A la llanura manchega fue a parar el mítico caballero Don Quijote de la Mancha, quien se enzarzó en una imposible batalla con sus gigantes. Estos molinos de grandes aspas que atormentaron al protagonista de la novela cervantina se encuentran en Consuegra y son hoy una parada obligatoria en una ruta por estas tierras. Doce de ellos se conservan en muy buen estado, de los cuales cinco siguen manteniendo la maquinaria original. Además de disfrutar de unas espectaculares vistas desde lo alto del Cerro Calderico, algunos se pueden visitar, como es el caso de Bolero –actual oficina de turismo de Consuegra–, de Rucio –donde se puede conocer su funcionamiento y hasta comprar un souvenir– o de Caballero del verde Gabán, convertido en un gastro-molino en el que disfrutar de un tentempié en su coqueto y pequeño salón-comedor.
A unos pasos de aquí, el castillo de la Muela vigila este territorio manchego. La fortaleza del siglo X y sus murallas han sido testigos de diferentes batallas y romances a lo largo de los años. Aquí es posible conocer su historia y sus diferentes dependencias –aljibes, nave archivo, sala capitular y nave ermita, entre otras– a través de visitas teatralizadas dirigidas por monjes, campesinos, juglares y caballeros en un animado recorrido en el que no hay visitante que no acabe espada en mano.
A los pies del cerro está Consuegra, un pueblo con encanto manchego cargado de tradiciones y rincones por descubrir. La Plaza de España es el centro neurálgico de la localidad, por donde discurre el ir y venir de sus gentes. A su alrededor se extiende un entramado medieval de calles custodiadas por casonas señoriales, todas ellas embriagadas por el olor de su rico mazapán. Recorriendo a pie sus rincones más populares se llega a la ermita del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, que llama la atención por su fachada blanca en mármol y sus columnas salomónicas.
Para continuar explorando su historia es obligado visitar los talleres artesanales que se reparten por todo el pueblo, una muestra viva de tradición y arte. La forja toledana, el tallado en piedra, el manejo del cuero y la madera o el minucioso trabajo de vidrieras son algunos de los oficios que todavía hoy se mantienen vivos.
Consuegra es un mosaico de culturas formado a lo largo de más de 2000 años de historia. Por sus campos pasaron todos los colonizadores de la Península ibérica, dejando tras de sí un trocito de legado que puede verse en sus edificios de estilo renacentista –el Arco y la Torre del Reloj–, mudéjar –el colegio de San Gumersindo o la iglesia de San Juan Bautista–, o gótico –el convento de la Inmaculada Concepción–.
Una ruta por este mágico pueblo no puede finalizar sin probar su rica gastronomía. Gachas, migas, duelos y quebrantos, guisos de caza menor y, por supuesto, el oro rojo, o lo que es lo mismo el azafrán de Consuegra. Este aderezo le aporta un toque de sabor a todos sus platos y es tanta su importancia en estas tierras que cada mes de octubre –coincidiendo con la recogida de la flor– se celebra la Fiesta de la Rosa del Azafrán.