Ruta mágica por la salvaje costa de Cornualles
Playas de arena, acantilados escarpados y ensenadas que cobijan deliciosos pueblos de pescadores, además de las huellas de un pasado celta. Nos apetece recorrer esa tierra remota y misteriosa del extremo suroeste de Inglaterra sobre la que planea la leyenda del rey Arturo.
Solo románticos incurables podrán estremecerse con estos parajes batidos por el viento y las olas que, con bajo el sol –que también brilla por estas latitudes– muestran su rostro más amable. Cornualles, con su posición remota en un apéndice puntiagudo, era a Inglaterra lo que el salvaje oeste a Estados Unidos. Un territorio hostil, frecuentado por bandidos y contrabandistas, tan ajeno a la identidad británica que hasta tenía su propio idioma, el córnico. Era también el último bastión celta, lo cual le otorga un halo de leyenda. Como la que dice que este abrupto litoral vio nacer y morir al rey Arturo.
UNA RUTA PARA LA BICI
Hoy, esta región encajada entre el océano y la campiña sigue manteniendo su esencia. La de una costa en la que se suceden playas de arena golpeadas por olas óptimas para el surf; acantilados vertiginosos con vistas que dejan sin aliento y pueblos pesqueros cobijados en profundas bahías. Una tierra que resulta perfecta para abordarse en bicicleta no solo por su clima moderado, sino también porque está atravesada por la Cornualles Coast Path, que es el tramo más atractivo de la South West Coast Path (la ruta inglesa más larga). Además, por la línea del mar se abren numerosas sendas locales que abarcan espléndidos paisajes.
TIENES QUE SABER PRIMERO…
El itinerario requiere al menos de cuatro días a través de vías muertas y caminos poco transitados. No obstante, quienes requieran largos descansos pueden optar por trayectos intermitentes (como el West Country Way) alquilando las bicis en los distintos centros urbanos.
CÓMO LLEGAR
El aeropuerto internacional más cercano es el de Bristol. Easyjet tiene vuelos directos a esta ciudad desde Madrid y Barcelona. De Bristol al río Tamar, que marca la frontera con Cornualles, hay apenas una hora y media en coche. Si se opta por llegar a Londres, se puede tomar un tren hasta Penzance en un trayecto de unas seis horas.
CÓMO MOVERTE
El transporte público es escaso y poco frecuente, por lo que es mejor disponer de un coche alquilado. El alquiler de bicicleta puede hacerse en los centros urbanos de Fowey, Penzance y St Ives. La elección de la ruta dependerá del tiempo y las ganas, aunque las más comunes son: Cornualles Coast Path [el tramo más bello del extenso South West Coast Path] y Saints’ Way (42 km desde Fowley a Padstow).
FOWEY, EL PUNTO DE PARTIDA
Un buen lugar para arrancar puede ser Fowey, en la costa sur, la más rocosa y agreste. Este bonito pueblo es la cuna de Daphne du Maurier, autora de algunos relatos (Rebeca, Los Pájaros…) que sirvieron de inspiración a Alfred Hitchcock. Pronto, a través de un camino sobre precipicios bañados de espuma, se llega a Lizard’s Point, el punto más meridional de las islas británicas, y después hacia el oeste, a Land’s End, el más occidental, al que se conoce como el Finisterre inglés. Aquí todo es principio y fin, como el primer y último pub del reino (así está catalogado), donde aparcar la bici para refrescarse con una buena pinta.
EL MOUNT SAINT MICHAEL INGLÉS
Antes de llegar a este extremo, conviene detenerse en Penzance, la localidad que, al igual que el norte de Francia, tiene su propio Mount Saint Michael en una curiosa islita a la que se llega a pie con la marea baja. Y también conviene parar en Porthcunro, una playa encerrada entre acantilados, en uno de los cuales se asienta el teatro Minack, soberbio escenario de corte griego con el mar como telón de fondo.
EL PUEBLO MÁS ENCANTADOR
La ruta continúa hacia St Ives, tal vez el pueblo más encantador, ya en la costa norte. Aquí la omnipresencia del mar y la luz, casi mediterránea, han sido un imán para los artistas desde que William Turner visitara el lugar en 1811. Tanto, que incluso existe una sucursal de la Tate Gallery londinense como colofón a un sinfín de galerías y a la agradable estampa de los pintores espontáneos en plena calle.
PLAYAS, PUEBLOS MARINEROS Y EL REY ARTURO
Más arriba, aparece la playa de Newquay, toda una meca para los surferos, y Padstow, un pueblo marinero de ineludible visita antes de la última etapa: Tintagel, con el castillo en ruinas donde, cuentan, nació el rey Arturo, pese a un escandaloso descuadre de fechas. Cosas de las leyendas. También está la cueva del mago Merlín, el estanque de Dozmary donde fue lanzada la famosa espada Excalibur y, para completar el ciclo artúrico, el impresionante páramo de Bodmin, un elevado brezal donde el monarca alcanzó una muerte, cómo no, envuelta en misterio.
LAS ISLAS DE SCILLY, UN EXTRA
Y si te animas. No dejes de acercarte a las islas de Scilly, un archipiélago de 140 islotes rocosos emplazado a 45 kilómetros de Land’s End, donde el clima es aún más benigno, el ritmo de vida más lento y la belleza mayor: aguas turquesas, plantas subtropicales y pueblos singulares donde no existen los coches. St Mary y Tresco son las islas más famosas (y de las pocas habitadas), aunque otras menores también merecen visita. Los barcos [scillyonline.co.uk] parten, excepto los domingos, de Penzance en una travesía de menos de una hora.
GUÍA PRÁCTICA
PARA ALOJARTE
En Foway y a la orilla del estuario, en The Old Quay House Hotel (theoldquayhouse.com), un excelente hotel con once lujosas habitaciones, un elegante restaurante y una atmósfera muy chic. En el mismo cabo de Land's End, con su aura de fin del mundo, Land’s End Hotel (landsendhotel.co.uk), con espectaculares vistas sobre el Atlántico y las islas de Scilly. Boskerris Hotel (boskerrishotel.co.uk), en St Ives, es un pequeño y coqueto hotel de estilo mediterráneo, luminoso y confortable, con habitaciones que presumen de bonitas vistas al mar.
PARA COMER
En Fowey, una buena opción es Lugger Inn (luggerinnpolruan.co.uk), una taberna que, aunque está especializada en productos del mar. En Penzance, en el premiado The Turks Heads (turksheadpenzance.co.uk), emplazado en un edificio histórico que se caracteriza por sus platos tradicionales con productos de temporada, a los que añade un toque contemporáneo.