El monasterio y el parque son los dos elementos esenciales de este lugar de extraordinaria riqueza biológica localizado en la localidad zaragozana de Nuévalos. Una parte ha sido rehabilitada como hotel, y allí acuden quienes buscan reposo y silencio en sus estancias y en su spa. El parque está abierto a quien quiera disfrutar de los accidentes y caprichos del río Piedra al salvar los desniveles de un estrecho desfiladero.
En el monasterio se establecieron los monjes cistercienses en 1195. Es posible, que ellos manipularan el cauce del río para someterlo a sus necesidades domésticas. No pensarían tal vez en hacer un remedo del paraíso, mucho menos en crear un jardín romántico, lo que más les interesaba era su huerta. Pero lo cierto es que entre unas cosas y otras se fue conformando un oasis singular. Pero llegó el abandono y la ruina, hasta que en el siglo XIX el industrial barcelonés Pablo de Muntadas adquirió la finca. Pero no fue este sino su hijo Federico el verdadero artífice del soberbio parque natural en que llegó a convertirse.
EL RECORRIDO
Se inicia al fondo de la plaza de San Martín, y rodeando algunas huertas y bancales, a los que asoman las antiguas celdas de los monjes, ahora habitaciones del hotel. Las flechas indican al mirador de la Cola de Caballo, el más espectacular del parque. Una cascada de casi 60 metros oculta, tras su cortina de espumas y reflejos, una cueva sombría y húmeda a la que se puede acceder.
Desde allí el recorrido se atempera: la cascada Iris, el Baño de Diana, las avenidas de plátanos que, enfrente, configuran El Vergel plantado por Federico Muntadas. Luego, el lago de los Patos, la cascada llamada de la Trinidad (por sus tres caídas, claro) y, a su derecha, diversas grutas de evocadores apodos (gruta de la Pantera, de la Bacante, del Artista).
Por una escalera tallada en la roca se asciende al Parque de Pradilla para contemplar desde una rústica pasarela la cascada Caprichosa. Por Los Vadillos se llega a la cascada de los Fresnos, y por allí se desciende nuevamente a la cascada Iris y la gruta homónima, que lleva al pie de la Cola de Caballo.
Aún habrá que llegar a la Peña del Diablo (dejando atrás la piscifactoría más antigua de España) y al lago del Espejo, encajonado junto a una soberbia pared rojiza.
LA VISITA AL MONASTERIO
El monasterio, con ocho siglos de historia a sus espaldas, es obligado para los amantes del arte. El recinto, como tantos cenobios medievales, estaba amurallado, conservándose parte de la muralla y la torre del homenaje. Del conjunto monumental, que aglutina diferentes estilos, del gótico al renacentista, lo más destacable es la iglesia y el claustro, con sus sobrias arcadas apuntadas. El recorrido incluye además la sala capitular, el altar barroco, el Museo del Vino D.O. Calatayud (en la cocina monacal), la exposición Historia del Chocolate en piedra, la sala de carruajes, la reproducción del Tríptico Relicario (en el refectorio) y el calefactorio.
EXHIBICIÓN DE VUELO DE RAPACES
Dentro del parque, justo a la entada, se puede asistir a una exhibición de vuelo de rapaces, procedentes de centros de cría en cautividad. Conviene consultar los horarios nada más llegar en las taquillas.
INFORMACIÓN PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Se accede desde la salida 204 de la A-2 (dirección Madrid-Barcelona) o 231, en el sentido contrario pasando la localidad de Nuévalos. En el acceso al parque se encuentran varios restaurantes además de varias zonas de merendero donde llevar su propia comida si esa es la opción elegida. También es posible disfrutar de la gastronomía de los dos restaurantes que se encuentran dentro del hotel.
PRECIOS
La entrada al Monasterio de Piedra (monasteriodepiedra.com) cuesta 14,40 € y 9,90 € reducida. También existe una entrada combinada del parque, el monasterio y un circuito termal por 34 € al día.
MEJOR ÉPOCA DEL AÑO
Aunque el parque natural (monasteriopiedra.com) está abierto todo el año son, sin duda, la primavera y el otoño sus temporadas estrella. La primavera, cuando el río fluye repleto de agua y las cascadas se encuentran en todo su esplendor. Y el otoño, cuando la vegetación torna en ocres, rojos y amarillos. Además, la exhibición de aves rapaces solo se realiza de marzo a octubre.
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