48 horas en Lucca, una bella ciudad en la Toscana
Entre Florencia y Pisa y muy cerca del mar, Lucca es una encantadora ciudad media donde a cualquiera le apetecería quedarse a vivir, porque aquí a todo se llega a pie o en bicicleta. Parece hecha a medida. Rodeada de murallas que nunca sirvieron para defender la ciudad, nos hemos enamorado de sus «piazzas» y edificios medievales, de su ambiente y del gran compositor de ópera Giacomo Puccini, que pone la nota musical a la visita.
PRIMERA TARDE
La ciudad de Lucca está indisociablemente unida a su hijo predilecto, Giacomo Puccini. Por eso, para comenzar a descubrirla nada más acertado que acercarnos a su figura en el Museo de Puccini (puccinimuseum.org), ubicado en la casa donde nació. Durante el recorrido por sus estancias vemos objetos personales, partituras originales, vestuario de las representaciones de sus obras y hasta el piano donde compuso la ópera Turandot.
La tarde se hace corta y solo queda rematarla cenando en pleno centro histórico, en un lugar tradicional como es la Osteria San Giorgio (S. Giorgio, 26), de lo más auténtico por su atmósfera y sus especialidades italianas.
2º DÍA
Se hace de día y nos ponemos en marcha para empezar nuestro recorrido por Lucca, que arranca en la Porta Elisa, una de las seis puertas de la muralla que protege el casco antiguo de la ciudad. Levantadas siglos atrás como sistema de defensa, milagrosamente nunca se pusieron a prueba en un conflicto, por eso se mantienen intactas y hoy es el lugar de paseo habitual de los lucchesi. Cuatro kilómetros de recorrido, interrumpidos por 11 baluartes, donde caminar, correr, sentarse a tomar algo en sus terrazas y, sobre todo, disfrutar de unas vistas maravillosas intramuros y, también, de las verdes praderas que rodean su baluarte.
Tomando la via Elisa enlazamos, en línea recta, con la del Fosso, recorrida por un canal, para tomar la coqueta Santa Croce, llena de cafés, tiendecitas y pequeños comercios. Nada más dejar a la izquierda la iglesia de Santa María Foris Portam, la calle de la derecha nos lleva al palacio y a la torre Guinigi, singular no solo porque es una de las pocas que se mantienen en pie en la que fuera en época medieval «la ciudad de las cien torres», sobre todo por la curiosa vegetación de su azotea, que queda a 44 metros del suelo y a la que es obligado subir, aunque para ello tengamos que hacer un pequeño esfuerzo.
Caminando, queda a mano, como todo en esta ciudad, la piazza del Anfiteatro, redonda, que por algo fue construida sobre las ruinas de un antiguo anfiteatro romano y flaqueada por construcciones de color amarillo pastel. Y, a espaldas de este, la basílica de San Frediano, de las más antiguas de la ciudad, ante la que no queda otra que quedarse con la boca abierta contemplando el espectacular mosaico de su fachada. Detrás de ella eestá el baluarte al que da nombre, otro de los mejores lugares para contemplar las vistas desde la muralla.
Por cualquiera de sus coquetas callejuelas empedradas, a las que asoman edificios de piedra, palacios renacentistas y numerosas iglesias se va a parar a la piazza San Michel, donde se levanta la iglesia de San Michel in Foro, unida, por la via Pozzotoirelli, a otra plaza monumental, la de Napoleón, un inmenso rectángulo presidido por el Palacio Ducal. Un poco más allá, a 5 minutos caminando, queda la de San Martino, en la que se levanta la catedral dedicada a San Martín de Tours y con numerosas obras de arte en su interior, entre ellas, la Última Cena de Tintoretto, y el antiguo crucifijo de la Santa Faz.
El paseo por la ciudad ha sido completo y es momento de sentarse a comer para digerir tantas sensaciones. Cerca de la torre delle Ore (del Reloj), techo de Lucca, con sus 50 metros de altura, en la piazza del Carmine, encontramos la Trattoria de Gigi, donde probar recetas toscanas en un local muy auténtico abierto en 1962.
Para la tarde, elegimos alejarnos un poco de Lucca porque en sus alrededores también hay lugares que merecen atención. A media hora en coche, cerca del Borgo a Mozzano primero nos sorprende el ponte del Diablo, un puente medieval de postal que salva las aguas del río Serchio. Y 20 minutos más lejos, otro de los lugares imprescindibles para seguir las huellas de Puccini, la pequeña aldea Celle di Pescaglia, una verdadera casa-museo en cuyo interior se exponen fotografías, manuscritos y objetos que pertenecieron al maestro y a través de los cuales se puede recorrer su trayectoria humana y artística: su sillón favorito, el gramófono que le regaló Thomas Alva Edison, el piano con el que compuso parte de su ópera Madame Butterfly…
También merece una visita la Villa Reale di Marlia (parcovillareale.it), una de las residencias históricas más importantes de Italia, que fue residencia de Elisa Bonaparte Bacicocchi, hermana de Napoleón y princesa de Lucca. Imposible abarcarlo en una tarde, porque son 16 hectáreas lo que ocupa, con refinados jardines, rarezas botánicas, lagos, villas, conjuntos escultóricos y dos teatros, pero si hay tiempo siempre se puede volver.
Los gastrónomos tal vez prefieran optar por pasar por L’Antica Norcineria de Eat Valley (anticanorcineria.it), un antiguo hospital del siglo XVI a lo largo de la Via Francigena dividido en varios espacios en el que la familia Bellandi vende y ofrece para degustar los productos de la provincia de Lucca. Y después, hacer una cata de vino y aceite en las colinas próximas, donde se encuentra Colle di Bordocheo (colledibordocheo.com).
Regresamos a la ciudad a la hora de cenar para rematar el día en el restaurante Mecenate (ristorantemecenate.it), ubicado en una antigua tintorería donde se respira el ambiente de una trattoria de verdad, cuyos platos se elaboran con productos locales y de agricultura biológica.
3º DÍA
Rematamos el último día en Lucca en otro de los lugares imprescindibles de la provincia del mismo nombre, Torre del Lago, que queda a media hora en coche. Aquí el nombre de Giacomo Puccini también se hace omnipresente, pues en este lugar el compositor fijó su residencia estival, hoy convertida en el museo Villa Puccini (giacomopuccini.it/en). Situada frente al lago de Massaciuccoli, la visita a este palacete de estilo art nouveau permite admirar sus estancias, que se conservan iguales a como cuando él las ocupó.
Cerca de la entrada hay una estatua donde los amantes de la lírica se apuntan a fotografiarse con el gran maestro y también el escenario del Gran Teatro al aire libre Puccini (puccinifestival.it).
Despedir el recorrido como una comida frente a las calmadas aguas del lago, por ejemplo, en el Chalet del Lago (chaletdellago.it) será el mejor colofón a este viaje por un sorprendente rincón de la Toscana.
CÓMO LLEGAR A LUCCA
Lucca se encuentra a 78 kilómetros (1 h y 15’) del aeropuerto de Florencia, conectado en algo más de dos horas con distintas ciudades españolas con compañías como Iberia. El de Pisa es el más cercano, a 35 kilómetros, al que vuela Ryanair. Desde ambas ciudades se puede llegar a Lucca en tren (27’ y 1 h y 45’, respectivamente), coche o autobús.
DÓNDE DORMIR
Céntrico, dentro de las murallas de la ciudad, el Hotel Ilaria (hotelilaria.com) es un moderno cuatro estrellas en un edificio antiguo, las caballerizas de Villa Bottini, la residencia de Elisa Baciocchi, hermana de Napoleón y princesa de Lucca. Habitaciones actuales, un salón común donde uno se siente como en casa y desayunos asomados al jardín de la villa. Los huéspedes tienen disponibilidad de bicicletas gratuitas.
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