MONTEFRÍO
Lo eligió en 2015 y lo ha vuelto a hacer en 2020, para National Geographic este pueblo medieval a 50 kilómetros de Granada es uno de los 20 más bonitos de España y el único de Andalucía incluido en el ranking. Y lo es, por su paisaje y también por su arquitectura. De su imponente conjunto monumental impresiona, sobre todo, el conjunto que forman la fortaleza árabe y la iglesia de la Villa, emplazados en la cima de un peñón. En su base se encuentra la Casa de Oficios y la iglesia de la Encarnación, inspirada en el Panteón de Agripa de Roma.
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PAMPANEIRA
De calles estrechas y empinadas, plazas asimétricas y casas aterrazadas con tejados de pizarra, Pampaneira pasa por ser de los pueblos más bonitos de la Alpujarra, con permiso de Bubión y Capileira, un bello lugar para visitar y, por qué no, para quedarse a vivir, como invita el cartel que recibe a la entrada a sus visitantes. Situado en el barranco de Poqueira, en las faldas de Sierra Nevada, el recorrido por él debe incluir la visita a la iglesia del siglo XVI de Santa Cruz, tomar algo en la plaza de la Libertad, echar un trago de agua de la fuente de San Antonio, que tiene fama de poseer poderes casamenteros, y pasear por el barrio Bajo.
CAPILEIRA
Por encima de Pampaneira y también en el barranco del Poqueira está Capileria, de donde parten los altos caminos que conducen hasta el Veleta y el Mulhacén, las montañas más altas de la península ibérica. Para admirar, la arquitectura tradicional alpujarreña de su casco antiguo, declarado conjunto histórico, y las vistas desde sus miradores, como el del Tajo del Diablo y la Junta de los Ríos, pero, especialmente, para disfrutar de las excursiones por el entorno natural que le rodea.
SALOBREÑA
El primer vistazo de Salobreña no puede resultar más atrayente, pues asoma con sus casonas encaladas desparramadas por la loma del peñón. En lo más alto del casco histórico está su castillo, que brinda una de las mejores panorámicas de la Costa Tropical, del Mediterráneo y de Sierra Nevada. La iglesia del Rosario, con sus azulejos de estilo mudéjar, merece un tiempo en la ruta, como también el mirador de Enrique Morente, el vistoso y colorido paseo por sus callejuelas y una parada para disfrutar de su pulpo seco, que tiene fama.
TREVÉLEZ
En la Alpujarra las carreteras son hilos curvos esparcidos entre las altas montañas. Y conduciendo por ellas se llega hasta este pueblo encaramado a las faldas del Mulhacén, a casi 1500 metros de altura, allí donde los ríos son rápidos. Trevélez tiene el honor de ser el pueblo más alto de España, repartido en tres barrios, Alto, Medio y Bajo, pero es en el primero de todos donde abren sus puertas los secaderos de jamón que curan al viento de la sierra miles de piezas de exquisito cerdo.
ALHAMA DE GRANADA
Los romanos eran unos disfrutones, y hasta este pequeño pueblo del Poniente granadino llegaron para hacerlo de sus aguas termales, que manan a 47 grados de temperatura. De paso, dejaron como herencia una calzada, un puente y algunas villas. Son algunos de los atractivos de este pueblo de la Sierra de Tejeda enclavado en un profundo tajo abierto sobre el río Alhama. Que es bonito, lo confirma que es conjunto histórico, y lo evidencia su intrincado y laberíntico barrio árabe, los restos de sus murallas, las torres vigía y, sobre todo, el Baño Fuerte, con sus espléndidos arcos de herradura. Iglesias, conventos y casonas solariegas forman hoy su rico patrimonio monumental, donde antes hubo mezquitas, sinagogas y palacios árabes.
GUADIX
Todo lo que rodea Guadix son cerros áridos y arcillosos, plagados de viviendas tan antiguas como la tierra en la que se internan. En un número superior a las dos mil, estas cuevas conforman una auténtica «ciudad troglodita», concentrada en su barrio de las Ermitas, un magnífico ejemplo de la integración del hombre con la naturaleza y el paisaje. Pero en la localidad no hay que perderse también la vieja alcazaba que defiende la ciudad desde el siglo XI y, a sus pies, la catedral, el gran edificio patrimonial de la comarca norte granadina.
CASTRIL
Hay en Granada un rincón apartado de los caminos y las grandes rutas a las que hay que ir a propósito. No está cerca, pero merece el esfuerzo. Es Castril, que da nombre a un pueblo y a un parque natural. Al llegar a él su caserío se antoja una estampa infantil: casitas blancas, una iglesia con un severo campanario en el centro y una peña montañosa donde hace siglos hubo un castillo y hoy se halla un mirador con vistas al Altiplano y a la comarca de Huéscar. Pero el verdadero sentido del pueblo está en su río, que pasa por mitad de él y guarda un secreto: la Cerrada, o la «Cerrá», como popularmente se conoce al cauce que las aguas abrieron hace millones de años por mitad del roquedal calizo. Una pasarela de madera discurre paralela a las frías aguas del río y se adentra hasta la vieja central hidroeléctrica, excavada en la roca y convertida hoy en centro cultural.