Tübingen, la ciudad más joven de Alemania que parece de cuento

Posee el encanto de sus casas de colores con pendientes tejados, de su casco antiguo, del río que la cruza y, sobre todo, su animada vida universitaria que llena de juventud sus calles.

por Rocío Jiménez

A 40 kilómetros de Stuttgart y a orillas del río Neckar, Tübingen es una ciudad de lo más viva y jovial. Y es que de sus 90.000 habitantes, más de 28.000 son jóvenes que acuden a estudiar a su universidad, una de las más prestigiosas de Alemania y que, a lo largo de la historia, ha dado grandes pensadores, médicos, filósofos, escritores y científicos

Esa vida universitaria es la que anima la vida de la ciudad y, como no podía ser de otra manera, tiene en la cultura uno de sus puntos fuertes. De ello, dan buena cuenta sus numerosas galerías de arte y museos, como la galería de arte moderno y contemporáneo Kunsthalle, el museo de automóviles y juguetes Boxenstop o el palacio de Hohentübingen.   

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Cuando sale el sol y suben las temperaturas, los estudiantes se reúnen en la orilla del río a disfrutar de una buena cerveza acompañada de un preztel y, de paso, ver cómo cruzan por el Neckar las stockerkähne (góndolas), una imagen de lo más romántica. A final de curso, lo que se ve en el río son las carreras que los universitarios organizan cada año y en la que compiten unas 40 embarcaciones en una dura ‘batalla’ de obstáculos donde los vencedores tiene como premio un barril de cerveza y los perdedores medio litro de aceite de hígado de bacalao, ¡que tienen que beberse!

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La estampa más conocida de Tübingen es la de sus casas de colores con tejados a dos aguas puntiagudos, pero la ciudad tiene muchos otros lugares para descubrir a orillas del río y en su casco histórico. Atravesando estrechos callejones y escaleras de gran pendiente se va a dar con la Markplatz, el corazón de la ciudad. La animan sus bares y comercios, pero es el edificio del Ayuntamiento lo que llama la atención. Sobre todo, su fachada, una obra de arte en la que destaca el reloj astronómico fabricado en 1551 por el matemático y astrónomo Johannes Stöffer, y, además de la hora, marca la fecha, las distintas fases lunares y otros sucesos astronómicos, como los eclipses. Frente a este se alza también una fuente dedicada a Neptuno.

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Seguir caminando por la ciudad es sumergirse en su historia, la que relata su barrio judío, hoy la zona más bohemia; la Jakobuskirche, por la que atraviesa el Camino de Santiago, y en cuya plaza tiene lugar un mercado los sábados, o la Stiftskirche (iglesia de la colegiata), donde se encuentran las tumbas y sepulturas de antiguos condes y duques de la región.

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Para tener la vista más panorámica de esta bella ciudad, lo mejor es subir al castillo Hohentübingen, situado a 372 metros de altura, un edificio que hoy forma parte de la universidad. Desde allí se admira toda la explosión de colores que definen la ciudad: la abundante vegetación del entorno, sus tejados de color rojo y el azul verdoso del río.

Ya abajo, hay que acercarse a admirar la Torre Hölderin, con su característico color amarillo. Situada a orillas del Neckar y custodiada por un gran sauce llorón, fue durante varios años y, hasta su muerte, el lugar de residencia del gran poeta romántico que le da nombre y, en la actualidad, alberga un museo dedicado a su memoria.

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Para el final hay que reservar la visita al Evangelisches Stift (seminario evangélico), para conocer en el que fuera monasterio y hoy una de las residencias más importantes de Alemania, dónde estudiaron personalidades como Hegel, Schelling o Kepler. Un lugar de cuento, como todo en esta ciudad.

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