En los años 30 Dalí hizo una promesa a su amada esposa: algún día le regalaría un castillo. El deseo se materializó en 1970, cuando recibió del genial artista el castillo de Púbol, una construcción medieval del siglo XI por la que pagó 1,5 millones de las antiguas pesetas (9000 €). En este apartado rincón de la comarca del Bajo Ampurdán de Girona, la rusa Elena Ivanovna Diakonova pasaba largas temporadas y solo recibía la visita de su esposo cuando esta le mandaba invitación expresa. Cosas de una extraña pareja.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 8 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Cuando la idea de Dalí se hizo realidad, el pintor no escatimó en reformas para dar una nueva vida al castillo, que, con el paso del tiempo, estaba muy deteriorada. Él mismo participó activamente en la transformación del castillo, tanto del exterior como de algunas dependencias, volcando en él un desbordante esfuerzo creativo. El jardín fue rehecho totalmente en un estilo afrancesado, hizo colocar en él unas esculturas de elefantes con largas patas, una fuente decorada con bustos de Wagner que alimentaba la piscina y, en un rincón, una glorieta recubierta de hiedra que le daba un aire romántico.
Para leer: Un fin de semana muy surrealista por la Costa Brava siguiendo a Dalí
Los recursos decorativos que se utilizaron en Púbol siguen siendo toda una sorpresa para los visitantes, donde prima la exuberancia de lo vegetal, las representaciones pictóricas en paredes y techos, los trampantojos, el barroquismo textil, la obsesión por ciertos símbolos de corte romántico... El resultado es un sitio cerrado, misterioso, privado, austero y sobrio, con espacios de gran belleza, como la antigua cocina convertida en cuarto de baño o el salón del piano.
Recorrer las tres plantas del castillo (salvador-dali.org), articuladas en torno a un patio alto y estrecho, supone descubrir el universo particular de esta singular pareja. Se admiran las estancias privadas de la musa –como el trono de Gala o el baño-, el desván, con su colección de trajes de alta costura –desde modelos de Chanel hasta los diseñados por el propio Dalí–,las obras que el artista pintó expresamente para exponer en el castillo o la cúpula celeste que le dedicó «para que cuando Gala levante la mirada me vea siempre en su cielo».
Para leer: Una ruta en coche por pueblos medievales espectaculares del interior de la Costa Brava
Gala murió en Portlligat en 1982 a los 82 años, pero su último viaje fue a Púbol, donde la musa descansa en su mausoleo. Lo hizo en un Cadillac negro que hoy podemos ver en el garaje. Después de la muerte de ella, Dalí se instaló en el castillo durante dos años, lo convirtió en su último taller y a punto estuvo de perder la vida en el incendio que destruyó algunas de sus estancias.
Pisar hoy el castillo de Púbol es poner un broche teatral al recorrido por los paisajes ampurdaneses que marcaron el universo del genio Dalí, el tercer vértice del Triángulo Daliniano, junto con Figueres y su casa de Portlligat. Pero, sobre todo, ver materializado todo un gesto de amor.
También interesante:
Los castillos más fascinantes de España que te harán viajar en el tiempo