uando el avión se posa sobre la pista de aterrizaje del aeropuerto de Keflavík, en la capital islandesa, la emoción nos abraza fuerte. Acabamos de llegar a uno de los mayores tesoros naturales del continente europeo. La carretera que lo une a Reikiavik serpentea entre fascinantes campos de lava negro y nos hace sentir minúsculos ante la inmensidad. Jamás imaginamos que pudiera existir un paisaje tan abrumador.
PRIMER DÍA
En otoño las horas de luz comienzan a escasear y es importante aprovecharlas al máximo. ¿Y cómo arrancar de la mejor manera un día en Reikiavik? Desayunando, ¡por supuesto! Las cafeterías, esas que desprenden ese ambiente tan nórdico y que tanto éxito tienen por estos lares, se reparten por las calles del Viejo Reikiavik a cada esquina. Una de ellas es Sandholt (sandholt.is), una panadería que en 2020 cumplirá 100 años y cuya batuta sostiene la cuarta generación de una misma familia. En ella podremos relajarnos, envueltos en una cuidada decoración en madera, y deleitarnos con sus panes recién hechos o con sus pasteles. La carta es extensa y el servicio excelente.
Con las pilas cargadas, llega el momento de comenzar a explorar el corazón de la ciudad. Edificios pequeños conforman una estructura callejera caracterizada por los vivos colores de sus fachadas, por los murales decorativos y por los pequeños comercios y galerías de arte que los pueblan. Aquí encontramos pocas franquicias y mucho negocio local, un dato que nos da la clave de qué tipo de sociedad es la islandesa: aquella que lucha por conservar su idiosincrasia y sus tradiciones.
En los escaparates, un elemento que se repite son los famosos lopapeysa, jerséis con motivos circulares en torno al cuello, cuyo diseño se ha convertido ya en todo un icono del país. El Handknitting Association of Iceland (handknitted.is), en plena Skólavördustígur, la calle principal de la ciudad, cuenta con todo tipo de modelos.
Llegados a este punto ya nos habremos fijado en el edificio más emblemático de la capital islandesa. Con sus 75 metros de altura, la iglesia de Hallgrímskirkja es divisable a 20 kilómetros de distancia. Admirar su espectacular exterior, que recuerda en cierto modo a la forma de un cohete, nos llevará nuestro tiempo, pero será al adentrarnos en el interior cuando descubramos su gran joya, su increíble órgano de tubos. Un ascensor permite alcanzar lo más alto de la torre para poder disfrutar de las que son, sin lugar a dudas, las mejores vistas de toda la ciudad.
En un paseo por el corazón de Reikiavik no puede faltar Tjörnin, un hermoso y céntrico lago en el que habitan hasta 40 especies diferentes de aves. En invierno, cuando el agua se congela, grandes y pequeños se divierten recorriéndolo sobre patines de hielo.
Dejando el centro a un lado, dirigimos nuestros pasos hacia la zona de la ciudad que linda con el mar. Allí nos topamos con La Nave al Sol, una fascinante escultura del artista Jón Gunnar Árnason que simula lo que unos describen como el esqueleto de un barco, y otros como el esqueleto de un gran mamífero. Sea cual sea su verdadero significado, raro es aquel que abandona el país sin dejarse inmortalizar junto a él.
En un agradable recorrido, mientras admiramos las impresionantes montañas islandesas en el horizonte, alcanzamos el Puerto Viejo justo a la hora del almuerzo. En él, junto al muelle, se levanta un conjunto de casitas de madera de colores que, aunque en su día fueron el hogar de pescadores y trabajadores del mar, hoy albergan mayormente restaurantes y bares. Nos decantamos por Sægreifinn (saegreifinn.is), famoso por su exquisita sopa de langosta, la más popular de todo el país. Para los más atrevidos, un reto: catar el tiburón fermentado, una delicatessen sin demasiado éxito entre los forasteros. ¡Solo apto para paladares poco exigentes!
Si la tarde pide algo más tranquilo, nada como visitar uno de los museos más relevantes de Reikiavik. En el Reykjavík 871 +/-2, ubicado en una antigua casa vikinga del siglo X, podremos aprenderlo absolutamente todo sobre la historia, el modo de vida y las antiguas tradiciones vikingas.
Para acabar el día, una propuesta indeclinable es echar un vistazo a la programación de Harpa (en.harpa.is), el centro cultural y auditorio de la capital, y asistir a alguno de sus espectáculos. Situado junto al mar, ya solo por contemplar el edificio, que es en sí una obra de arte, merece la pena acercarse. Su fachada está diseñada a partir de paneles de cristal cóncavos y convexos con forma hexagonal que producen un efecto óptico maravilloso. En su interior se puede asistir a conciertos, óperas y obras de teatro, e incluso se puede cenar, ya que en la planta superior cuenta con un restaurante con increíbles vistas.
Antes de irnos a la cama: ¿una copa? Negarse a ello en una ciudad como Reikiavik es casi un sacrilegio, y es que los islandeses no perdonan una salida nocturna. De hecho, existe hasta una ruta de bares que se ha hecho con bastante fama en la ciudad, la djammid, que nos anima a alternar de un garito a otro mientras brindamos por un día perfecto.
SEGUNDO DÍA
Apuramos el desayuno y salimos abrigados a descubrir la ciudad desde un punto de vista muy diferente: ponemos rumbo a Perlan (perlan.is), en lo más alto de Öskjuhlíd, una de las colinas vecinas a la capital. Se trata de un complejo levantado en torno a enormes tanques de agua que cuenta con exposiciones interactivas sobre la isla, un planetario, y la joya de la corona, un mirador 360 grados que permite disfrutar, no solo de las vistas de Reikiavik, sino también de todo el entorno natural que lo rodea.
Y si no hemos tenido suficiente con este chute paisajístico, vamos a por otro aún mayor. Regresamos al Puerto Viejo para enzarzarnos en una aventura náutica que nos llevará, mar adentro, a contemplar ballenas en absoluta libertad. Y no solo eso. También podremos avistar una de las aves más típicas de la fauna autóctona, los frailecillos. Una experiencia inolvidable de 2 a 3 horas de duración que marcará un antes y un después en el viaje. Una opción estupenda para animarse con la excursión es Elding (eldin.is), la empresa más antigua de la ciudad.
Es el momento de saciar el apetito. ¿Y dónde? En uno de los mejores restaurantes de la ciudad: Apotek Restaurant (apotekrestaurant.is), a escasa distancia del puerto, sirve elaborados platos de nueva cocina inspirados en los sabores de Islandia. Mariscos, pescados, quesos y cordero son la base de una carta cuyas opciones son infinitas. Una opción más que recomendable es elegir su menú degustación, la mejor manera de descubrir a qué sabe este país.
Y para rematar nuestras 48 horas en el corazón urbanita de Islandia, otro homenaje. Junto al aeropuerto se halla el Blue Lagoon (bluelagoon.com), lo más parecido al paraíso en la tierra. Un moderno complejo que aloja un balneario geotermal en pleno campo de lava y cuyas aguas, ricas en minerales, son famosas por su cualidades y beneficios para la piel. Adentrarse en las piscinas exteriores a 40 grados cuando hace frío fuera, y disfrutar del entorno que nos rodea, es la mejor manera de despedirse de este viaje. Y ahora, ¿quién quiere volver a casa?
DATOS PRÁCTICOS
CÓMO IR
Norwegian conecta Madrid con la capital islandesa en vuelo directo dos días a la semana: martes y sábados. También existe vuelo sin escalas desde Barcelona con la misma compañía, en este caso tres días a la semana: martes, jueves y sábados.
DÓNDE DORMIR
La oferta de alojamientos en Reikiavik es de lo más variada e incluye opciones para todos los bolsillos. Uno de los hoteles-boutique más elegantes es el Sand Hotel (sandhotel.is/en), de la cadena Keahotels. Ubicado en el corazón comercial de la capital islandesa, su decoración destaca por hacer uso de líneas elegantes inspiradas en el estilo art decó. El acogedor Eyja Guldsmeden Hotel (hoteleyja.is), está dirigido por un matrimonio que, con una enorme experiencia en la gestión de hoteles, consigue hacer sentir a cada uno de sus huéspedes en su propia casa. Su desayuno basado en productos orgánicos es excelente para comenzar el día.
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