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Chulilla no es Nepal, es Valencia, pero lo parece por sus puentes colgantes

A 60 kilómetros de la capital valenciana, en la comarca de Los Serranos, que baña el alto Turia, este bonito pueblo blanco es el punto de partida para seguir la ruta de los Pantaneros, que cruza el río encañonado a través de ligeros puentes colgantes de madera que no pueden ser más seguros ni más divertidos. Como excursión es de 10.


Actualizado 18 de agosto de 2020 - 13:46 CEST

Hay una Valencia típica y otra más desconocida llena de barrancos, pueblecitos blancos y puentes colgantes de madera que recuerdan a los del Himalaya. Para llegar a estos tenemos seguimos la ruta de los Pantaneros, que revive el camino que seguían a mediados del siglo XX los obreros de la presa de Loriguilla, que está a cinco kilómetros. El recorrido está bien señalizado, es sencillo, sin apenas desnivel, seguro y no puede ser más emocionante y espectacular.

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Panorámica de Chulilla con la iglesia y el castillo coronando la población.

 

CHULILLA, KILÓMETRO CERO

Chulilla es un pueblo blanco y pintoresco a rabiar, con calles tan empinadas y estrechas que se necesita un semáforo para evitar que se crucen dos coches en la principal, porque no caben. Por la calle Santa Bárbara, o por Abadía, se sube hacia el castillo de origen árabe (está siempre abierto, se visita por libre), que brinda el primer contacto visual con las hoces del Turia, un cañón de paredes anaranjadas de roca caliza de hasta 80 metros de altura. En la plaza de la Baronía, la mayor del pueblo, los senderistas se reúnen para desayunar e iniciar sus caminatas y los no senderistas antes y después de comer. ¿Paella? No. En Chulilla se come olla de carne, olla de berzas, rin-ran…, platos contundentes, como es de ley en tierra de montañas.

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Chulilla es un pueblo blanco y pintoresco, de calles empinadas y estrechas y con un entorno de naturaleza perfecta.

MIRADORES

Tras salir de la plaza, seguimos cerca de un kilómetro la carretera que lleva hacia Losa del Obispo (CV-394), hasta ver señalizada a la izquierda una senda que permite bordear el cañón del Turia y contemplarlo a gusto desde dos miradores: el de Compuertas y el de La Carrucha. Desde este último, justo en la vertical del Charco Azul, un alucinante remanso de aguas más verdes que azules, la verdad, se ve a los bañistas.

© Andrés Campos
Mirador de La Carrucha.

EL PRIMER PUENTE

Se continúa por el filo de la hoz, para luego cruzar de un salto un afluente del Turia (el barranco de Tarragón) y atravesar el primer puente colgante de la ruta, el más alto, a 15 metros sobre el río. ¿Miedo? Miedo, el que debían de pasar los gancheros que bajaban con sus maderadas flotantes por el Turia desde Ademuz hasta Valencia y al ver como se embotellaban por la estrechura de las hoces se descolgaban con cuerdas por los acantilados.

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La llamada ruta de los Pantaneros son cinco kilómetros de recorrido fácil, bien señalizado, sin apenas desnivel pero espectacular.

MÁS PUENTES Y UNA SELVA RIBEREÑA

Enseguida se cruza otro puente colgante más largo, de 28 metros, y bajo (solo 5,5 metros) y se llega a una pasarela a ras de agua que no hay que atravesar, salvo que se tenga curiosidad por ver, en la otra orilla, a los escaladores en acción. Y es que Chulilla es la mayor escuela de escalada de Valencia, con cientos de vías para todos los gustos, esta parte del cañón es su patio de recreo.

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Son varios los puentes colgantes que habrá que atravesar en el camino.

Sin cruzar la última pasarela, continuaremos río arriba, a través de una auténtica selva ribereña de cañas, sauces, chopos, lentiscos, laureles, granados y floridas vincas, hasta llegar después de una hora y media (que pueden ser dos) al embalse de Loriguilla. Para regresar al pueblo, lo más cómodo es seguir el mismo camino.

Y EL MEJOR FINAL… EL BAÑO EN EL CHARCO AZUL

Para llegar a este charco de unos 60 x 30 metros que duplica como un espejo la belleza de los acantilados calizos del alto Turia solo hay que caminar media hora desde Chulilla, siguiendo el sendero local SL-CV 74, que va bordeando el río, bien señalizado con marcas de pintura blanca y verde.

© Andrés Campos
El Charco Azul, a media hora caminando desde Chulilla, es el remate perfecto a esta ruta senderista.

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