EL CAPRICHO
A las afueras de la capital, en el barrio de la Alameda de Osuna, el Parque del Capricho es el lugar perfecto para empaparnos de romanticismo este otoño entre sus templetes y ermitas, contemplando las aguas de su estanque o perdiéndonos por su laberinto vegetal.
HAYEDO DE MONTEJO
Si hay un lugar fotografiado en otoño en Madrid es este bosque al norte de la provincia copado por las hayas, pero también por robles, acebos, melojos, álamos... Se descubre por una senda paralela al curso del Jarama, el río que dibuja la frontera con Guadalajara, perfecta para una caminata en familia.
ARANJUEZ
A los reyes siempre les gustó pasar temporadas en Aranjuez, entretenidos navegando por el Tajo en lujosas falúas en torno al Palacio Real. En otoño, el Real Sitio derrocha encanto y además de imitar a los monarcas surcando sus aguas, sus numerosos jardines regalan un espectáculo cromático, desde los más próximos del Parterre y el de la Isla, hasta el jardín del Príncipe, entre los más grandes de Europa, poblado de majestuosos plátanos, tilos y castaños de Indias, así como otros árboles monumentales que estos días resplandecen de hermosura.
ABEDULAR DE CANENCIA
El abedul, esa especie eurosiberiana de corteza blanquísima y lisa, reliquia de los bosques que colonizaron el Sistema Central durante la última glaciación, es una rareza tal que casi hay que buscarla con lupa en la Comunidad de Madrid. El puerto de Canencia esconde un abedular notable, por el que se puede caminar siguiendo una senda didáctica que discurre por la ladera de Mojonavalle a lo largo de 5 kilómetros.
PATONES
Apenas son una docena de habitantes los que viven en este pequeño pueblo de la Sierra Norte madrileña que, olvidado del mundo durante siglos, ha vuelto a la vida gracias a su bien conservada arquitectura de piedra y al reclamo gastronómico. Después de subir y bajar por las empinadas cuestas de su apiñado caserío de casas de piedra y lajas de pizarra, admirar sus construcciones pastoriles y sentarse a comer, para bajar la comida nada mejor que trepar entre enebros y jaras y plantas aromáticas a sus miradores para disfrutar también de su entorno natural en otoño.
EL RETIRO
Si hay un jardín en Madrid que es un merecido refugio en el ajetreo de la ciudad es El Retiro. En pleno corazón de la ciudad y concebido para el disfrute de los reyes, este espacio lleno de vida, pero también de estanques, fuentes, esculturas, palacios, flores… resulta aún más especial en esta estación, vestido con los colores del otoño.
CHORRERA DE LITUEROS
A un kilómetro al norte del pueblo de Somosierra, el arroyo de la Peña del Chorro, recién nacido, se lanza al vacío en cuatro saltos consecutivos, el mayor de los cuales ronda los 50 metros. No solo es la cascada más alta de Madrid, sino la que tiene más fácil acceso, pues apenas hay que andar media hora desde la misma población para llegar hasta su base. Para redondear la jornada otoñal, en el mismo municipio está la llamada Dehesa Bonita, un bosque precioso de abedules, avellanos, acebos, robles y serbales.
BOSQUE DE LA HERRERÍA
Cualquier visita en otoño a San Lorenzo de El Escorial debería comenzar en este bosque que regala la mejor panorámica del conjunto presidido por el majestuoso monasterio edificado a los pies del monte Abantos. En un claro se ubica la Silla de Felipe II, donde tomarse un descanso después de recorrer este privilegiado entorno natural con bosques, caminos, lagunas y berrocales graníticos.
LA HIRUELA
Este minúsculo pueblo de la Sierra Norte madrileña tiene dos calles adornadas con casas de piedra; donde se juntan se levanta su iglesia. No hay mucho más, y sin embargo, anda sobrado de entorno natural. Su sendero más conocido, la Dehesa Boyal, discurre a lo largo de 5 kilómetros y pasa por los molinos harineros que pueblan las orillas del río Jarama, descubriendo en el trayecto un bonito colmenar y una antigua carbonera, además de un buen número de arces y robles centenarios.
CASTAÑAR DE ROZAS DE PUERTO REAL
En el pueblo de Rozas de Puerto Real arranca un recorrido fácil, sin apenas pendiente, pero que resulta fantástico para el otoño. Es la senda del embalse de los Morales, un camino circular de poco más de 3 kilómetros, que atraviesa un valioso bosque de castaños con imponentes y centenarios ejemplares.