Doña Ana de Mendoza y de la Cerda tenía un solo ojo, pero era un ojo de lince para estar siempre en el candelero. Se casó muy joven con el amigo y principal consejero de Felipe II, Ruy Gómez de Silva y, tras enviudar tuvo una aventura con el intrigante de Antonio Pérez y dicen que también con el monarca. El caso es que, por unas cosas o por otras, acabó encerrada por orden del rey en su palacio de Pastrana. En este lugar se empieza a descubrir este pueblo a 55 kilómetros de Guadalajara.
EL PALACIO DUCAL
En el palacio renacentista de Alonso de Covarrubias el rey mantuvo a la intrigante princesa de Éboli enjaulada desde 1581 hasta su muerte en 1592, privada de sus bienes, de sus hijos y, para más tormento, de la luz. A la plaza de la Hora se asoma el balcón enrejado desde el que, por orden del monarca, solo podía asomarse una hora al día, de ahí el nombre de la plaza. En su interior conserva varios espléndidos artesonados y la sala con la reja de marras.
LA CAPILLA SIXTINA DE PASTRANA
En la misma plaza, a la que se llega por la calle Mayor, se levanta la iglesia-colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, en cuya cripta está enterrada la princesa con su esposo, Ruy, que le sacaba 24 años –ella tenía 12 el día de la boda– y que difícilmente pudo inspirarle algún amor. En su interior acoge el Museo Diocesano, con una valiosa colección de tapices flamencos, que se ha ganado el nombre de la «Capilla Sixtina de Pastrana». La visita es guiada y cuesta 5 €.
FUENTE DE LOS CUATRO CAÑOS
En la plaza del mismo nombre, cerca de la plaza del Ayuntamiento y de la calle Mayor, se halla esta fuente (1588) de pilón octogonal y copa grande semiesférica donde se almacena el agua que luego arroja por sus cuatro caños, uno en cada dirección de la rosa de los vientos. En época medieval, la plaza fue el centro neurálgico de la villa.
EL PASEO POR SUS CALLEJUELAS
Desde la plaza de los Cuatro Caños se abren en abanico callejuelas con tanta solera como la de la Palma, donde se codean la sinagoga, la casa de la Inquisición y otra de un caballero de Calatrava, orden de la que el marido de la Éboli fue miembro destacado. Cada pocos pasos, se ve un blasón, un arco adovelado, un portón claveteado, una pesada aldaba o un gran cerrojo que parece llevar echado desde que encerraron a doña Ana.
LOS CONVENTOS DE SANTA TERESA
Antes de caer en desgracia, en 1569, la princesa de Éboli se reunió en su palacio con Santa Teresa y juntas decidieron fundar dos conventos. Uno es el de San José, de estricta clausura, luego no visitable, pero en las dependencias de la parte trasera abre sus puertas el Cenador de las Monjas, uno de los mejores restaurantes de la villa. El otro convento, el del Carmen, se alza imponente a un kilómetro de Pastrana, valle del Arlés abajo. Los fines de semana se puede visitar la iglesia y el claustro, que acoge el Museo del V Centenario de Santa Teresa, con numerosos recuerdos de La Santa abulense y de San Juan de la Cruz. Reserva previa en la oficina de turismo de Pastrana (tel. 949 37 06 72. Entrada: 2 €. Existe una entrada conjunta por 4 € para visitar museo y palacio real.
PARA DESCANSAR
La Colmena (casarurallacolmena.com) es una casa de antiguos labradores del siglo XIX rehabilitada como casa de alquiler. Con bodega y pasadizo secreto. Otra opción es Moratín (moratin.com), una acogedora posada que cuenta también con restaurante de especialidades de la zona. O Los Telares (hrlostelares.com), que conserva la esencia de las edificaciones históricas de la comarca.
A MESA PUESTA
En la parte trasera del convento de San José abre sus puertas El Cenador de las Monjas (cenadordelasmonjas.com), un comedor rebosante de historia que ofrece una carta estacional de platos tradicionales, con presentación y detalles de cocina de autor. Ambiente medieval en el restaurante San Francisco (rcsanfrancisco.com), en el antiguo convento del mismo nombre, donde probar cordero lechal, migas, trigueros, morteruelo con piñones… También una carta tradicional en El Molino (asadorelmolinodepastrana.com).