desde sus miradores, pero también la ventaja de descender a la orilla sin ningún esfuerzo, darse un baño y hasta quedarse a comer o a dormir con el sonido del mar de fondo.
En llegar de Funchal a Cámara de Lobos por la carretera VR1 se tarda algo menos de 15 minutos, pero son suficientes para resumir lo que ofrece la mayor de las islas de este archipiélago (visitmadeira.pt/es-es/). Mientras conducimos en dirección oeste podemos ir admirando su naturaleza exuberante, los platanales y viñas cultivadas en alto en la ladera, sus pueblos impecables colgados en su macizo montañoso y esa abrupta costa vertical en la que no hay playas naturales, pero sí una sucesión de acantilados espectaculares.
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CÁMARA DE LOBOS
Al llegar a este pintoresco pueblo de pescadores de marcado sabor portugués que es Cámara de Lobos, con sus casas en torno a una pequeña bahía y sus coloridas xavelhas (barcas) descansando en las aguas, se impone un paseo por su fachada marítima, sentarnos en la terraza de una taberna a tomar una poncha o en uno de sus restaurantes a degustar el pez sable negro, dos de los sabores más típicos de Madeira, y hacernos una foto con la estatua de Winston Churchill, el político y pintor británico al que la villa recuerda con cariño, pues aquí encontró inspiración. No es su único homenaje, un mirador a la entrada de la localidad lleva su nombre, justo en el mismo lugar en el que él se situaba en 1950 con su caballete y sus pinceles.
PANORÁMICAS DE ALTURA
Tomando distancia otros miradouros espectaculares nos permiten contemplar esta villa marinera y la bahía, como el del Pico da Torre, en dirección a Estreito, el de Salão Ideal, pero, sobre todo, el del Cabo Guirão (en la imagen), al que se llega después de sortear numerosas curvas y cuyo suelo de cristal no está pensado para los que sienten vértigo, porque se sitúa sobre uno de los acantilados más altos del mundo. Desde sus 580 metros de altitud, las vistas de la escarpada costa, con sus diferentes contrastes entre el mar y la montaña, resultan asombrosas.
A los pies del acantilado está la playa de calhau (guijarros) de Fajã do Rancho o del Vigário, a la que solo se puede acceder en barco o, toda una experiencia también, en el teleférico do Rancho. Antes o después de este entretenido sube y baja podemos comer en el restaurante panorámico que hay junto a sus instalaciones y visitar la capilla dedicada a la Virgen de Fátima, patrona del lugar.
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FAJÃ DOS PADRES
De vuelta a la carretera costera VR1, la siguiente parada nos lleva a Fajã dos Padres, en la freguesía (parroquia) de Quinta Grande, otro mirador excepcional sobre la costa. Colgando de su ladera, un funicular salva, en pocos minutos, los 350 metros de desnivel que separan su base en las alturas del nivel del mar. Por uno más rudimentario subían y bajaban los agricultores de la zona para llegar a sus cultivos en la montaña, hoy los que descienden en el más moderno lo hacen pasan unas horas en su playa de guijarros, se sientan a comer en su restaurante sintiendo la brisa del mar, toman el sol en el pequeño malecón o se alojan en las antiguas casas de los primeros pobladores de este paraíso solitario, los padres de la Sociedad de Jesús.
Todo junto forma un pequeño complejo silencioso rodeado de exóticos cultivos de frutas tropicales: plátanos, aguacates, maracuyás, guayabas, papayas…, al que otros se acercan en barco desde Funchal para contemplar el inmenso acantilado desde el mar. No hay otros medios de transporte.
PONTA DO SOL
Y de abajo arriba de nuevo para seguir la ruta por la costa en dirección oeste y llegar, en otros 20 minutos más, hasta Ponta do Sol, una pequeña y tranquila aldea rodeada de plantaciones de caña de azúcar, plátanos y vid. Bañada por las aguas del océano, en ella podemos disfrutar del baño en su pequeña y soleada ensenada de piedras cómodamente bajo sombrillas de paja y tablados de madera, bucear en sus aguas entre los restos del barco Bowbelle, que naufragó en esta costa, pero, sobre todo, ver cómo se pone el sol desde la terraza del Estalagem Ponta do Sol posado encima de un acantilado. No hay balcón más privilegiado para despedir el día por las alturas entre el cielo y el suelo (el mar).
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EL DESCANSO
En un lugar privilegiado, Fajã dos Padres (fajadospadres.com) cuenta con un conjunto de encantadoras casas rurales de alquiler íntegro rodeadas de jardines en la misma orilla del mar. Tienen capacidad de dos a cuatro plazas. Su acceso solo es posible en teleférico (gratuito para los alojados).
Único por su diseño y su emplazamiento es Estalagem Ponta do Sol (pontadosol.com), sobre un acantilado y con una piscina de borde infinito, pensado para adultos.
En Funchal, una experiencia es dormir en el Belmond Reid’s Palace (en la imagen), situado en lo alto de un acantilado y rodeado de exuberantes jardines tropicales, en él se disfruta de unas maravillosas vistas panorámicas desde sus elegantes habitaciones llenas de detalles, de una gastronomía creativa, de los tratamientos de su spa o de unas atenciones y servicios que recuerdan el esplendor de épocas pasadas, como la costumbre de tomar el té, que aquí es toda una institución.
LA BUENA MESA
Un pez espada, que en Madeira llaman sable, un pulpo a la brasa o unos caramujos (bígaros frescos) son algunos de los deliciosos platos que se degustan con sumo placer el restaurante de Fajã dos Padres (fajadospadres.com), y, además, en un complejo idílico junto al mar.
Presenciar el momento del atardecer desde el jardín del Estalagem Ponta do Sol (pontadosol.com) y rematar cenando en su restaurante platos mediterráneos, vegetarianos y locales es una experiencia difícil de olvidar.
En Cámara de Lobos y con vistas a la bahía desde sus paredes de vidrio o su terraza, Vila do Peixe (viladopeixe.com) es el mejor lugar para disfrutar de pescados frescos, que se cocinan a la parrilla con la sal como único ingrediente. No hace falta más.
Única también la experiencia de cenar en Funchal en el restaurante que acoge el Design Centre Nini Andrade Silva (ninidesigncentre.com/pt/), situado en el fuerte de Nossa Senhora da Conceição, con impresionantes vistas de la bahía, mucho más a la hora del ocaso.