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masca tenerife© Shutterstock

Diez pueblos perdidos (y muy bonitos) para cuando todo pase


Actualizado 24 de abril de 2020 - 19:33 CEST
masca tenerife© Shutterstock

Soñamos con salir pronto de casa y cuando lo hagamos será para descubrir lugares solitarios, pero con mucho encanto, en los que sentirnos libres.

MASCA

Al norte de la isla de Tenerife, en el Parque Rural del Teno, Masca es un coqueto pueblo cuyas casitas se alinean sobre la cresta de la montaña. Entre palmeras datileras y escarpadas rocas volcánicas se desarrolla la vida en su bonito caserío de piedra, con una minúscula iglesia del siglo XVIII, un museo de artesanía local y las vistas que regala el mirador de Cherfe. No hace falta más para sentirse privilegiado.

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MOGROVEJO

A mano y bajo la sombra de los Picos de Europa, Mogrovejo es un lugar para perderse en Cantabria. Situado a 12 kilómetros de Potes, en dirección a Fuente Dé, a esta aldea cántabra se viene a respirar aire puro, a disfrutar de los relajantes y espectaculares senderos que la rodean y también a admirar su conjunto de casonas de los siglos XVII y XVIII, entre las que sobresale su torre medieval.

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PUEBLOS DE LA ALPUJARRA GRANADINA

A los pies de Sierra Nevada, la comarca de la Alpujarra reúne un puñado de pueblos blancos aislados de todo, porque para llegar a ellos hay que conducir por carreteras serpenteantes y sorteando precipicios de vértigo. Para descubrir,  la villa de Lanjarón, conocida por su manantial; Órgiva, reconocible por las torres gemelas de su iglesia; el pintoresco Pampaneira, y el que es el pueblo más alto de España, Trévelez, a 1476 metros sobre el nivel del mar.

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BOÍ

Uno a uno deberíamos descubrir los pueblos que conforman el valle de Boí admirando las iglesias románicas, que son Patrimonio de la Humanidad. Además de la de Sant Climent de Taüll, la más icónica, la de Boí está dedicada a Sant Joan es una de las visitas imprescindibles en este pueblo que conserva un casco antiguo de gran belleza y valor histórico, con calles empedradas, casas de piedra con grandes chimeneas y restos de la muralla.

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BULNES

En las entrañas del macizo central de los Picos de Europa, este pequeño pueblo de montaña del concejo de Cabrales (sí, el del queso) sigue manteniendo su encanto de antaño, cuando solo se podía acceder a él a pie a través de un sendero que serpentea en continua subida. Hoy día, conectado por funicular con el vecino pueblo de Poncebos, es parada obligatoria para aquellos que buscan disfrutar de la naturaleza asturiana y de las rutas que llevan al Naranjo de Bulnes.

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CANDELARIO

Un pueblo serrano de pura cepa, así es Candelario. Un rincón salmantino con sus calles recorridas por regueras y casas con grandes balconadas donde es fácil ver algunos chorizos secando. Recorrer sus empinadas calles en un agradable paseo y degustar sus exquisitos embutidos son placeres con los que muchos seguro que sueñan.

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LINARES DE LA SIERRA

Algo más de trescientos habitantes viven en este pequeño pueblo de Huelva en pleno Parque Natural de Aracena y Picos de Aroche. Así que para estar tranquilo y alejado de todo, merece la pena perderse por él. Y no solo porque es conjunto histórico, con su bien conservada arquitectura serrana de calles empedradas y casas encaladas, también para conectar con la naturaleza.

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OCHAGAVÍA

En el valle de Salazar y rodeado de altas cumbres y extensos bosques de hayas y pinos silvestres, Ochagavía regala la postal por excelencia del Pirineo navarro, con sus calles empedradas, sus tejados empinados y el río que la cruza salvado por un puente medieval. Destaca también su iglesia de piedra con una robusta y elegante torre, los palacios medievales de Urrutia, Iriarte y Donamaría, casas blasonadas de los siglos XVIII y XIX y, cómo no, una exquisita gastronomía.

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PATONES DE ARRIBA

Olvidado durante siglos en la sierra norte madrileña, a 68 kilómetros del centro de la ciudad, apetece volver a pisar las calles empedradas de este pueblo con apenas una docena de habitantes que destaca por su bien conservada arquitectura de piedra, sus empinadas cuestas, sus construcciones pastoriles y alcanzar sus miradores naturales trepando entre enebros, jaras y plantas aromáticas.

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ROBLEDILLO DE GATA

Pizarra, madera y adobe dan forma al que es uno de los pueblos más bonitos de la sierra de Gata, encajonado al final del más profundo de sus valles y en la frontera con la comarca de Las Hurdes. Un entorno privilegiado para perderse en soledad donde el río Árrago hace la primera parada en su descenso dando lugar a la primera piscina natural de esta sierra, una charca de aguas cristalinas y muy frías perfecta para remojarse los días de calor.