En España hay infinidad de puentes de todas las épocas, materiales y estilos, desde los eternos de piedra romanos hasta los muy relucientes y dinámicos diseñados por Zaha Hadid, Norman Foster y otros arquitectos de renombre. Todos ellos son atracciones turísticas de primer orden, que justifican por si solas un viaje. Aquí te mostramos diez, en algunos de los cuales, además de hacer fotos y aprender historia, podemos escalar o saltar al vacío. Fuera de esta breve lista se quedan, sintiéndolo mucho, algunos tan famosos como el de Ronda, el de Cangas de Onís, el de Frías… O el de Alcántara, que sigue en perfecto estado 1900 años después.
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BESALÚ, GIRONA
Un maravilloso puente del siglo XI, con siete arcos y garita para el cobro del pontazgo da acceso a Besalú, villa llena de restos de murallas y edificios con ventanas geminadas, que es pura Edad Media fijada en mármol travertino. Además del puente, hay que visitar las iglesias románicas de Sant Vicenç y Sant Pere, y el miqvé, un baño donde los judíos se purificaban antes del sabbath o algún acontecimiento importante. Para redondear el puente (el de la Inmaculada), nos acercaremos a Olot y la Zona Volcánica de la Garrotxa, donde hay más de 40 volcanes dormidos.
MÉRIDA, BADAJOZ
El teatro romano, el templo de Diana, el Museo Nacional de Arte Romano… Hay tanto que ver en Mérida que uno no sabe por dónde empezar. Una buena idea es recorrer el paseo fluvial de 2 kilómetros que bordea la margen derecha del Guadiana, contemplando la Alcazaba árabe y cuatro puentes de lo más variado: el Nuevo (1954), el Romano, el Lusitania de Calatrava (1991) y el del ferrocarril (1883). Cinco, si se sube por el arroyo Albarregas hasta el acueducto de los Milagros.
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ALCÁNTARA Y SAN MARTÍN, TOLEDO
Al este de Toledo está el puente romano de Alcántara, reconstruido en el año 1000 y con torreón del siglo XIII. Al oeste, río abajo, el gótico y altísimo (27 metros) de San Martín. Y entre uno y otro, la Senda Ecológica del Tajo, la cual invita a pasear dos kilómetros largos por la margen derecha del río, a la sombra de los álamos y los tarayes, contemplando garzas, martinetes, avetorillos, calamones y cien aves más. De puente a puente. No es el juego de la oca. Es la Toledo más natural.
PUENTE PINO, ZAMORA
En los Arribes zamoranos, a medio camino entre Pino del Oro y Villadepera, la carretera cruza el encañonado Duero por el puente Pino, un viaducto metálico de 120 metros de luz y 90 de altura, proyectado en 1895 por José Eugenio Ribera y ejecutado en 1914, que es como una torre Eiffel atravesada de acantilado a acantilado. En realidad, como obra de ingeniería, es mejor que las de Eiffel, pues pesa 414 kilos por metro, frente a los 6000 de los puentes que proyectaba el francés. Y muchísimo mejor que lo que había antes para cruzar el río: una barca con capacidad máxima para diez mulas.
LOS 17 DEL TURIA, VALENCIA
Los valencianos y quienes visitan su ciudad disfrutan paseando, trotando y pedaleando por el viejo cauce del Turia, que tras la riada de 1957 fue desecado y ajardinado en sucesivas fases, hasta convertirse en el mayor parque urbano de España: un río de verdor de 11 kilómetros, salpicado de fuentes, paseos arbolados, carriles-bici, instalaciones deportivas y 17 puentes antiguos y modernos, cuatro de ellos obra del valenciano Santiago Calatrava. El más llamativo, el puente de l’Assut de l’Or, también conocido como el jamonero.
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TRIANA, SEVILLA
Por increíble que suene, hasta mediados del siglo XIX no hubo en Sevilla otro puente para cruzar al barrio de Triana que uno de madera apoyado sobre barcas: un puente flotante que se pudría y se iba a paseo en cada crecida del Guadalquivir, chocando con la imagen de una ciudad que, en sus mejores días, recibía a través de ese mismo río galeones llenos de oro. En 1852, por fin, se inauguró el puente de Isabel II o de Triana, que es de hierro y con estribos de piedra, un calco del antiguo puente parisino del Carrousel. Posee 3 arcos de 43,4 metros de luz enlazados con el tablero mediante anillos circulares de diámetro decreciente.
PUENTE DEL PERDÓN, MADRID
Dice la leyenda que cuando los condenados a muerte en el valle del Lozoya eran llevados a la casa de la Horca en la Edad Media podían solicitar al cruzar el río que un tribunal de ultimísima instancia se reuniese para revisar su caso. Ignoramos cuántos se salvaron, pero debieron de ser suficientes para dar nombre a este puente. Situado frente al monasterio de El Paular, el puente del Perdón debe a una reforma del siglo XVIII su aspecto actual, muy elegante, con detalles que recuerdan al madrileño puente de Toledo, de ahí que haya sido atribuido a Pedro de Ribera. Para más belleza, está vedado al tráfico y es el origen y meta de numerosas rutas a pie por el valle del Lozoya. Justo al lado hay un centro de visitantes del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
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LOS SEIS PUENTES DE OPORTO, PORTUGAL
Le dicen la ciudad de los seis puentes. El más bello y famoso es el de Don Luis I, una obra de hierro de 385 metros diseñada por un discípulo de Gustave Eiffel, Théophile Seyrig, e inaugurada en 1886. Debajo, a orillas del Duero, se acurrucan las casas de colores de Ribeira, el barrio más seductor de Oporto. Mucho más moderno, de 1963, es el puente de la Arrábida, donde se practica una actividad insólita: subir a pie por el extradós de su arco de hormigón armado de 270 metros de luz, a 65 de altura sobre el río. Los guías y los arneses los pone Porto Bridge Climb (portobridgeclimb.com).
EL COLGANTE DE BIZKAIA
El primer puente transbordador del mundo (puente-colgante.com) une desde 1893 Portugalete, en la orilla izquierda la ría bilbaína, y Getxo, en la otra. Siete veces cruzó en su flamante barquilla la infanta Isabel. Una pasarela inaugurada en 1999 permite pasear por encima de este mecano fabuloso, a 45 metros de altura. También se puede hacer escalada, rápel y goming (saltar atado a una goma).
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PUENTE FERROVIARIO DEL HACHO, GRANADA
En 1978 Renfe le vendió a un chatarrero, por un millón y medio de pesetas, el puente metálico más largo de España, el del Hacho, diseñado en 1897 por el gabinete de ingenieros de Gustave Eiffel, que llevaba una década fuera de servicio. En el norte de Granada, entre Guadahortuna y Alamedilla, se conserva de milagro este coloso de 624 metros de largo por 50 de altura, pues las cargas de dinamita estaban ya instaladas en los pilares cuando los vecinos consiguieron que se incoara un expediente para declararlo monumento histórico artístico. El mejor momento para visitarlo es por la tarde, cuando el sol pinta de rojo sus perfiles herrumbrosos cosidos con roblones. Por debajo es un grato paseo que ofrece las mejores perspectivas, con los caminantes haciéndose diminutos entre este «dinosaurio» de la era industrial.