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Cinco experiencias para exprimir el jugo a Logroño


10 de julio de 2020 - 13:38 CEST
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POR CALADOS Y BODEGAS DEL CASCO ANTIGUO

Más allá del chiquiteo en sus bares o en la mesa de sus restaurantes, en la capital de La Rioja se impone disfrutar de la cultura del vino. Y para ello no hace falta salir de la ciudad, pues en el casco antiguo abundan los calados, lagares y vestigios de antiguas infraestructuras vitivinícolas. El calado de San Gregorio (Ruavieja, 29), del siglo XVII, o Calado (calado.es), la bodega más antigua de la ciudad, donde se elaboraba el vino de Rioja hace más de 500 años, son algunas de las que podemos visitar. Otra idea es cruzar el Ebro por el Puente de Hierro para conocer la única bodega centenaria del casco histórico: Bodegas Franco-Españolas (francoespanolas.com), donde hacer una cata de vino.

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HACER UN TRAMO DEL CAMINO DE SANTIAGO

Logroño tiene su razón de ser en el paso del Camino de Santiago, que atraviesa el casco antiguo. Desde el puente de Piedra que cruza el Ebro, podemos recorrer sus huellas como peregrinos, mientras descubrimos el pasado de la ciudad. El itinerario atraviesa la calle Ruavieja, la plaza de Santiago y la calle Barriocepo hasta salir por el Arco del Revellín, el único resto conservado de la muralla medieval que rodeaba la ciudad. El cubo del Revellín (tel. 941 50 31 16) ha sido reconvertido en un espacio museístico sobre el pasado de la capital riojana.

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DE PINCHOS POR LA CALLE LAUREL

El epicentro del chiquiteo logroñés es esta calle del casco antiguo repleta de bares y tascas (callelaurel.org), pero también la de San Juan, San Agustín, Albornoz y Capitán Gallarza, donde beber un chiquito de Rioja y degustar un pimiento relleno de bacalao, un bocatín de rabo de toro o una tapa de caracoles. Torres Laurel (San Juan, 31), El Rincón de Alberto (San Agustín, 3) o El Mesón del Abuelo (Laurel, 12) o Letras de Laurel (Laurel, 22) son algunas buenas referencias.

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ADMIRAR UNA OBRA DE MIGUEL ÁNGEL

En el deambulatorio situado tras el retablo mayor de la concatedral de Santa María de la Redonda hay un pequeño cuadro en el que se representa la Crucifixión de Cristo. Podría pasar inadvertido si no fuera porque se le atribuye al genial artista italiano Miguel Ángel. Hace unos años, el escritor cántabro lo convirtió en un elemento clave en su thriller histórico La conexión Buonarroti, al estilo del Código Da Vinci. El templo guarda otros tesoros en su interior, como sus bóvedas estrelladas o el altar mayor barroco. Tras salir a la plaza del Mercado por su enorme portada flanqueada por dos torres gemelas lo que toca es recorrer la calle Portales, el lugar de paseo habitual para los logroñeses, con tramos de soportales, la Casa de los Chapiteles y el convento de la Merced, que acoge el Parlamento de La Rioja.

© Josep Loaso

EL SORPRENDENTE MUSEO WÜRTH

Nadie espera encontrar en un polígono industrial como el de Agoncillo, a 15 kilómetros de Logroño, una sorpresa tan mayúscula como el museo Würth (museowurth.es). Un espectacular edificio de cristal que guarda en su interior una colección de 16.000 obras de arte firmadas por los más grandes artistas contemporáneos: Munch, Picasso, Magritte, Moore, Warhol, Botero, Chillida o Barceló, reunidas por el empresario, coleccionista y mecenas alemán Reinhold Würth. Sin duda, uno de los museos de arte contemporáneo más sorprendentes de España que ofrece una programación cultural para todos los públicos, desde laboratorios de experiencias a encuentros con el arte.