Adentrarte en un glaciar, la insólita experiencia que puedes hacer en Islandia
Si escalar el manto blanco del segundo glaciar de Islandia impresiona, colarse en su interior aún más. Bajo la lengua de hielo del Langjökull se ha horadado un laberinto de túneles por cuyos recovecos es posible asomarse a uno de los fenómenos geológicos que dieron forma a esta isla prodigiosa.
En Islandia hay tanto glaciares que cubren cerca del doce por ciento de este territorio de fuego y hielo. Pero la experiencia que aguarda en el Langjökull, el segundo mayor del país, resulta de lo más asombrosa. Más allá de escalar su superficie, casi mil kilómetros cuadrados de nieve compactada, y en movimiento imperceptible, con incluso riachuelos abriéndose paso bajo su corteza congelada, lo que resulta único también es explorarlo desde dentro gracias al túnel que recorre su interior.
En motonieve o a bordo de un camión 8x8 rescatado de cuando la OTAN tenía base en la isla, la ascensión hacia este universo congelado la organiza Intotheglacier (intotheglacier.is) y arranca en el poblado de Húsafell. Tras casi una hora sin rastro humano a la vista, se alcanza por fin una explanada extraterrenal en la que se pierden las referencias. No está tan alto; ni siquiera llega a los 1300 metros, pero la sensación es caminar sobre las nubes. Allí, en mitad de la nada, entre el blanco inmaculado se abre la boca de este laberinto subterráneo al que solo dejan entrar con guía.
LA EXPERIENCIA
Será el guía quien ayude a desentrañar el glaciar. A aprender de su formación como en una clase de geografía, calculándole la edad y el futuro, en franco retroceso; a pasmarse ante las esculturas que modelan los riachuelos que se transparentan tras sus paredes y a escuchar sus sonidos acuáticos. O hacer lo propio con el eco, que aparece y desaparece por arte de magia mientras se desfila en silencio entre sus salas azuladas. Todo ello a unos muy llevaderos cero grados, y con el respeto que impone tener por encima de la cabeza una costra de nieve compactada de la altura de un bloque de trece pisos.
La cueva de hielo del Langjökull es el último aliciente de esta isla poco mayor que Andalucía que, como si estuviera a medio hacer, sigue formándose ante los ojos de sus 300.000 vecinos. Porque tras cada erupción –una cada más o menos diez años– puede aflorar una nueva islita u otro cráter, o cambiar el perfil de alguno de sus colosos.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Vuelos directos a Reikiavik con Norwegian desde Barcelona todo el año y Madrid en invierno.
La expedición al interior del glaciar Langjökull la organiza Intotheglacier (intotheglacier.is), con varias opciones de recorridos de unas horas hasta un par de días por sus alrededores, a partir de 165 €.
CUÁNDO IR
El viaje a Islandia en invierno, menos transitado, tiene el aliciente de que resulta precioso bajo el manto de nieve y con posibilidad de admirar auroras boreales.
CÓMO MOVERSE
Lo mejor cuando se viaja por libre es en coche de alquiler desde el aeropuerto. La carretera 1 que le da la vuelta completa a la isla está abierta todo el año para vehículos convencionales, mientras que muchas secundarias cierran en invierno.
DÓNDE DORMIR
De los mejores hoteles de Reikiavik, el Borg, de estilo art déco, y el hotel boutique Apotek, en pleno centro y pertenecientes al grupo KEA (keahotels.is), que también tiene en el norte de la isla el hotel Gigur, con preciosas vistas al lago Myvatn. Cerca de las playas negras de Vik y las cataratas de Seljalandsfoss y Skogafoss, Aurora Lodge (auroralodgehotel.com). En Breiðdalsvík, Bláfell (breiddalsvik.is/hotel-blafell), perfecto para explorar los fiordos del este.
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