Un invierno en Menorca, placeres únicos en la isla tranquila
Arenales para pasear, espacios naturales donde observar a las aves, restaurantes gourmet, atardeceres desde una cueva natural, hotel boutique...
ARENALES PARA PASEAR
El invierno no es tiempo de baño, ni siquiera en las cálidas y transparentes aguas del Mediterráneo, pero en Menorca, aunque uno no se meta en el mar, puede disfrutar de sus calas y de su naturaleza. Para soñar es Son Saura, un antiguo refugio de piratas, donde toparse con tortugas, y pintoresco el arenal de Algaiarens, en el norte de la isla. Y si Cala Pregonda es una joya a la que se accede después de una excursión a pie de media hora, Macarella y, su adosada, Macarelleta, son de una belleza absoluta.
UNA MAÑANA OBSERVANDO AVES
Aves acuáticas y rapaces conviven en las más de 5.000 hectáreas de S’Albufera des Grau, el parque natural más importante de Menorca. Lo mejor es empezar por el centro de recepción Rodríguez Femenias, donde conocer las diferentes rutas creadas por este espacio de alto valor ecológico declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco.
EN BUSCA DE LOS LUGARES GOURMET
Oliaigo, caldereta de langosta, arròs de la terra, queso de Maó… las delicatessen que brinda Menorca han convertido la isla en una coordenada gourmet. Cocina moderna y mediterránea se degusta en Smoix (smoix.com), un local cálido, espacioso y con mucho estilo en Ciutadella.
Y en el restaurante de la finca Torralbenc (torralbenc.com), en Alaior. Buenas sugerencias son también Es Cranc (escranc.com), en Fornells, sobre todo, su famosa caldereta de langosta y arroz caldoso en un local sencillo de ambiente familiar. Y en Ciutadella, los pinchos modernos de Reis (Sant Isidre, 33) y la tradición y vanguardia menorquina de Mon (monrestaurantfonda.com).
TRAS EL RASTRO MEGALÍTICO
Navetas, talayots, taules… Una retahíla de mágicas edificaciones megalíticas susurran el remoto pasado de Menorca. En la carretera de Ciutadella a Maó se encuentra la mayor expresión de la cultura talayótica de la isla: el gran monumento funerario conocido como la Naveta des Tudons (1.500 a. C.), magistral representante del legado de esta cultura prehistórica.
ATARDECER EN UNA CUEVA NATURAL
Si hay un enclave de Menorca que no hay que dejar de visitar a última hora del día es la Cova d’en Xoroi. A un paso de Cala’n Porter, desde esta cueva natural suspendida sobre un acantilado se otea uno de los crepúsculos más hermosos de la isla. Tomarse una copa en esos momentos mientras se escucha música del Dj de turno es un momento mágico.
PERDERTE POR EL CASCO ANTIGUO DE MAÓ
El casco histórico de Maó está en buena parte reservado a los peatones y se brinda, junto a su puerto, al paseo. Si las calles Hannover y Sa Murada están repletas de infinidad de cafés, heladerías y tiendas, el Mercat de Pexi, es un fantástico espacio gastronómico cultural donde ver y probar. Otros lugares para detenerse son el magnífico ayuntamiento, el Principal de Guardia, el Teatro Principal de ópera y los templos de Sant Francesc, El Carme o la iglesia gótica de Santa María.
CIUTADELLA DE NOCHE
La capacidad seductora de Ciutadella se disfruta especialmente en invierno y más aún de noche, cuando la ciudad vive una época más tranquila. Deambular entre sus porches, plazas y tiendas de artesanía es un regalo mientras van saliendo al paso la catedral gótica, la plaza del Borne, la de la Esplanada o el castillo de San Nicolás, que defiende el lugar más emblemático: el puerto, donde se impone sentarse a comer en uno de sus restaurantes.
HOTELES BOUTIQUE ABIERTOS TODO EL AÑO
Hay lugares en los que nada más cruzar la puerta uno se siente como en casa. Es lo que ocurre en el Petit Hotel 5 Fars (hotel5fars.com), escondido en una de las callejuelas de postal de Ciutadella. Solo cinco habitaciones de líneas sencillas y de un blanco impoluto que transmiten calma.
En la misma línea, la atmósfera serena ecléctica y atemporal del pequeño hotel Ses Sucreres (hotelsessucreres.com), una antigua casa señorial convertida en un alojamiento personal e íntimo. Y, en pleno centro de Maó, las habitaciones del Jardí de ses Bruixes (hotelsesbruixes.com) que no pueden tener más encanto para pasar unos días de invierno en Menorca.
SUBIR AL MONTE TORO
Desde Es Mercadal, son 30 minutos en bici, una hora a pie o cinco minutos en coche lo que lleva llegar al techo de la isla, a 385 metros de altura. No hay mejor mirador de la isla, de la bahía de Fornells y hasta de la vecina Mallorca si el día está despejado. Además de pasmarte con las vistas, en la cima se encuentra el santuario de la Virgen de Monte Toro, de monjas franciscanas.
PROBAR LOS VINOS MENORQUINES
Desde el siglo XIII llevan los menorquines produciendo vino, como buena isla mediterránea que se precie. Durante un tiempo, la viticultura en estas tierras despareció, pero hoy revive bajo el sello de calidad Vi de la Terra Illa de Menorca. Para dar fe de ello, nada como apuntarse a las visitas y degustaciones que brindan bodegas como Binifadet (binifadet.com), Hort Sant Patrici (santpatrici.com), donde también hacer una cata de quesos de la isla, o Ferrer de Muntpalau (bodegasmenorquinas.com).