Al igual que cualquier explorador, Morgan Bourc'his tenía un reto tan complejo como fascinante: observar la naturaleza salvaje, explorar nuestra relación con ella y luego documentarla. Para ello tuvo que dejar atrás el «mundo normal» antes de comenzar su extraordinaria aventura: nadar con algunas de las criaturas salvajes más poderosas del océano en unas aguas extremadamente frías y en uno de los entornos más hostiles para un buceador. El reto se cumplió y ha dado como fruto La Quête du Sauvage (La búsqueda de lo salvaje), un documental dirigido por el director Jean-Charles Granjon.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Dejando de lado su condición de buceador libre y competidor a nivel mundial, para Morgan Bourc'his el mar es un lugar fascinante al que dedica tiempo todos los días:«Su existencia es fundamental y sumergirme en él, una necesidad. Nunca había tenido la oportunidad de pasar tiempo con las grandes criaturas marinas que habitan nuestro planeta».
Las condiciones climatológicas permitieron al explorador y al equipo de 15 personas que lo acompañaba aprovechar al máximo el tiempo que pasaron en el mar, rodeados de los impresionantes fiordos. «Las interacciones con los cetáceos fueron intensas; nos vimos en medio de sus momentos de caza y pasamos largas horas a su lado, experimentando su mundo, su gran tamaño, su fuerza, su curiosidad y el entorno en el que habitan», dice.
Para su papel como observador de la naturaleza y el encuentro con algunas de las criaturas más grandes del planeta, Morgan contó con la colaboración de algunas personas de las comunidades costeras del entorno, para las que tratar con orcas y ballenas es algo cotidiano. El lugar elegido para estos encuentros era Spildra, una misteriosa isla repleta de historias y leyendas en el condado de Troms og Finnmark, al norte de Noruega. En ella, tuvo al noruego Roy Isaksen como anfitrión, quien le puso en contacto con Audun Rikardsen, un antiguo cazador de ballenas y biólogo marino experto en la materia que le ayudaría a comprender los sutiles lazos que nos unen a los mamíferos marinos y que nos hacen partícipes de su desaparición o recuperación.
En el viaje, además de presenciar la pesca en todas sus variantes, especialmente la del arenque, el equipo adquirió una gran cantidad de conocimientos sobre la relación entre algunos seres humanos y la naturaleza salvaje: dos pescadores, uno anciano y otro joven; un equipo encargado del control de la población de peces; un científico hijo de un cazador de ballenas; un chamán y un antropólogo, así como un grupo de turistas entusiasmados que habían venido a conocer a los grandes cetáceos.
La historia de superación de Morgan Bourc'his encarna este espíritu pionero que antes que él y apoyados por Tudor ya protagonizaron otros aventureros, desde Hans Wilsdorf, fundador de la marca y precursor de los relojes suizos, hasta los exploradores que recorrieron los helados páramos de Groenlandia en los años 50 o los buceadores profesionales que inspeccionaron los cinco océanos. Todas ellas verdaderas aventuras humanas y técnicas en colaboración con la naturaleza y sujeta a los deseos de esta.