Clásica, pero con toques de modernidad, cercana, llena de luz, con una temperatura media anual de 20º y una fuerte apuesta gastronómica que pone en valor su famosísima huerta. Esta ciudad bañada por el río Segura da mucho de sí para un fin de semana, más ahora que acaba de estrenar AVE a Madrid (desde 19 €). Recorremos la ciudad y lo hacemos como un murciano, de plaza en plaza.
DÍA 1
Murcia es una ciudad para pasearla, o patearla, porque está todo a mano, más si se ha elegido un hotel céntrico. Lo mejor será comenzar el día por la catedral, que impone la mires por donde la mires. Subir a su torre, todo un símbolo de la ciudad y la segunda más alta de España tras la Giralda, despacha una vista inmejorable, aunque para ello habrá que haber subido unas cuantas rampas y una escalera de caracol. En el interior, principalmente gótico, no hay que perderse la capilla de los Vélez y fijarse en su cúpula estrellada, el coro con una magnífica sillería, un órgano neogótico con casi 4000 tubos o el altar mayor con las reliquias de Alfonso X.
Una vez fuera del templo, la bella fachada principal, en la plaza del Cardenal Belluga, requiere de una pausa. Tras un rato escudriñando sus pliegues, es hora de darse la vuelta, a un lado el Palacio Episcopal y frente a nosotros, el modernísimo edificio Moneo, ante el que opinar, otra vez como un murciano más, si gusta o no su contraste frente a la catedral. Para gustos, los colores.
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Es hora de pasear por las calles peatonales del centro histórico. Por Platería y Trapería, las más comerciales, o las aledañas. Y después, hacer un alto en el camino en el Mercado de Correos (Pintor Villacis, 3), un mercado gastronómico situado en el antiguo edificio de Correos. Imprescindible probar la tapa más típica de Murcia, ensaladilla sobre un pan tostado (rosquilla) a la que llaman «marinera» si lleva anchoa, «marinero» si lleva boquerón o «bicicleta» si no lleva nada. Si quieres pasar por un local, ya sabes cómo pedirlas, no hay bar de tapas que se precie que no las tenga en su barra.
Para comer continuamos apenas unos metros en busca de otra plaza, esta vez la de San Juan. Allí una muy buena opción es la Taberna La Pequeña (lapequenataberna.com), en la que deleitarte con su cocina de mercado elaborada con productos de la huerta murciana, como las alcachofas, una de sus especialidades, o unas simples habas crudas.
Otra opción, en este mismo entorno, es el restaurante La Parranda (laparranda.es), en la imagen, donde disfrutar también de exquisitos platos de verduras o de un tapeo en su barra. Se elija la opción que se elija hay que finalizar la comida con un postre típico: los paparajotes, una hoja de limonero rebozada que se fríe y se espolvorea con canela y azúcar que es toda una delicia (ojo, ¡la hoja no se come!).
Por la tarde podemos continuar la ruta siguiendo la muralla, desde el alcázar hasta el Centro de Visitantes de la Muralla Árabe, ubicado en otra plaza, la de Santa Eulalia. El centro conserva en su interior un tramo de la muralla medieval, pero no es el único. Podrás encontrar restos árabes en otras curiosas localizaciones de la ciudad, como en el bar La Muralla dentro del hotel Rincón de Pepe, con un tramo de la misma en su interior, y hasta en una eroteca, una boutique, que se define de erotismo elegante, ubicada en el patio central de una antigua vivienda árabe del siglo XIII (Platería, 31), en pleno casco antiguo de la ciudad.
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Si al caer la tarde apetecen unas compras habrá que caminar de nuevo hacia las calles Platería o Trapería y llegar hasta la animada plaza de Santo Domingo, en la que quedan los murcianos. Si somos más de merienda, el café se puede tomar en la plaza de Julián Romea, donde está el Café del Arco (cafedelarco.es) o parar en la pastelería Bonache (pasteleriabonache.com), en la plaza de las Flores, o bien en El Zaher (pasteleriazaher.es), muy cerca en la calle Riquelme 13, para degustar uno de los mejores pasteles de carne típicos de la región, un hojaldre relleno de diferentes tipos de carne con tomate y huevo característico por la forma en espiral que lo cubre. También típicos murcianos, los pasteles de cierva, que combinan el sabor dulce con el salado, de los mejores en la zona trasera de la catedral, en la confitería La Peladilla (lapeladilla.com).
Si antes de regresar al hotel aún quedan ganas de cenar, se puede rematar la jornada en una de las muchas terrazas y bares de la plaza de Las Flores, en las que tapear a buen precio, como La Tapa (plaza de Las Flores, 13), todo un clásico, famoso por sus excelentes croquetas o los típicos caballitos (una cola de gamba rebozada).
DÍA 2
Para el segundo día conviene comenzar regresando al casco antiguo, a visitar en la avenida Alfonso X el Sabio el convento museo de Santa Clara (museosregiondemurcia.es), que alberga la mejor muestra de arte islámico de la región. Sobre un palacio islámico, el edificio acoge a una congregación de monjas clarisas que conviven con los visitantes, aunque en espacios separados al ser de clausura, que ellas disfrutan en su totalidad al cierre. Con una preciosa alberca árabe es un espacio de paz, rumor de agua y tranquilidad en pleno centro de la ciudad.
Frente a Santa Clara queda el conocido convento de las Anas (de Santa Ana). No se puede visitar, pero sí acercarse a él a comprar unos dulces de las monjas, caseros, naturales y deliciosos. Y para los que ya quieran tomar un descanso, junto a Santa Clara está la terraza Gran Vía, donde dicen que sirven una de las mejores marineras de la ciudad.
Como seguro que el tiempo acompaña, la mañana puede continuar recorriendo el paseo del Malecón, que sigue la margen del río, hasta adentrarnos en la huerta murciana, dejando a un lado el jardín botánico, el mayor jardín de la ciudad. O incluso cogiendo una bici para dar un paseo; hay varias estaciones de préstamo de bicicletas, además de una oficina municipal de la bicicleta (oficinabicicletamurcia.com).
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Para la hora de la comida hay varias opciones. Si se prefiere continuar a pie por el centro, el restaurante El Soto de Vulcano (restaurantevulcano.com), junto al paseo del Malecón. O, si tenemos el día sibarita, conocer el último de los restaurantes que acaba de incorporarse al universo Michelin de la ciudad: AlmaMater (almamatermurcia.com). También está la opción de probar Odiseo (odiseopain.com), del chef Nazario Cano. O desplazarse a unos 15 minutos del centro en coche para conocer en El Palmar el restaurante Cabaña Buenavista (restaurantelacabana.com), el único con dos estrellas, donde el chef Pablo González utiliza los mejores productos de temporada, especialmente el atún rojo. Un lugar para recrearse en un mundo de sensaciones.
La tarde hay que dedicarla a otro imprescindible de la ciudad que está en el casco antiguo: el Real Casino de Murcia (realcasinomurcia.com), un espectacular edificio de finales del XIX que fue lugar de reunión de personajes influyentes de la sociedad murciana. Hoy se puede visitar su planta baja, sus salones –como el del baile, con unas inmensas lámparas–, la biblioteca, el salón de billar o una de sus estancias más especiales, el tocador de señoras, concebido con todo lujo y del que impresiona su juego visual a través de sus espejos y su techo profusamente pintado.
Como no podía ser de otra manera, la visita a la ciudad del Segura hay que rematarla en una plaza. Para ello hay que volver sobre nuestros pasos allá donde comenzamos a descubrirla para sentarnos en alguna de las terrazas de la plaza del Cardenal Belluga y observar el trajín de gente, murcianos a los que les gusta vivir sus plazas mezclados con visitantes que las disfrutan. Así se piensa en lo que aún nos queda por descubrir con más calma.
DÓNDE DORMIR EN MURCIA
Con una inmejorable ubicación, el Hotel Rincón de Pepe (melia.com) es una buena elección. A menos de cinco minutos a pie de la catedral y de las principales calles comerciales, cuenta con modernas habitaciones y hasta con un casino. Además, en su restaurante se degusta cocina murciana de temporada con ciertos toques de vanguardia. También con magnífica ubicación, el Catalonia Conde Floridablanca (cataloniahotels.com), a 5 minutos de la catedral.