Llegados el calor y el verano, a quien le viene Málaga a la cabeza piensa en playa, sol y ricos espetos disfrutados con la apetecible brisa mediterránea. Sin embargo, en esta ocasión, la propuesta va algo más allá. Llega el momento de apostar por otro tipo de vacaciones, de alejarse de la costa y poner rumbo a su interior, en busca de un paisaje repleto de montes y cultivos, de pueblitos blancos y orígenes remotos, que componen las joyas más desconocidas de la mítica provincia andaluza.
CÓMPETA Y SU TRADICIÓN VINÍCOLA
Anclada en el corazón de la hermosa comarca de la Axarquía, y a los pies de la majestuosa Sierra de Tejeda, Almijara y Alhama, Cómpeta es uno de esos pequeños pueblos de pasado morisco que tan bien conservan sus raíces. Cuando se visita lo primero que hay que hacer es pasear por el entramado de callejuelas encaladas que le dan forma, una prueba inequívoca de que poco han cambiado las cosas por allí desde hace siglos. Sus rincones pintorescos repletos de macetas con flores son una constante, como también el paisaje de vides que lo rodea. El vino de Cómpeta no es solo uno de sus mayores motores económicos desde hace décadas, también es el gran protagonista de una de las fiestas más populares que se celebran en la localidad cada 15 de agosto.
ALPANDEIRE Y SU VECINO MÁS ILUSTRE
Es una de las localidades más visitadas del desconocido Valle del Genal y lo es por un motivo claro: allí se halla la casa natal de Fray Leopoldo, uno de sus vecinos más queridos y a la que muchos fieles acuden dispuestos a visitarla. La realidad es que no fue mal lugar para nacer, rodeado de un hermoso bosque de castaños que llegado el otoño se tiñe de cobre y con numerosas cuestas de estrechos callejones blancos en los que el color intenso de las buganvillas hace las delicias de cualquier aficionado a la fotografía. ¿Y qué se puede hacer en Alpandeire, además? Pues visitar otra de las llamadas «catedrales», por ejemplo. Esta vez de la serranía de Ronda: la iglesia de San Antonio de Padua, en cuyo subsuelo se descubrieron las momias de un hombre y una mujer que han quedado expuestas a través de una pequeña ventana. Tampoco es mal plan sentarse en la terraza de cualquiera de sus bares y disfrutar de una tapa del exquisito jamón ibérico de la zona.
ARCHIDONA, MAJESTUOSA COMO POCAS
Está declarada conjunto histórico y no es para menos. A Archidona se va con la intención de contemplar sus grandes monumentos y conocer las interesantes historias acaecidas en sus calles y plazas. Cualquier visita que se precie debe arrancar, eso sí, con un buen mollete con aceite que aporte las energías suficientes para disfrutar del resto del día. Con las pilas cargadas habrá que acercarse hasta la mítica plaza Ochavada, una especie de corral de comedias que constituye uno de los mejores ejemplos del barroco andaluz y es el absoluto emblema de Archidona, donde tienen lugar todo tipo de acontecimientos sociales o culturales de la localidad. En sus castillos y murallas, con origen en el siglo IX, se aprenderá todo sobre el legado andalusí que pervive en el pueblo, mientras que en el convento de las Mínimas se podrá explorar otro aspecto de Archidona: su arquitectura conventual, tan única como el resto de sus tesoros.
BENAHAVÍS, DONDE COMER BIEN ES UN DEBER
No tiene playa ni falta que le hace, porque este pequeño pueblo en segunda línea de costa se alza entre gargantas kársticas por las que discurre el río Guadalmina y paradisíacas pozas, regalando todo un oasis de tranquilidad a quienes dedican sus días a disfrutar de la Costa del Sol. Pero aún hay más. Benahavís tiene un punto fuerte, y esa es su gastronomía. La colección de restaurantes en los que el buen comer es la regla es abrumadora y solo hay que dar un paseo por las calles principales de la localidad para darse cuenta de ello. ¿El producto estrella? La carne, ya sea el cordero, el venado o el cochinillo, aunque la cercanía a la costa también hace que en sus cartas aparezcan propuestas recién llegadas del mar. Para rematar sus atractivos, dos joyas más: su gran pasado histórico, representado en el castillo de Montemayor –un importante bastión en Al-Ándalus, y los numerosos campos de golf y hoteles de lujo que hay en sus alrededores —el Ananatara Villapadierna Palace Benahavís-Marbella Resort es uno de ellos— y que hacen que viajeros de todos los rincones del mundo lo elijan como lugar para pasar sus vacaciones.
CANILLAS DE ALBAIDA, LA BLANCA MALAGUEÑA
Una historia que se remonta al siglo XIII y un sinfín de rasgos que recuerdan su pasado árabe. Esas son las claves que llevan hasta este pueblo de la Axarquía. Una vez allí, el resto viene solo. Atrapa el encalado de sus casas, por algo sus primeros habitantes la apodaron «Albaida», que significa blanca en árabe. Una parada en la iglesia de Nuestra Señora de la Expectación es crucial, como también lo es andar por sus múltiples rutas de senderismo, anclada como está en pleno Parque Natural de las Sierras de Almijara, Tejeda y Alhama. Hay que alcanzar la Fábrica de la Luz, creada en 1915 y ya en ruinas, para admirar uno de los paisajes más bellos de la zona. Para rematar, en la plaza principal del pueblo, de suelos empedrados, balcones repletos de geranios y bancos en los que parar a disfrutar de ver la vida pasar, se celebra cada verano un festival flamenco que es pura magia.
CASARES, VIDA RURAL A DOS PASOS DEL MAR
Aunque es cierto que desde el núcleo urbano de Casares las vistas al mar son escasas, la realidad es que su término municipal sí que incluye parte de costa. Es decir, ofrece un dos por uno en toda regla. El pueblo que vio nacer a Blas Infante, del cual se conserva su casa natal, que además se puede visitar, mantiene viva la esencia de los pueblos andaluces en los que pasear por sus calles significa pararse a saludar a unos y a otros constantemente. En lo más alto, haciendo equilibrios junto a un tajo de vértigo, se alza su castillo de origen árabe y uno de los emblemas de la localidad. En los alrededores, los pinares y alcornoques pueblan los montes de la Sierra Crestellina y de la Sierra Bermeja, que arrancan precisamente en este punto. Un imponente paisaje que hace olvidar, al menos durante unos segundos, que el Mediterráneo se encuentra a escasos 15 kilómetros. Para disfrutar al máximo de la experiencia casareña, nada como animarse a pasar unos días en su hotel más aclamado, Finca Cortesín, que hace las delicias de todo aquel que ame los lugares hermosos.
GENALGUACIL, EL PUEBLO MUSEO
En pleno Valle del Genal, tras recorrer un sinfín de curvas por sus montes poblados de castaños, encinas y alcornoques, llegaremos hasta uno de los pueblos más hermosos de la provincia de Málaga. ¿La razón? Además del espectacular enclave en el que se encuentra, y del hecho de que sus calles y casas pintadas de un blanco impoluto se hallen desparramadas por la ladera de la montaña, resulta que acoge un auténtico museo al aire libre. El origen de este hecho está en 1994, año en el que se celebró por primera vez Encuentros con Arte, un festival que reúne, cada dos años, en sus calles a artistas llegados desde todos los rincones del mundo para interpretar la esencia de Genalguacil a través de su creatividad. Las obras, una vez finalizado el evento, permanecen en el pueblo, lo que hace que un paseo por sus estrechos callejones sea una auténtica experiencia artística.
VALLE DE ABDALAJÍS, EL PARAÍSO DEL DEPORTE DE AVENTURA
Ciclismo de montaña, senderismo, ala delta, parapente… ¡y hasta 70 vías de escalada! Los amantes del turismo activo deberán agarrarse bien las botas porque en este coqueto pueblo junto al Valle del Guadalhorce encontrarán su parque de juegos particular gracias a la oferta infinita de actividades con las que disfrutar del contacto con la naturaleza. Valle del Abdalajís, con apenas 2500 habitantes, se encuentra a dos pasos de Antequera y lo componen un puñado de callejuelas en las que las casas se adaptan a la orografía en un hermoso juego de suelos empedrados y vivos tejados naranjas. Uno de los rincones que no hay que perderse es la Antigua Posada, levantada en la zona más alta del pueblo y con claras reminiscencias árabes, aunque pasear hasta el palacio de los Condes de los Corbos nunca estará de más. Eso sí, para finalizar la visita, nada como acercarse hasta el mirador del Gangarro para contemplar las vistas del valle desde arriba.
YUNQUERA, EL «PRADO DE JUNCOS» MALAGUEÑO
Porque eso es precisamente lo que significaba su nombre en tiempo de romanos. Este precioso pueblo anclado en la comarca de la Sierra de las Nieves lo tiene todo para una escapada. Por un lado, la esencia andaluza que destila en cada una de sus esquinas y que tanto gusta al viajar por el sur. Por otro, sus increíbles monumentos, donde la gran protagonista es, sin duda, la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, un inmenso templo de tres naves y cúpula de crucero que le ha valido, no en vano, el título de «catedral de la Serranía». Por último, una atracción deportiva que atrae cada año a miles de corredores: el Pinsapo Trail, una de las carreras de montaña más importantes de Andalucía, que permite descubrir el lado más natural de este pintoresco pueblo del interior de Málaga.
OJÉN, EL PUEBLO DEL AGUA
Actividades de turismo activo, música, historia, paisaje… ¡y las playas de Marbella a solo 10 kilómetros de distancia! Este pequeño pueblo de poco más de tres mil habitantes se alza a las faldas de la Sierra de Alpujata, junto a la Sierra de las Nieves, y presume de ser uno de los rincones más completos y hermosos de la provincia. Su trazado, de clara reminiscencia morisca, es ideal para pasear relajadamente mientras se contemplan los pequeños detalles en sus fachadas y se alcanza uno de sus principales monumentos que, cómo no, es una iglesia: la de Nuestra Señora de la Encarnación, construida sobre una antigua mezquita de la que se conserva el alminar, hoy campanario. Sin embargo, en Ojén hay otro claro protagonista: el agua. Y para comprobarlo, nada como acercarse hasta la famosa fuente de los Chorros, de donde desde hace más de un siglo llevan manando con fuerza cinco caños. Una visita al Museo del Aceite o al Museo del Vino, situado en las instalaciones de una antigua destilería de aguardiente, son el complemento perfecto a la escapada.