palermo 48 horas© Gonzalo Azumendi

48 horas en Palermo, la italiana más canalla

Con permiso de Nápoles, la capital siciliana se alza –¡qué casualidad!– sobre un amplísimo golfo. Árabes, bizantinos, normandos y hasta españoles dejaron su huella por la barbaridad de palazzos e iglesias de la ciudad, un delirio de lugares que por algunas esquinas parece abocado al derrumbe, pero que enamora sin remedio.


Actualizado 25 de noviembre de 2020 - 15:37 CET

DÍA 1

09:00 Al mercato

En palermitano decir vucciria viene a ser como decir jaleo. Así se llama uno de los mejores mercados de esta ciudad delirante que tanto la geografía como sus hechuras espléndidamente barrocas o art nouveau insisten en colocar en Europa, aunque su atmósfera casi encajaría más en la orilla sur del Mediterráneo. Entre el griterío de los dueños de los puestos y la decadente arquitectura del barrio se despachan sardinas y atunes recién sacados del mar, verduras de dimensiones pantagruélicas y, en realidad, todo lo rico y mucho que nutre la fenomenal cocina de la isla. Toda una impresión para enamorarse ya de primeras del regusto arrabalero de la capital siciliana.

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© AWL Images - Katja Kreder

Puestos del mercado Vucciria, Palermo.

10:30 Primer atracón de iglesias

Caminando por la principal via Vittorio Emanuele aparece entre el tráfico el monumental esquinazo de los Quatto Canti, el corazón del casco viejo, con las fachadas cóncavas de sus cuatro palacios barrocos, sus cuatro fuentes y su colección de reyes españoles como recuerdo de quienes mandaron tantos siglos en el Reino de Sicilia. A sus espaldas, los también monumentales demonios y ninfas de la fuente renacentista de Pretoria, a tiro de piedra de una de las iglesias más fascinantes de Palermo: La Martorana, normanda del siglo XII y un absoluto tesoro del que encandilan, sobre todo, sus techos de mosaicos bizantinos. A dos pasos, las iglesias de Santa Caterina, San Cataldo o la del Gesù, otro exponente del mejor barroco siciliano. Tras un buen callejeo por este barrio sin desperdicio habrá que ir pensando en llenar el estómago.

© Gonzalo Azumendi

Interior de Santa María dell'Ammiraglio, conocida también como La Martorana.

13:00 Mesa con mantel de cuadros

No mucho después de las 13.00 h convendrá estar sentado en trattorias de lo más familiar como Bersagliere (Via S. Nicolò All'Albergheria, 38), muy cerca del Gesù, con pastas y pescados memorables y a muy buen precio, o, a espaldas de la catedral, Ai Cascinari (Via D'Ossuna, 43), con bastantes locales, lo cual siempre es buena señal.

© Massimo Borchi/Atlantide Phototravel

Terrazas de los restaurantes de la via Chiavettieri.

15:00 La Capella Palatina

Si el Palacio Real o Palacio de los Normandos es ya un espectáculo, la Capella Palatina de su interior alberga la verdadera joya de la corona: un exceso de mosaicos y pan de oro donde la tradición latina, bizantina e islámica de Sicilia se fundieron para dar a luz esta obra maestra. Como sigue abierta al culto, conviene asegurarse de antemano que estará abierta como de costumbre hasta las 16:15, de lunes a sábado. Los domingos y festivos su horario es muy restringido, aunque tampoco sería mal plan asistir a la misa de las 10, la única en latín y con canto gregoriano. A la salida, nada para reposar tal dosis de arte como un buen café y unos dulcísimos cannoli rellenos de ricotta en, por ejemplo, el Bar Marocco (barmarocco.it), en plena via Vittorio Emanuele.

17:00 La Kalsa

Al final de esta avenida, o, mejor, perdiéndose por las callejas de su flanco derecho, debería echarse la tarde por el corazón de La Kalsa, el barrio portuario y originariamente árabe de Palermo. Hace no tanto era una zona marginal y sus edificios en ocasiones derrumbados pueden intimidar, pero esconde el alma de Palermo. Amén de puñados de iglesias y palacios, hoy rebosa de ambiente y locales de lo más animado para tomar una copa o cenar, como l’Antica Focacceria S. Francesco (afsf.it), toda una institución de la cocina popular, o la Osteria dei Vespri (osteriadeivespri.it).

20:30 Todos a la ópera

Sobre todo los fines de semana, el centro histórico rebosa de ambiente, pero no cada día se tiene ocasión de asistir a una ópera o un ballet en el teatro lírico más grande de la muy lírica Italia, el Teatro Massimo –sí, el de la escena final del Padrino III–, o bomboneras de la talla del Teatro Politeama. A cada cual elegir el plan más lúdico o el más cultural.

Día 2

09:00 Tenebrosas catacumbas

Macabro, sí, pero imposible arrancar la mirada de las 8000 momias, muchas vestidas con sus mejores galas, que conserva el convento de los Capuchinos.

10:30 El Palacio de la Zisa

A un breve paseo de las catacumbas se levanta este espléndido palacio, uno de los nueve monumentos del circuito árabe-normando de Palermo y sus alrededores que la Unesco catalogó como Patrimonio de la Humanidad.

12:00 Escapada a Monreale

En taxi por un buen pellizco o en autobús, a ocho kilómetros aguarda la visitadísima catedral de Monreale. Esta antigua villa arzobispal esconde, amén de joyas como el claustro de Santa Maria la Nuova, puñados de terrazas para comer –¡y probar su famoso pan!– entre sus encantadoras callejas.

16:00 El Palermo bien

De vuelta a la ciudad será el momento de disfrutar los elegantes bulevares y edificios del Palermo del XIX. Como la Villa Malfitano, o, de no haber asistido a un espectáculo la noche anterior, el Teatro Massimo y el Politeama, abiertos también ambos para visitarlos por dentro. O el delicioso Jardín Inglés orillado a la via della Libertà, donde pasmarse con sus fachadas estilo Liberty y achicharrar la visa en sus boutiques con pedigrí.

19:00 La mejor vista

De no quedar energía para subirse al Monte Pellegrino a aplaudir el atardecer, en el corazón del casco viejo la terraza del séptimo piso del hotel Ambasciatori despacha unas vistas que alimentan. Y lo harán literalmente si, además de un vino con la puesta de sol, uno se queda ya allí a cenar.

GUÍA PRÁCTICA

CÓMO LLEGAR

Hay, por precios a menudo inferiores a los 100 € ida y vuelta, vuelos directos a Palermo desde distintos aeropuertos españoles.

MUY PRÁCTICO

La ciudad, como mejor se visita, es caminando. De tener que tomar un autobús o un taxi, convendrá haber comprado de antemano el billete para lo primero y, para lo segundo, rezar para que el conductor no sea muy pirata. El caos del tráfico llega a intimidar, pero acaba divirtiendo la particular forma de conducir de los sicilianos. Imprescindible, eso sí, mirar a ambos lados antes de cruzar una calle. Por lo demás, es una ciudad mucho más segura de lo que sugiere su reputación mafiosa. Importante –para que no lo miren a uno raro– saber que, en Italia, el cappuccino solo se bebe por la mañana, o que, en la anárquica Palermo, los horarios son tan relajados que el horario de las tiendas y demás es más una orientación que una norma a rajatabla.

© Gonzalo Azumendi

En la piazza Bellini la iglesia de San Cataldo es un buen exponente del mejor barroco siciliano.

CÓMO MOVERSE

El aeropuerto queda a unos 35 kilómetros de la ciudad y está comunicado con ella por autobuses, trenes y taxis, cuyo precio ronda los 45 €. El casco histórico se recorre fácilmente caminando.

© AWL Images - CLK

Imagen de la catedral de Palermo, de estilo oriental.

DÓNDE DORMIR

En palazzos como el Grand Hotel des Palmes (grandhoteldespalmes.com), la belleza art nouveau donde Wagner ultimó su Parsifal y en 1957 se celebró una cumbre mafiosa al más alto nivel, con capos de la talla de Lucky Luciano. De cinco estrellas, más alejado y frente al mar, el Grand Hotel Villa Igeia (accorhotels.com), y de cuatro, el Principe di Lampedusa (principedilampedusa.it), en pleno casco viejo. Más asequibles, hoteles boutique de tres estrellas como el Alma (almahotel.it) o el B&B Novecento (bed-breakfast-palermo.com), con también su encanto.

DÓNDE COMER

Comer mal en Sicilia es casi misión imposible. Su cocina presume, y con razón, de estar entre las mejores de Italia y, además, no es nada prohibitiva. Por unos 15 € se come maravillosamente en locales caseros, e incluso por mucho menos si uno se entrega por sus mercados y puestos callejeros a su street food, seleccionada por la revista Forbes entre las mejores de Europa. Entre sus platos imprescindibles, la pasta con sardinas o los involtini alla palermitana, la caponata –tan similar al pisto pero con berenjena y salsa agridulce–, las arancine o croquetas de arroz con todo tipo de rellenos, así como sus calóricos postres, entre los que reinan los cannoli, unos cilindros de masa frita rellenos de ricotta e infinidad de sabores. Además de los restaurantes mencionados, también hay algunos tan de nivel como la cocina de autor del Gagini Social Restaurant (gaginirestaurant.com), en un edificio del XVI, o, cerca de la playa de Mondello, el Bye Bye Blues (byebyeblues.it) de Patrizia Di Benedetto, la primera chef siciliana en obtener una estrella Michelin.

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