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VOLANDO VOY...

Escapada a la Alpujarra granadina, la desconexión necesaria de la mano de Jesús Calleja

Al sur de Granada, este paisaje salpicado de pequeños y blancos pueblos es un lugar para no tener prisa, para conducir despacio por sus sinuosas carreteras, compartir charlas con los vecinos, conocer tradiciones ancestrales, probar sabores de toda la vida… El tiempo pasa despacio a espaldas de Sierra Nevada.


Actualizado 22 de octubre de 2020 - 16:19 CEST

Estando como está en un paisaje tan intrincado se entiende a la primera que este territorio en la vertiente sur de las montañas de Sierra Nevada permaneciera aislado durante siglos. Moverse por La Alpujarra es un ejercicio de sube y baja constante, trepando en coche a sus pueblos silenciosos y luego recorriendo sus empinadas y estrechas calles a las que asoman sus viviendas en pendientes imposibles. A cambio, aquí encontramos tierras casi vírgenes para estar solos, para no mirar el reloj ni el móvil, una peculiar arquitectura rural que se mantiene intacta y múltiples senderos para hacer rutas por el entorno. Tampoco ha cambiado tanto la vida en este rincón desde hace siglos, el mismo que cautivó a los viajeros románticos del XIX y luego a decenas de poetas y escritores que hallaron en él la inspiración.

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Panorámica de Capileira.

Lanjarón, a 45 minutos de Granada, es la puerta de entrada a la Alpujarra granadina, una villa señorial, de calles anchas y arboladas, cuyo nombre está asociado al agua. De sus cinco fuentes manan las que alimentan su famoso balneario, que data de la primera mitad del siglo XX. El Hondillo es su barrio más típico, con callejones y pilares adornados de flores y macetas.

Sorteando curvas 10 kilómetros más allá llegaremos a Órgiva, a orillas del río Guadalfeo, fácil de distinguir kilómetros antes de llegar a él gracias a las torres gemelas de la iglesia de Nuestra Señora de la Expectación. De aquí parten los caminos que trepan hasta la Alpujarra alta, hasta los pueblos escondidos entre valles cerrados, cortantes desfiladeros, circos de origen glacial y precipicios de vértigo.

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Lanjarón es la puerta de entrada a la Alpujarra granadina, un pueblo que asociamos siempre al agua por su famoso balneario y sus fuentes.

La carretera se enreda aún más en dirección a Cáñar, el primer pueblo donde se advierte que la arquitectura cambia. Más arriba aún aguarda Soportújar, muestrario de uno de los conjuntos arquitectónicos más característicos de la Alpujarra, con numerosos tinaos, una especie de pasadizos que forman las calles al pasar bajo las casas debido a la inclinación del terreno. Para hacer senderismo están sus robledales y su arboreto de castaños y buscando silencio, meditación y sosiego, el primer centro budista de España.

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Artesanía alpujarrense, donde muchos pueblos mantienen la tradición a través de talleres artesanos donde se trabajan muebles, azulejos, telares, cerámica, cuero...

Los pueblos de la Alpujarra comparten un mismo modelo urbanístico y arquitectónico. Las calles son estrechas y empinadas, las plazas asimétricas y las casas están aterrazadas. El techo de la primera sirve de sostén a la que se alza por encima. Los terraos están cubiertos de launas, piedras de pizarra que soportan a su vez el peso de unas peculiares chimeneas coronadas por dos lajas.

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Barranco de Poqueira.

Al final del camino se distinguen las formas angulosas del barranco del Poqueira, que es como un país en miniatura. Un territorio vertical y asolado por los vientos que cae de forma precipitada desde Sierra Nevada hasta las profundidades de un valle bañado por el río Guadalfeo. Recostado sobre la ladera, descansa el pueblo de Pampaneira. Por encima de él nos encontramos con Bubión y Capileria, de donde parten los altos caminos que conducen hasta el Veleta y el Mulhacén, las montañas más altas de la península ibérica.

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Localidad de Bubión.

Pitres y Pórtugos conservan algunas de las más llamativas muestras de arquitectura vernácula y Trevélez tiene el orgullo de ser el pueblo más alto de toda la península, a casi 1500 metros de altura. Además de fuentes-lavaderos, miradores y la iglesia de San Benito, su clima seco y frío es ideal para la producción de su afamado jamón serrano, que se cura al viento en los secaderos de su barrio alto.

Y luego está el blanco caserío de Mecina Bombarón, a más de 1.250 metros de altitud y circundado por caudalosos arroyos; Yegen, inmortalizada por el hispanista Gerald Brenan en las páginas de su libro Al sur de Granada; o Válor, ligada a la memoria de la rebeldía morisca.

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Capileira es uno de los pueblos con más encanto de la Alpujarra junto con Pampaneira y Bubión.

PARA DESCANSAR

En Cádiar, Alquería de Morayma (alqueriamorayma.com), una finca agroforestal de 40 hectáreas que ofrece alojamiento en una cortijada formada por apartamentos rurales. De puro estilo alpujarreño es el Cortijo Prado Toro (pradotoro.es), donde alojarse en estudios, casas y apartamentos decorados con sencillez. El Balneario de Lanjarón (balneariodelanjaron.com), que garantiza bienestar y relajación por sus tratamientos termales y su idílica ubicación.

A MESA PUESTA

En Lanjarón, en el restaurante del hotel Alcadima (alcadima.com), platos típicos de la región, herencia de una tradición andalusí centenaria, a la que se suman originales platos de autor. En Yegen, platos tradicionales y especialidades de las Alpujarras, en El Rincón de Yegen (elrincondeyegen.com). El Paraje del Chef (elparajedelchef.com) propone una auténtica gastroexperiencia en plena naturaleza, en el paraje Las Almagreras de la localidad de Laroles. Fusión de sabores sin olvidar los productos tradicionales alpujarreños.

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