Hay una Valencia típica y otra más desconocida llena de barrancos, pueblecitos blancos y puentes colgantes de madera que recuerdan a los del Himalaya. Para llegar a estos tenemos seguimos la ruta de los Pantaneros, que revive el camino que seguían a mediados del siglo XX los obreros de la presa de Loriguilla, que está a cinco kilómetros. El recorrido está bien señalizado, es sencillo, sin apenas desnivel, seguro y no puede ser más emocionante y espectacular.
CHULILLA, KILÓMETRO CERO
Chulilla es un pueblo blanco y pintoresco a rabiar, con calles tan empinadas y estrechas que se necesita un semáforo para evitar que se crucen dos coches en la principal, porque no caben. Por la calle Santa Bárbara, o por Abadía, se sube hacia el castillo de origen árabe (está siempre abierto, se visita por libre), que brinda el primer contacto visual con las hoces del Turia, un cañón de paredes anaranjadas de roca caliza de hasta 80 metros de altura. En la plaza de la Baronía, la mayor del pueblo, los senderistas se reúnen para desayunar e iniciar sus caminatas y los no senderistas antes y después de comer. ¿Paella? No. En Chulilla se come olla de carne, olla de berzas, rin-ran…, platos contundentes, como es de ley en tierra de montañas.
MIRADORES
Tras salir de la plaza, seguimos cerca de un kilómetro la carretera que lleva hacia Losa del Obispo (CV-394), hasta ver señalizada a la izquierda una senda que permite bordear el cañón del Turia y contemplarlo a gusto desde dos miradores: el de Compuertas y el de La Carrucha. Desde este último, justo en la vertical del Charco Azul, un alucinante remanso de aguas más verdes que azules, la verdad, se ve a los bañistas.
EL PRIMER PUENTE
Se continúa por el filo de la hoz, para luego cruzar de un salto un afluente del Turia (el barranco de Tarragón) y atravesar el primer puente colgante de la ruta, el más alto, a 15 metros sobre el río. ¿Miedo? Miedo, el que debían de pasar los gancheros que bajaban con sus maderadas flotantes por el Turia desde Ademuz hasta Valencia y al ver como se embotellaban por la estrechura de las hoces se descolgaban con cuerdas por los acantilados.
MÁS PUENTES Y UNA SELVA RIBEREÑA
Enseguida se cruza otro puente colgante más largo, de 28 metros, y bajo (solo 5,5 metros) y se llega a una pasarela a ras de agua que no hay que atravesar, salvo que se tenga curiosidad por ver, en la otra orilla, a los escaladores en acción. Y es que Chulilla es la mayor escuela de escalada de Valencia, con cientos de vías para todos los gustos, esta parte del cañón es su patio de recreo.
Sin cruzar la última pasarela, continuaremos río arriba, a través de una auténtica selva ribereña de cañas, sauces, chopos, lentiscos, laureles, granados y floridas vincas, hasta llegar después de una hora y media (que pueden ser dos) al embalse de Loriguilla. Para regresar al pueblo, lo más cómodo es seguir el mismo camino.
Y EL MEJOR FINAL… EL BAÑO EN EL CHARCO AZUL
Para llegar a este charco de unos 60 x 30 metros que duplica como un espejo la belleza de los acantilados calizos del alto Turia solo hay que caminar media hora desde Chulilla, siguiendo el sendero local SL-CV 74, que va bordeando el río, bien señalizado con marcas de pintura blanca y verde.
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