SUBIDA AL PEÑÓN DE IFACH
Si en las playas de Calpe asomara la aleta gigantesca de un tiburón, no llamaría más la atención que este peñón calizo de 332 metros de altura, uno de cuyos últimos dueños antes de que fuera declarado parque natural, Vicente Paris Morlá, perforó un túnel que permite atravesarlo a media ladera, para luego seguir un sendero bien marcado y asegurado con cadenas que lleva sin problemas hasta la cumbre. No es como andar por el paseo marítimo de Calpe, desde luego, pero hay incluso visitantes que suben con niños en mochilas portabebés. Difícil, salvo que uno tenga vértigo, no es.
La recompensa al alcanzar la cima es una vista brutal, que abarca casi 50 kilómetros de esta Costa Blanca y montañosa: desde la Serra Gelada, la cual es poco más alta que los rascacielos de la vecina Benidorm, hasta el «gigante dormido» del Montgó, entre Jávea y Denia. En total, desde el torno que hay a la entrada del parque, se tarda una hora y media en subir. Es imprescindible reservar previamente (calpe.es). Al bajar (media hora, por el mismo camino), podemos parar a comer en un merendero que hay, con mesas a la sombra, junto al centro de visitantes. Al lado también hay un mirador, el de Levante, con excelentes vistas a la playa de Fossa. Pero lo que de verdad apetece en Calpe es comer bajo las estrellas.
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LAS ESTRELLAS DE CALPE
En pocos años, menos de cuatro, Calpe ha pasado de no tener ninguna estrella Michelin a tener tres, algo de lo que pueden presumir unas pocas grandes ciudades españolas y ninguna otra población de solo 23.000 habitantes: Audrey´s, de Rafa Soler (audreys.es); Beat (thecookbookhotel.com), dirigido por José Manuel Miguel; y Orobianco (orobianco.es), el único restaurante italiano con dicha distinción en España, comandado por el chef transalpino Ferdinando Bernardi. En el último, además de alta cocina italiana contemporánea (nada de espaguetis a la boloñesa y pizza cuatro estaciones), se disfruta de un soberbio panorama desde lo alto de una colina, con el peñón de Ifach asomando su «aleta» sobre el skyline playero de Calpe. En verano, después de cenar, seguiremos contemplando las mismas vistas en La Azotea de Orobianco, acompaños de sus cócteles de autor y sus selectos puros habanos.
Un espléndido hotel, el AR Diamante Beach (diamantebeach.com), es el contenedor de Audrey’s (audreys.es), restaurante luminoso y sofisticado donde Rafa Soler le da un toque cosmopolita a la cocina tradicional valenciana. Muy tradicionales y muy chic son estos platos: caldero marinero de barca; cocochas de bacalao con sopa de ajo; arroz meloso de clóchinas, anémonas y erizos; cordero lechal (raza Guirra), gramíneas y leguminosas ¿Y por qué se llama Audrey’s? Pues por Audrey Hepburn, que era el no va más de la elegancia, la distinción y el buen gusto.
El hotel gastronómico The Cookbook Hotel aloja otro restaurante estelar, el Beat (thecookbookhotel.com), cuyos platos coloristas, divertidos y muy trabajados son pequeñas obras maestras de José Manuel Miguel, que en París ya alcanzó las estrellas en Il Vino, un restaurante donde el cliente pide primero los vinos y el cocinero marida después los platos, y en Goust, de cocina mediterránea. Beat dispone de una Mesa Cero, un espacio exclusivo, aledaño a la cocina, para ver en acción al hacedor de tanta maravilla. Si el presupuesto no alcanza o (todo lo contrario) da para ir a más lugares, los restaurantes Komfort (thecookbookhotel.com) y Abiss (restauranteabiss.com), recomendados también en la Guía Michelin, son otras dos magníficas opciones.
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PASEO POR EL MONTGÓ
Entre Jávea y Denia, en el extremo nororiental de la costa alicantina, se levanta el Montgó, un macizo calcáreo de 753 metros de altura desde el que se ve (ahí es nada) Ibiza, que dista 90 kilómetros. El sendero PR-CV-355, bien señalizado, nos llevará en dos horas largas desde el campo de tiro de Denia (a 3 kilómetros de Jávea por la carretera CV-736) hasta la cima. Más detalles del camino (mapas incluidos), en parquesnaturales.gva.es. Si no apetece caminar, hay un plan b: acercarnos en coche al cabo de San Antonio, donde hay una buena vista del Montgó, aparte de unos acantilados que quitan el hipo. También, si la víspera ha llovido, se llega a ver Ibiza. Y, si no, se puede ver al menos el cardo de peña, que, además de aquí, crece en la isla Pitiusa.
BONAMB: VISTAS Y BUEN AMBIENTE
De primero, Montgó. De segundo, Montgó. Y de postre, Montgó. Si se comiera con la vista, no se comería otra cosa en BonAmb (bonamb.com), pues a través de sus ventanales se contempla una vista formidable del que se conoce como el «gigante de piedra dormido» y, las casitas de Jávea trepando por él. Alberto Ferruz, en la cocina, y Pablo Catalá, en la sala, gobiernan desde hace diez años este restaurante galardonado con dos estrellas Michelin. BonAmb es eso, buen ambiente. Y amor por todo lo que ofrece el norte de Alicante: el mar Mediterráneo, la huerta, los cítricos y la vid. Este año, hay dos menús gastronómicos llenos de guiños al décimo aniversario del establecimiento y una nueva experiencia, BonAmb en Casa. En cada pedido, entregado en envases de material reciclado, se facilitan, además de los ingredientes y elaboraciones, las instrucciones que debemos seguir para sorprender a nuestros invitados y ¡convertirnos en chefs estrellados!
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SENCILLAMENTE TULA
Después de haber estado en BonAmb, rodeados de semejantes jardín y vistas, Tula (tularestaurante.com) es un restaurante al pie de un anodino edificio de apartamentos de cinco plantas, como hay docenas en la playa del Arenal de Jávea. Dentro, sin embargo, deslumbra el buen hacer de Borja Susilla y Clara Puig, pareja que se conoció mientras se formaba en el restaurante de Quique Dacosta (tres estrellas Michelin, en Denia, al otro lado del Montgó). También se nota que han pasado por Casa Gerardo (una estrella, en Prendes, Asturias), porque hay un homenaje en la carta: el arroz con leche caramelizado. Entre las numerosas sugerencias de mercado, destacan los pescados sacrificados mediante Ike Jime, un método japonés instantáneo que intensifica el sabor, el unami o lo que sea.
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