Desde hace siglos, los peregrinos del Camino Francés de Santiago hacen parada obligatoria en O Cebreiro, pues este pueblo de los Ancares lucenses es la puerta de entrada a Galicia, el lugar de descanso tras el fatigoso esfuerzo de atravesar el monte. Una aldea auténtica con calles y casas de piedra, que conserva aún en pie muchas de sus antiguas pallozas. Auténtico también es su queixo, con denominación de origen, peculiar por su sabor y su forma de hongo, que podemos comprar en la quesería Castelo de Brañas (queixoscastelo.com) de Pedrafita do Cebreiro, una pequeña empresa familiar que ha obtenido numerosos reconocimientos por su buen hacer.
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Por ser cruce del Camino Francés y primitivo, Melide es un punto de encuentro de numerosos peregrinos al que más allá de sus iglesias, pazos barrocos y fuentes, se llega buscando su afamado pulpo á feira, el que dicen es el mejor del país. Pulperías hay unas cuantas, pero Ezequiel (pulperiaezequiel.com) es la de la toda la vida, con sus mesas y bancos corridos y su ambiente tradicional. Antes de seguir camino, en esta localidad podemos probar los quesos D.O Arzúa-Ulloa de la quesería Tierra de Melide (terrademelide.com), con un buen número de premios y distinciones.
Los que marchan por el Camino de Invierno –una bifurcación del Francés que evita las nieves de O Cebreiro– hacen parada en Lalín, en la encrucijada de las cuatro provincias gallegas, para reponer fuerzas con el plato estrella: el cocido. Un guiso contundente al que la localidad pontevedresa dedica una feria gastronómica de interés turístico internacional y hasta un mes en su honor. Más de una veintena de restaurantes ofrecen este manjar, pero nos quedamos con el que Diego López sirve en La Molinera (facebook.com/restaurantelamolinera/), seña de identidad de la casa y que se sirve en cuatro pases: sopa, patatas, garbanzos, cachucha y lacón y variado de carnes. Un cremoso de chocolate o unas cañitas de crema estilo Carballiño pondrá la guinda dulce a una generosa comida.
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Pero Lalín también tiene un lugar tentador para los amantes del queso: el Pazo de Anzuxao. En esta magnífica construcción rodeada de jardines está instalada, desde hace más de cuarenta años, una fábrica tradicional de quesos (lacteosanzuxao.com). Ganadores en diciembre de 2020 del segundo premio a los mejores quesos de Galicia, en su tienda-salón se puede degustar y conocer el tradicional proceso de elaboración del queso Tetilla, Arzúa-Ulloa y sus semicurados.
Precisamente el de Arzúa-Ulloa es el queso gallego por excelencia, y para catarlo ningún sitio más acertado que la localidad que le da nombre, penúltima etapa del Camino Francés. A él y también a la viscosa sustancia producida por las abejas está dedicado su Centro de Divulgación del Queso y la Miel (queixoemel.org). Y también la fiesta que se organiza tradicionalmente el primer domingo de marzo. Un queso singular, premiado entre los mejores del mundo en los World Cheese Awards, es el de la quesería Galmesano de Arzúa (galmesano.es), de consistencia dura y granular, se elabora con la mejor leche fresca de vacas gallegas que pastan en libertad y recuerda, por su sabor y textura, al parmesano italiano.
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Tui es la puerta a Galicia de los peregrinos que marchan hacia Santiago por el Camino Portugués. Desde tiempo de los romanos, la capital del Baixo Miño siempre fue una parada importante, hoy todavía puede presumir de catedral y de obispo. Aquí los peregrinos gourmet pueden visitar las bodegas de O Rosal, donde se producen algunos de los mejores vinos de la DO Rías Baixas, como Terras Gauda (terrasgauda.com), la más conocida; Valmiñor (adegasvalminor.com), la que hace vinos más originales, o las familiares Quinta de Couselo (quintacouselo.com) y Santiago Ruiz (bodegasantiagoruiz.com). Y, después de la visita y de callejear por su casco histórico, un laberinto de rúas verdinosas, costanillas y pasadizos en túnel, dar un paseo a la vera del Miño o pedalear hasta el viejo puente internacional que la une con Valença do Minho, sentarse a comer uno de los platos estrella del lugar: la lamprea. Buenos lugares para ello son O Novo Cabalo Furado, en la plaza del Concello, o el restaurante del Parador de Turismo (parador.es).
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Para rematar una comida en Tui y en toda Galicia se toman filloas (también conocidas como freixós), especialmente en el Entroido (el Carnaval gallego). Un dulce autóctono que ya elaboraban los pueblos precristianos a base de harina, huevos y leche, agua, caldo o incluso sangre, aunque tiene sus variantes dentro del recetario gallego, incluso con relleno salado. En Viveiro, parada del Camino del Mar, está Nito (hotelego.es), un buen restaurante para degustarlas como colofón tras sus pescados y mariscos del Cantábrico; las que sirven en el Parador del Ferrol (parador.es), en el Camino Inglés, las flambean con aguardiente, y en Santiago de Compostela buenas referencias son la Bodeguilla de Santa Marta (labodeguilla.gal/santa-marta), A Horta do Obradoiro (ahortadoobradoiro.com) y el restaurante de A Quinta da Agua (aquintadaauga.com), que las presenta caramelizadas y rellenas de arroz con leche.
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El tour gastronómico acaba en la meta de todo peregrino, Santiago de Compostela. Alrededor de la catedral, en las calles principales del casco histórico –rúas do Franco, da Raíña y do Vilar– y en las inmediaciones del mercado de Abastos, hay infinidad de lugares para comer y tapear muy bien las especialidades gallegas –como Taberna do Bispo (atabernadobispo.com), Los Caracoles y O Gato Negro, de toda la vida– y tiendas donde comprar los productos de la tierra. Buenas empanadas venden en el obrador familiar Pan da Moa (pandamoa.com), que cuenta con tres establecimientos, y, si hablamos de tarta de Santiago, las que elaboran con mimo las monjas benedictinas de clausura del convento de San Paio Antealtares, en la plaza de Quintana, tienen fama. En el número 50 de la rúa do Vilar está Casa Mora, orgullosa de ser la primera pastelería que, allá por 1924, estampó en este dulce de almendra la famosa cruz. Y quien prefiera una versión diferente, en Xearte Brigitte (xeartebrigitter.com) hacen helado de tarta de Santiago. El punto y final más dulce para los peregrinos golosos.
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