Una ruta por los pueblos más bucólicos de los Países Bajos

Molinos en los que enmarcar la típica postal holandesa, pueblos con sabor a queso y canales flanqueados por coloridas casas. Con el agua siempre presente, ponemos rumbo al norte de los Países Bajos para recorrer su campiña y dejarnos conquistar por idílicos paisajes en un viaje lleno de encanto.

Por ELENA ORTEGA

En la ribera del río Zaan, varias casas verdes y marrones dan la bienvenida a Zaanse Schans, la primera parada de nuestro recorrido. Nos encontramos a algo menos de media hora de Ámsterdam, en una zona del municipio de Zaanstad que fue utilizada, desde 1961, como museo al aire libre para preservar casas históricas, granjas y molinos de viento que habían sido abandonados. Las viviendas originales no tenían estos colores. Fueron repintadas en el siglo XIX a petición de la reina Victoria, que prefería unas tonalidades más sosegadas. Algunas de las viejas casas guardan en su interior museos que nos muestran cómo era su disposición antiguamente. Otras se han convertido establecimientos de recuerdos y alimentación ideales para hacerse con mostazas, galletas y demás productos típicos.

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El edificio que acoge la actividad más curiosa de Zaanse Schans es Kooijman (woodenshoes.nl/es),una fábrica de zuecos de gestión familiar en la que podemos aprender el proceso de elaboración del calzado más simbólico del país a partir de una madera de álamo. Antes de pasar a la práctica, se visita una pequeña exposición con modelos de zuecos de novia y otros para vestir, para ir al campo o para patinar. ¡En Kooijman hay zuecos diseñados para realizar con ellos cualquier tarea!

Saliendo del área más comercial buscamos el río. Lo que en un primer momento pudiera parecer un parque temático, es en realidad un gran reducto de inspiración. Alrededor del agua los vetustos molinos dibujan con sus aspas una escena insólita de calma y paz, al mismo tiempo que nos hacen retroceder en el tiempo.

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EDAM

Continuamos la ruta en Edam, a 20 minutos de Zaanse Schans. Su puerto es uno de los más importantes del norte del país. Además de la construcción naval, las queserías y un famoso mercado de queso han sido las propulsoras de la economía de esta localidad desde el siglo XVI y las que le han dado fama mundial. Tanto es así que en la plaza del mercado yergue orgullosa una escultura en la que dos hombres portan una enorme bandeja de quesos, la imagen más representativa del lugar.

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Durante los meses de verano, Edam recupera su tradicional mercado de queso, y algunos agricultores navegan por los canales para acercar sus productos a los puestos tal y como se hacía históricamente. Los perfectos quesos redondos también invaden los escaparates de la mayoría de los comercios de Edam. Por supuesto, será indispensable parar en uno de ellos y degustar todas sus especialidades antes de elegir cuál llevar a casa.

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Otra tienda que también nos hará derretirnos es Chocolaterie´t Snoepwinkeltje (t Spui 4), famosa por sus bombones hechos a mano. Y, entre las visitas imprescindibles, el ayuntamiento, la iglesia de San Nicolás y el Museo de Edam, el edificio más antiguo de la ciudad, que data del siglo XVI, y nos presenta una casa tradicional, la de un comerciante.

VOLENDAM

Varios canales recorren Volendam, nuestra siguiente parada, dejando constancia de que nos encontramos en tierras ganadas al mar o pólders, tal y como describe este término neerlandés el nombre oficial del país. Volendam es un pintoresco pueblo de pescadores sobre el que reposan coloridas casitas de madera. En paralelo al dique del puerto discurre su calle más viva, decorada con algunas esculturas y donde se encuentra el Volendam Museum (volendamsmuseum.nl), que expone trajes típicos parecidos a aquellos con los que a veces puede verse paseando a los residentes. En la calle también se suceden los comercios y restaurantes especializados en pescados y mariscos e idóneos para degustar el popular plato de arenque crudo. Tras recorrerla, llegamos a una pequeña playa en la que descansar antes de cruzar el lago IJsselmeer.

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EN FERRY A MARKEN

Al último pueblo de nuestra ruta llegamos en ferry para hacernos con esas imágenes inolvidables que IJsselmeer, el lago artificial más importante del país robado al Mar del Norte, nos va obsequiando. En la otra orilla nos espera Marken, una cautivadora península separada de tierra firme en el siglo XIII tras unas tormentas.

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La primera toma de contacto que tenemos con la localidad es su puerto, en el que se mueve toda la actividad durante los días de buen tiempo. Al otro lado, el faro Het Paard van Marken (El Caballo de Marken), de 1839, es uno los símbolos más preciados. Paseamos entre casas de colores construidas sobre postes, mientras apreciamos cómo los diques han protegido el territorio de las inundaciones durante años. Nos perdemos entre callejuelas estrechas rodeadas por canales y llegamos a la iglesia protestante, reconocida como monumento nacional. Dentro, cinco maquetas de barcos cuelgan de su techo recordándonos que el agua es aquí sinónimo de vida.

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