En las lagunas zamoranas de Villafáfila las aves descansan, se emparejan, se aprietan las unas contra las otras buscando el calor que les falta en otras latitudes y esperan el momento de regresar a casa para contar lo bien que les fue en ese ‘veraneo mesetario’. Así hasta el mes de marzo, cuando ya la primavera está a punto de empezar.
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La importancia de estos humedales que se desparraman en torno a las localidades de Villafáfila, Revellinos, Villarrín de Campos y Otero de Sariegos es mayúscula. Por eso, hasta esta aguas que se nutren de las aguas de temporada, de las lluvias, principalmente, y del drenaje de arroyos y torrenteras, llegan cada año miles de aves. El mejor momento para observar a la mayor población de aves acuáticas de la región y la mayor concentración de avutardas del mundo –más de 2.000 ejemplares– es al caer la tarde, cuando las bandadas regresan hasta las lagunas y dejan a cualquiera con la boca abierta.
Antes o después hay que pasar por el Centro de Interpretación El Palomar, situado en la carretera que une Villalpando y Villafáfila. Rodeado por lagunas, cuenta con observatorios desde los que atisbar las idas y venidas de muchas de las especies. El interior del centro está acondicionado con paneles y fotografías que explican tanto la historia de las transformaciones que ha sufrido el entorno de las lagunas como las condiciones climáticas y orográficas que las han convertido en uno de los más relevantes ecosistemas del interior peninsular (tel. 980 58 60 46. Abre de jueves a domingo y festivos).
A 20 minutos de estas planicies descubrimos, junto a las orillas del Esla, el melancólico esqueleto del monasterio de Santa María de Moreruela. No hay unanimidad, pero para muchos estudiosos las ruinas portentosas de este monasterio podrían ser las del primero que en España abrazara la reforma del Císter. Para conocer su historia, lo mejor sería empezar por visitar el Centro de Interpretación del Císter, ubicado en Granja de Moreruela, a 3,5 kilómetros del monasterio, donde se expone una maqueta del monasterio.
De lo que queda de él, el templo es lo más sobresaliente. Especialmente su cabecera, la parte más enteriza y, a la vez, la más bella, tanto por dentro como por fuera. A su girola se asoman siete capillas tangenciales, ocupadas en su momento por tumbas de nobles castellanos y portugueses benefactores de la orden, en las que se celebraba misa a diario en su atención y se veneraba la colección de reliquias que todo monasterio atesoraba como oro en paño.
Sin abandonar la Vía de la Plata, que por aquí se superpone con la N-630, el final de la ruta es Benavente, donde hay que recorrer su casco urbano y alcanzar el castillo de La Mota, reconvertido en Parador de Turismo. También son de interés la fachada renacentista del Hospital de la Piedad, el único que queda de los varios con que contó esté importante núcleo del Camino de Santiago; la iglesia de San Juan del Mercado; y la más querida joya de Benavente, la iglesia de Santa María de Azogue, levantada muy cerca de la plaza Mayor.
GUÍA PRÁCTICA
Dónde dormir
En Villarín de Campos, en Laguna del Villardón (hotelrurallagunadelvillardon.com), un hotel rural de solo cinco habitaciones con restaurante y terraza ajardinada. Y en Benavente, en el Parador (parador.es), ubicado en el antiguo castillo-palacio de los Condes de Benavente, o en la Posada Los Condestables (posadaloscondestables.com), con una docena de habitaciones, todas diferentes, en torno a un patio central, con spa y restaurante de cocina tradicional.
Dónde comer
Platos de la tierra en el acogedor restaurante del Parador de Benavente (parador.es). Mas evolucionada, pero con respeto máximo a las raíces culinarias castellanas, las propuestas de El Ermitaño (elermitano.com), en una casa señorial de muros centenarios.