«Alentejo, Tiempo para ser feliz» así reza el cartel que nos da la bienvenida en el centro de Vila Nova. Al lado, una cabina telefónica, al más puro estilo británico, encierra decenas de libros componiendo una curiosa biblioteca gratuita. En tan solo ocho minutos alcanzamos los largos arenales de la costa, que nos indican que estamos en el Parque Natural del Suroeste Alentejano y Costa Vicentina. Si hemos de ser felices en Alentejo, ¿qué mejor que hacerlo junto al Atlántico?
Las callejuelas que guían hacia el océano están repletas de pequeños comercios, bares y restaurantes. Y custodiados por casitas blancas con franjas azules que evocan el mar, dos lugares significativos: la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, fiel a la sencilla arquitectura de la región, y el fuerte de San Clemente, mandado construir a finales del siglo XVI. Frente a la entrada de esta fortaleza de propiedad privada, un monumento conmemora el primer vuelo entre Portugal y Macao, que tuvo lugar en 1924 a bordo del arriesgado aeroplano Patria, pilotado por Sarmento de Beires y Brito Pais.
El fuerte nos muestra la primera imagen del mar tras nuestra llegada, y no podemos hacer otra cosa que seguir su pista. Unas escaleras conducen a él pasando antes por el río Mira, que divide Vila Nova en dos. El ensalzado río tiene hasta un poema que puede leerse en la fachada del bar Pica Tapa, una calle más arriba. Su desembocadura configura inmensas playas que brindan baños fluviales y marinos. La de Furnas, al otro lado del río y accesible en un barco que lo cruza, es el claro ejemplo de que nos encontramos en la Costa Vicentina, un auténtico deleite para la vista. Los infinitos arenales arrullados por las olas bravas y frías del Atlántico invitan a caminar descalzos en cualquier época del año.
Pero son muchas más las playas que acompañan al Atlántico en Milfontes. La fluvial Franquia y la del Farol, junto al faro y a la estrambótica estatua Arcanjo, son las más próximas. A continuación se extienden Carreiro da Fazenda y Patacho, para llegar, en tres kilómetros, hasta Puerto de las Barcas y su pequeño embarcadero de pesca tradicional. Chiringuitos de madera integrados con el entorno e incluso una playa entera dedicada al equilibrio de piedras despiden unos tranquilos días alentejanos.
En Vila Nova hay atractivos más allá de sus monumentos y de sus playas, que forman el parque natural. La calle Largo de Britos Pais toma el protagonismo a la caída del sol, donde podemos degustar maravillosas delicias culinarias en sus establecimientos. En este entorno, Ritual (Barbosa Viana, 4), con decoración industrial y una breve pero interesante carta de tapas, está entre los favoritos. Mientras que el restaurante que se lleva los mayores elogios gastronómicos es Tasca do Celso (Dos Aviadores, 34), situado unas calles más arriba y especializado en carnes.
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