La mejor puerta de entrada a esta región ubicada en la isla principal del país nipón es su capital: Sendai, conocida como la ciudad de los árboles, dada la cantidad de ejemplares que bordean la avenida Jozenji-dori. Fue erigida en 1603 por el samurai Date Masamune, cuya estatua ecuestre resiste en lo alto del monte Aoba, donde se encontraba el castillo de Sendai, hoy reconvertido en la explanada más buscada y el rincón que ofrece las mejores vistas de la ciudad. También en Sendai se halla la famosa Mediateca, del arquitecto Toyo Ito (premio Pritzker), una obra arquitectónica determinante y fundacional del siglo XXI, que fuera elegida la mejor construcción del este de Asia en 2002. Se trata de un edificio multicultural concebido como una gran pecera que dialoga con la naturaleza del exterior a través de una marcada intencionalidad diáfana presente en sus siete pisos sin pilares.
Junto a Sendai, a apenas media hora, la excursión más inmediata y necesaria es la que nos lleva a la bahía de Matsushima, uno de los tres paisajes más deslumbrantes de toda la isla nipona, junto con el santuario de Itsukushima en Miyajima y la ‘lengua de arena’ de Amanohashidate. En 2013 fue distinguida como la bahía más hermosa del mundo. El recorrido en barco por entre los 260 islotes repletos de pinos que configuran la bahía da buena cuenta de la belleza natural del lugar. No es extraño que fascinara a Matsuo Bashô. Cuenta la leyenda que este paseo hipnotizó de tal modo al poeta que durante el trayecto fue incapaz de escribir un solo verso, lo cual, visto lo visto, no puede extrañar a nadie.
En esta prefectura de Tohuku llamada Miyagi es común comer ostras a la brasa, una tradición altamente peculiar y que de octubre a marzo encandila a visitantes de todas las regiones del país que, dispuestos a darse un homenaje, se dan cita en el Matsushima Fish Center, un complejo lleno de pequeños locales en los que los comensales se sientan alrededor de un grill con montones de humeantes moluscos por abrir. Tras pagar 3000 yenes, el cliente, equipado con guantes y baberos, dispone de 50 minutos para comer todas las ostras que quiera, o, mejor dicho, que pueda.
También en este entorno hay que deleitarse ante un té matcha, introducido en Japón desde 1191. En la bahía de Matsushima, el lugar para disfrutar de él es, sin duda, Karantei. No se conoce en la región una Tea House más exquisita. Sentado en sus tatamis, con las vistas puestas en ese mar horadado de pequeñas islas, el pastel de té matcha se revela como algo iluminador.
Hablando precisamente de iluminaciones, es al caer el sol cuando conviene visitar el templo budista Zuiganji, fundado en el año 828 y reconstruido en 1609 por Date Masamune, el fundador de Sendai, porque parte de su encanto reside en la delicadísima iluminación que alumbra el recorrido. En su estanque se reflejan las plantas y los árboles como en un espejo. La sonoridad del agua y la compañía de la vegetación hacen de la visita una impactante experiencia sensorial, muy acorde con el espíritu zen.
Otro lugar para experimentar la delicadeza paisajística, la emotividad de la naturaleza y la sensibilidad del país nipón con el arte de la jardinería es el templo Motsuji. Un recorrido lento por este parque supone asistir a una celebración de la luz. Las hojas rojas y palmeadas del soberbio arce japonés, o las de los cerezos, tiñen el aire de intensidad anaranjada, junto a la elegancia verde del cedro, tan común en esta región. La combinación otoño y templo Monsuji es extraordinaria y, según cómo, sobrecogedora, pues es uno de los lugares más especiales para asistir al Koyo, momento en el que la hoja cambia de color. No es extraño que ante la laguna Oizumi ga Ike insistan en fotografiarse parejas de recién casados ni que los visitantes se resistan a abandonar este “Jardín de tierra pura o Jardín perfecto”, tal y como conocen los autóctonos a este paraíso budista declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
También en esta región, como en el resto de Japón, el final del día empieza en uno de sus onsen, baños de aguas termales naturales, muy arraigados a la cultura japonesa, y cada cual con sus protocolos. Dado que Japón se ubica sobre una zona volcánica, abundan lugares con ryokanes (hoteles tradicionales) en los que entregarse a esta actividad. En Tohoku, región de fuertes tradiciones, se encuentra Ginzan Onsen, una aldea aislada entre las montañas de la prefectura de Yamagata, un resort o pueblo balneario dedicado íntegramente al bienestar.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Lo más común para llegar a Tohoku desde España es volar a Tokio, y desde ahí tomar el shinkansen (tren bala) hasta Sendai. La compañía ANA-All Nippon Airways (ana.co.jp/en/es) ofrece buen servicio y mantiene ofertas todo el año en su web.
DÓNDE DORMIR
En Sendai, el Metropolitan Sendai East (sendai-eastmetropolitan.jp/en), funcional y céntrico, es la mejor opción, pues se halla junto a la estación de tren y ofrece todo tipo de comodidades. Para vivir una experiencia tradicional auténtica, el Matsushima Century Hotel (ssl.centuryhotel.co.jp/lg_en), frente a la bahía de Matsushima. Un ryokan genuino es Kounkaku (kounkaku.co.jp/eng). Elegante y en la ciudad de Yamagata, en el Metropolitan (yamagata.metropolitan.jp). El reputado ryokan Notoya (notoyaryokan.com) es una de las referencias en Ginzan Onsen y en él se dice que se inspiró Hayao Miyazaki, creador de la película El Viaje de Chihiro.
DÓNDE COMER
En Sendai se aconseja probar la especialidad: gyutan o lengua de vaca a la brasa. Y uno de los lugares más reputados para ello es Rikyu Gyutan Higashi-guchi Honten (riku-gyutan.co.jp). Dado que Tohoku es una de las regiones con mejor wagyū (vaca japonesa), conviene acercarse a Ogata Maesawa (maesawaagyuota.com) y darse un festín de esta apreciada carne de una jugosidad y delicadeza extremas. La estrella de la región es el restaurante Dewaya, en Nishikawa, regentado por el joven “chef de las montañas” Haruki Sato, que ha revolucionado la cocina autóctona utilizando para sus creaciones frutos, hierbas o raíces que recolecta personalmente en las montañas vecinas.