El Duero entra en las tierras de Zamora como un rey, trazando una curva majestuosa al pie de Toro, escoltado por álamos dorados y coronado por un puente de 300 metros al que llaman Romano, aunque salta a la vista, por sus 22 arcos ojivales, que es medieval.
Todo esto, como mejor se ve, es desde el paseo del Espolón, que une el Alcázar y la Colegiata románica, cuyo pórtico de la Majestad conserva los colores que le dieron en el siglo XIII, algo insólito. Otros lugares de interés que no hay que perderse en Toro son sus iglesias mudéjares, los soportales de la Plaza Mayor y su prolongación, la calle de la Puerta del Mercado, donde se descubren algunos de los mejores palacetes y el gentío bebe el famoso vino de la tierra alrededor de toneles-mesa, acompañándolo con tapas de morro, de delicias de jamón y gambas, de pulpo con anchoa rebozado...
PARADA EN ZAMORA
Aguas abajo, el Duero sirve de foso a Zamora, la bien cercada, una ciudad donde, a cada paso, uno se tropieza con un templo románico. La capital atesora nada menos que 22 iglesias románicas, récord mundial de templos de ese estilo en una ciudad. Sobre todos ellos descuella la catedral, con su cimborrio cubierto de escamas. Al lado, el remozado castillo alberga medio centenar de bronces y mármoles del escultor local Baltasar Lobo (1931-1993.
LA MARAVILLA VISIGODA DE SAN PEDRO DE LA NAVE
La ruta continúa por la carretera de Bragança (N-122), tomando a 12 kilómetros de la capital el desvío señalizado a San Pedro de la Nave, una iglesia del siglo VII que se libró de naufragar en las aguas del embalse de Ricobayo, porque en 1930 fue trasladada, piedra a piedra, al pueblo de El Campillo. Los capiteles de su crucero no tienen igual en el arte visigodo.
EL VIADUCTO DE VILLARDIEGUA DE LA RIBERA
El siguiente desvío, ya en los abruptos Arribes, lleva hacia Pino del Oro y Villardiegua de la Ribera, pueblos donde hay vistosas huellas de explotaciones auríferas romanas. Para ir de uno a otro se cruza el Duero por el puente Pino, un viaducto metálico de 120 metros de luz y 90 de altura, proyectado en 1895, que es como una Torre Eiffel atravesada de acantilado a acantilado.
EN BARCO POR LOS ARRIBES DEL DUERO
A partir de aquí, el Duero señala la frontera con Portugal. ¿Que ya no hay fronteras? Pues esta es muy real, con cortados graníticos a uno y otro lado de hasta 400 metros de caída, imposible de cruzar si no es a través de las presas. Este gran cañón fronterizo se puede admirar navegando en un barco hispano-luso que zarpa todos los días de Miranda do Douro (europarques.com). O a vista de pájaro, desde el mirador de las Barrancas, cerca de la ermita de la Virgen del Castillo, en Fariza.
Y tampoco brinda mal panorama Fermoselle, un pueblo con aire de castro prerromano que ha sabido conservar sus pinas callejuelas de granito verdinoso y sus bodegas excavadas en la roca. El antiguo convento de San Francisco ha sido rehabilitado como Casa del Parque Natural de los Arribes, una visita indispensable para conocer este gran cañón ibérico.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar
Toro, punto de partida de la ruta, se encuentra a 32 kilómetros de Zamora y a 62 de Valladolid por la A-11 (Autovía del Duero). Salamanca queda a 72 kilómetros por la CL-519.
Dónde dormir
En Toro, en Valbusenda (valbusenda.com), un cinco estrellas con spa, en la bodega homónima. Dos buenas elecciones en Zamora capital son el Parador (parador.es), un antiguo palacio del siglo XV rebosante de historia, y el céntrico NH Palacio del Duero (nh-hoteles.es), una impactante fusión de arquitecturas antiguas y modernas. Los que elijan Fermoselle, Hacienda Unamuno (posadasdecastilla.com) es un complejo enoturístico en un viñedo de 70 hectáreas en plenos Arribes del Duero.
Dónde comer
En Fermoselle, en Posada de Doña Urraca (posadadedonaurraca.com), el restaurante de un hotel rural cómodo y moderno donde los productos ibéricos son protagonistas. Otra opción es el restaurante España (restaurantespana.es).
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