En Tenerife conviven largas playas de arenas negras y doradas con piscinas naturales esculpidas por la naturaleza. Y es que, si por algo estamos enamorados locamente de la isla de la eterna primavera, es por sus inagotables rincones siempre dispuestos a sorprender. Abandonamos la arena y nos entregamos a sus chapuzones más románticos.
PISCINAS ESCULPIDAS POR LAVA EN EL NORTE
El norte, verde y abrupto, está salpicado por algunas de las piscinas naturales más extraordinarias de nuestro país. La lava de antiguas coladas ha configurado mil formas, tamaños y profundidades haciendo que cada remojón tinerfeño resulte una experiencia distinta. Entre ellos, el Charco del Viento y el Charco de la Laja, a tan solo ocho minutos el uno del otro, tientan a plácidos baños privados en el mar. Dos rinconcitos escondidos que conviene disfrutar sin prisas para luego pasear por las singulares calles del pueblo de San Juan de la Rambla.
Junto al encantador centro histórico de Garachico, uno de los más bonitos de Tenerife, y con el castillo de San Miguel como telón de fondo, las piscinas de El Caletón son pura magia. Estos estanques, al borde del Atlántico, fueron dibujados por la lava durante la erupción del volcán Trevejo en el año 1706. Los hay de distintas profundidades y distinto nivel de emoción según el estado de las olas.
Al noroeste, Buenavista es una zona de especial calma rodeada por algunas de las mejores panorámicas de la isla. Muy cerca se encuentra el faro de Punta de Teno, uno de los siete que vigilan las costas de Tenerife y lugar imprescindible al que acercarse al atardecer. Al otro lado del inmenso campo de golf que preside la zona, la marea descubre el Charco del Rayo, llamado así por encontrarse bajo una curiosa formación geológica atribuida, según cuentan, a un rayo. Con un acceso algo complicado, es uno de los más salvajes.
PISCINAS PARA TODA LA FAMILIA
Jover, Bajamar y Punta del Hidalgo son tres de las mejores piscinas para pasar el día en un ambiente familiar, gracias a su tamaño y a sus servicios (vestuarios, duchas, escaleras, socorristas, restaurantes), por los que, estas dos últimas, han conseguido la bandera azul. ¿Lo mejor? Zambullirse tranquilamente al abrigo del bello Parque Rural de Anaga mientras las olas se baten contra el dique.
NADAR EN OBRAS DE CÉSAR MANRIQUE
Piscinas menos naturales como las del Parque Marítimo César Manrique, junto al Auditorio de Santa Cruz, y el Lago Martiánez, en el Puerto de la Cruz, también merecen una mención. Ambas fueron diseñadas por el artista lanzaroteño César Manrique. Las de Martiánez ocupan una superficie de 100.000 m2 ganados al mar, entre los que se reparten piscinas de agua salada, terrazas, jardines, solarios y un lago.
LOS TESOROS ACUÁTICOS DEL ESTE
En el este y sur de la isla encontramos charcos esbozados por los caprichos del viento y el mar que forman parte de los tesoros mejor custodiados de Tenerife. Es el caso del Charco de Golete, en Güimar, un pequeño remanso de paz en el que flotar durante horas. Más abajo, en el barrio de la Jaca, en el municipio de Arico, el mar exhibe el Charco de la Virgen cuando sus aguas están mansas. Esta acogedora alberca natural, conocida localmente como «La Viuda», destaca por las cristalinas aguas, y a menudo es comparada con un jacuzzi activado por olas atlánticas. Un auténtico deleite a orillas del mar.
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