Acaso por tratarse de uno de los grandes desconocidos de Europa, Eslovenia hace gala de una belleza espontánea, la propia de esos países aún incontaminados que no han de complacer a nada ni a nadie. Su esencia es algo así como un encanto rústico, una creencia en las bondades de la naturaleza y en que la vida, incluso la que late en los modernos entramados urbanos, no se entiende sin su conexión con el campo. Por eso y por su jugoso legado histórico, se trata de un destino interesante.
Sorprende, ciertamente, que un espacio tan minúsculo, un territorio inferior a la comunidad de Galicia, pueda concentrar tantas maravillas. Y, sin embargo, esta nación que perteneció al imperio austrohúngaro durante 600 años y que formó parte después de la República de Yugoslavia, atesora algunos de los más bellos parajes naturales que se cuentan en el Viejo Continente. Esto es lo que no debes perderte si decides descubrirlo:
LIUBLIANA, LA CAPITAL BALANZA
Sí, porque vive en equilibrio entre su espíritu mediterráneo y su corazón germánico, entre su ritmo de pequeño pueblo y su efervescencia cultural propia de una metrópoli cosmopolita. Así es la capital eslovena, emplazada en el centro geográfico. Una ciudad amable, dinámica y con una conciencia ecológica que le supuso, hace ya tres años, la Capitalidad Verde Europea. En Liubliana, que tiene en el arquitecto Joze Plecnik su particular Gaudí (suyos son los hitos urbanísticos), hay que recorrer las calles empedradas del casco viejo desde la plaza Presernov, junto al icónico Puente Triple. También emprender un paseo a la vera del río Liublianica, que fluye por el corazón de la urbe. Y subir al castillo medieval para obtener una bonita panorámica, curiosear por el mercado central y, sobre todo, contagiarse del ambiente cool de sus restaurantes, tiendas de diseño y bares de moda. Ahora en verano, las terrazas hierven de animación.
PIRAN, LA VENECIA ESLOVENA
Muchos no saben que aquí sí hay playa. Discreta y diminuta, pero con todos los atributos del Adriático. Es la pequeña salida al mar de la que goza Eslovenia: apenas 47 kilómetros de litoral, encajados entre Croacia e Italia y ocupando un escaso 7% de la península de Istria. Aquí, en la costa, descansa una de las mayores joyas del país: Piran, la coqueta localidad a la que, por su romanticismo decadente, a menudo se la compara con la ciudad italiana. Fachadas mordidas por el salitre, callejuelas retorcidas y esa atmósfera atrapada en el tiempo a la luz de los faroles nocturnos. Una joya de la arquitectura gótica que debe su existencia a los 500 años de dominio veneciano. Sus viejas casas que descienden desde la colina hasta el mar son una auténtica delicia. Y su plaza, ovalada y pavimentada en mármol, es una de las más bonitas del Mediterráneo.
EL LAGO BLED, LA POSTAL PERFECTA
Es la imagen más fotografiada: un lago verde, un islote coronado por una iglesia y una fortaleza medieval colgada de un acantilado. Y todo ello, con el telón de fondo de unos picos nevados que añaden más bucolismo si cabe. Nada extraña que tanto romanticismo sea un imán para los enamorados, que podrán dar un paseo en barca de remo o a bordo de una pintoresca góndola tradicional. Sin embargo, Bled es más que un escenario de cuento. Su vertiginosa oferta de actividades (piragüismo, submarinismo, pesca, trekking …) atrae también a los amantes de la aventura.
EL PARQUE NACIONAL DEL TRIGLAV, EMPACHO NATURAL
Montañas, desfiladeros, cañones, ríos, bosques, praderas alpinas… Todo bajo el majestuoso murallón de los Alpes Julianos, en cuyos pliegues se esconden pueblos encantadores. Estos tesoros hallamos en el único parque nacional esloveno, que ocupa unos 840 km2, el 4% de la superficie del país. Una explosión de naturaleza cuya joya de la corona es el monte que le da nombre, de 2864 metros de altura. Ascenderlo tiene un valor casi espiritual: no hay esloveno que no haya conquistado esta cima que, según la mitología eslava, es la morada de un dios. Quienes no se atrevan podrán, simplemente, dar un paseo a pie o en bicicleta por sus múltiples caminos señalizados.
EL RÍO SOCA, PARAÍSO DEL RAFTING
Ningún río pide más a gritos que se practique este deporte en sus aguas. Será por su intenso color esmeralda o por su espectacular localización en un valle tapizado de frondosos bosques bajo el marco imponente de las montañas. Una aventura que atrae a viajeros de todo el mundo y que se completa con trekking y esquí en los meses más fríos.
EL MUNDO SUBTERRÁNEO
Si Eslovenia, en la superficie, resulta deslumbrante, en las entrañas esconde otro mundo maravilloso. Es el que discurre por la región del Karst, que ha dado nombre a un tipo de formación geológica caracterizado por un paisaje calizo, rico en cavidades subterráneas. Aquí encontramos la friolera de más de diez mil grutas con las que emprender, cual Julio Verne, un auténtico Viaje al centro de la Tierra. Destacan las de Skocjan, declaradas Patrimonio Mundial, que han sido esculpidas por el río Reka a 250 metros de profundidad. También las de Postojna, que se exploran desde un trenecillo que culebrea por sus formas caprichosas: agujas, carámbanos y estalactitas que dibujan alocadas figuras.
DATOS PRÁCTICOS
CÓMO LLEGAR
No existen vuelos directos desde España a Liubliana. La forma más común de llegar es la de volar a Venecia, para lo cual existen distintas compañías (Iberia, Vueling, Air Europa, Ryanair…). Una vez allí hay que contratar un traslado privado a través de Go Opti (goopti.com/es/) que realizará el trayecto en unas dos horas y media, y por menos de 50 euros.
CUANDO IR
Por su fuerte presencia natural y por tratarse de un destino para disfrutar del aire libre, se recomienda visitar el país en primavera y en otoño, cuando los campos están más bonitos. Mayo es el mejor mes para practicar rafting, mientras que septiembre lo es para subir al monte Triglav.
MONEDA
Euro. Hay cajeros automáticos por doquier y se aceptan tarjetas de crédito y débito.
Otros lugares para visitar por primera vez:
Maravillas de Serbia que no deberías perderte en tu primer viaje
¿Tu primera vez en Moscú? Diez paradas para no perderte lo imprescindible