buceo islandia experiencias© Getty Images

DÍA MUNDIAL DEL AGUA

Bucear entre dos continentes… ¡es posible!

Zambullirse entre las paredes de las placas tectónicas que separan, o unen, Europa de América es algo insólito. Esta experiencia solo se puede vivir en un lugar en el mundo: Islandia, en las prístinas aguas de la grieta de Silfra, dentro del Parque Nacional de Thingvellir.


Actualizado 19 de marzo de 2020 - 12:59 CET

Esta isla vikinga que por poco no alcanza el Círculo Polar se ofrece para explorar sus mil y un volcanes y glaciares, sus géiseres y cuevas de hielo, sus cascadas y sus campos de lava. En los meses más fríos, también para buscar auroras boreales, y en verano, observar a las ballenas que se arriman a sus costas. Pero, solo los más osados se atreven a sumergirse en las aguas heladoras de su grieta de Silfra.

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Thingvellir-islandia© Agefotostock
Fisura de Almannagjá, una de las fallas más espectaculares del Parque Nacional de Thingvellir.

Fueron las erupciones volcánicas en la Dorsal Mesoatlántica las que provocaron que, hace cosa de veinte millones de años, brotara una montaña de las profundidades del mar. Entre las coladas de lava del Parque Nacional de Thingvellir se localiza el tajo por el que nació del océano esta isla con, geológicamente, una pata en cada continente.

Es en este espacio declarado Patrimonio de la Humanidad, en el que además nació en el siglo IX el primer Parlamento de la historia, donde mejor se aprecia la fractura de la falla que divide la placa tectónica Euroasiática de la Norteamericana, aunque esta atraviesa todo el país. Los más valientes se enfundan el traje de neopreno para bucear o hacer snorkel por los tajos de agua que se abren entre medias. Pero estas inmersiones por la fisura de Silfra resultan doblemente excepcionales por lo prístino de sus aguas. Las recibe del cercano glaciar Langjökull, y, antes de llegar al lago Thingvellir, han estado filtrándose durante años por las porosas masas de toba volcánica que hay también bajo la superficie.

© Eduardo Blanco
Parque Nacional de Thingvellir, una naturaleza excepcional a tan solo 45 kilómetros de Reikiavik.

Aunque los buceadores bajan como máximo hasta los 18 metros, la claridad llega mucho más profundo, alcanzando a ver desde el fondo lo que asoma en la superficie o, según incida la luz, con la sensación de estar nadando bajo una especie de techo de espejo. A pesar de que en el lago hay muchos peces, pocos se adentran por estos increíbles túneles de rocas en los que apenas crecen algunas algas y unas «barbas» de un verde extraterrestre que aquí se conocen como pelo de troll.

Varias agencias organizan las inmersiones por los cuatro sectores de Silfra. Algunas incluso por todos ellos en el mismo día para así contemplarla desde distintas perspectivas. Los que no tengan el certificado PADI OW habrán de conformarse con hacer snorkel por la grieta. Y quienes ni aun pertrechados de un traje seco se atrevan a meter un pie en estas aguas que ni siquiera en verano superan los dos o cuatro grados, por Thingvellir hallarán infinidad de senderos por los que pasar un día excepcional. Se perderán, eso sí, una experiencia que no siempre va a estar ahí. Porque estas placas tectónicas se están separando al ritmo de dos centímetros por año.

GUÍA PRÁCTICA

La especialista Islandia66 (islandia66.es) propone todo tipo de recorridos por Islandia e incluye, en cualquier época del año, la excursión de snorkel y buceo en Silfra por, respectivamente, 150 € y 340 €; algo más si se necesita el transporte desde Reikiavik. En ambos casos se incluyen los trajes secos y el equipo necesario, además de un guía para un máximo de, en cada caso, ocho o cuatro participantes, amén de un tentempié caliente al salir del agua. La expedición de snorkel, apta para niños a partir de 14 años que sepan nadar y estén en buen estado físico, dura tres horas, de los cuales se pasarán unos 40 minutos en el agua. La de buceo, para la que se requiere el certificado PADI OW y haber cumplido los 18, dura entre cuatro y seis horas, en las que se harán dos inmersiones.

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